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A mediados de la década de 1970, Edward Fudge, un joven predicador en Athens, Alabama, es abordado por un excéntrico australiano que se ofrece a contratarlo para demostrar si existe o no un infierno eternamente ardiente.Criado por un padre que era un líder de la iglesia fundamentalista muy querido, Fudge cree personalmente en una teología conservadora que promueve la noción de que las personas que no son salvas sufrirán tormento en el infierno por la eternidad.Pero Fudge, un respetado teólogo e investigador, acepta dejar de lado sus prejuicios y dedicar un año de su vida a hacer una investigación sistemática del tema, por la pequeña tarifa de3000.00.A medida que Fudge se sumerge en la investigación, otros aspectos de su vida comienzan a desmoronarse.Es atacado por los líderes de su denominación por sugerir que los miembros de otras denominaciones pueden ser salvos.Lo despiden de la iglesia que ama por invitar a un hombre negro a orar desde el podio.Lo despiden de la editorial para la que ha trabajado desde niño, porque se niega a retractarse de sus cargos.Se compromete tanto con su investigación que su relación con su esposa e hijos comienza a sufrir.Y, lo que es más importante, en el curso de su investigación, algunas de sus creencias fundamentales sobre el carácter de Dios se sacuden desde sus cimientos.En última instancia, Fudge surge como un defensor de la fe y las Escrituras, y un campeón del amor de Dios.Hoy, Edward Fudge es un autor, conferenciante y teólogo muy respetado.El libro que resultó de su investigación, "El fuego que consume", es uno de los estudios más exhaustivos sobre el tema del infierno y el tormento eterno.Es un testimonio de un hombre que tuvo el valor de buscar la verdad y pagar el precio por lo que encontró.