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Suiza todavía realiza vuelos especiales, donde los pasajeros, vestidos con pañales y cascos, están encadenados a sus asientos durante 40 horas en el peor de los casos. Están acompañados por oficiales de policía y funcionarios de inmigración. Los pasajeros viajan en avión a sus países de origen, donde no han pisado hasta veinte años y donde sus vidas podrían estar en peligro. Los niños, las esposas y el trabajo se quedan en Suiza. Cerca de Ginebra, en la prisión de Frambois, viven 25 inmigrantes ilegales en espera de deportación. Se les ofrece la oportunidad de despedirse de sus familias y regresar a sus países nativos en un vuelo regular, acompañados por oficiales de policía vestidos de civil. Si rechazan esta oferta, el vuelo especial se organiza de forma rápida e inesperada. Las historias detrás de las celdas bloqueadas son verdaderamente desgarradoras.