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Un cortejo fúnebre ordinario se mueve a lo largo de su camino de la iglesia al cementerio. Al observar, te deslizas de la realidad a un lugar donde el tiempo ha perdido su linealidad, recorriendo las extrañas imágenes arrojadas por una realidad distorsionada. Imágenes de inexistencia, de variados reflejos de la muerte que emanan tanto del pasado como del futuro, concretas pero abstractas, horribles pero deseables. Una familia le pide a un joven psiquiatra que sea su invitado por un tiempo para desentrañar las circunstancias de la enfermedad de su padre. Ha desarrollado una fijación suicida por las cuerdas y los nudos, entre otras cosas. Mientras está profundamente involucrado en el análisis del delirio del paciente, el médico comienza a perder la noción de lo que está sucediendo. La tarea de "cómo ayudar" se tuerce en "¿quién soy? ¿Médico o paciente? ¿Invitado casual, miembro de esta familia que sufre o un sacerdote católico que ha soñado todo esto?" Para controlarlo todo, es mejor comenzar desde el principio, pero ¿por qué las cosas siguen cambiando, cambiando?