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Después de sacar a tres estudiantes sin hogar de las calles de Los Ángeles y ponerlos a su cuidado, una joven profesora de música debe superar sus tendencias imprudentes cuando la desalojan y la obligan a sobrevivir. Flora Simmons, un joven músico, se escapa de un pasado inquietante. Las cicatrices de su vida no son evidencia de imperfección; son evidencia de curación. Ella ha estado viviendo en Los Ángeles por un año. Ella apenas puede pagar el alquiler, apenas mantener un trabajo o cualquier relación sostenible. Ella está lejos de hacer realidad sus sueños musicales. Nos encontramos con Flora en su punto más bajo. A pesar de los problemas que enfrenta, sigue siendo joven. Tal vez, incluso un poco demasiado a veces. Ella a regañadientes toma un trabajo como maestra de guitarra a través de un centro de acogida. Flora se encuentra con Shard, Chris y Jamal, tres adolescentes adoptados que le recuerdan mucho a ella misma. Tanto problema como le dan a ella, Flora no puede evitar conectarse con ellos. Flora es feliz por primera vez y se da cuenta de que la necesitan tanto como ella los necesita. Con la situación económica, este hogar de acogida se cierra abruptamente debido a la falta de fondos. El centro está cerrado y se cancelan las clases. Varios de los jóvenes son recogidos por sus trabajadores sociales, algunos regresan a la sala de menores, otros escapan y se ausentan sin permiso. Shard, Chris y Jamal hacen un descanso por las calles y huyen. Flora se encuentra sin trabajo y una vez más decepcionada con la vida. Flora deambula por las calles y se topa con los niños en un parque. Ella usa su último cheque de pago para tratar a los niños de un día de diversión. Cuando los niños se apegan a Flora, se da cuenta de que tiene que ser más fuerte para poder cuidarlos. Los toma, los alimenta, los viste y los guarda en su apartamento. Flora recibe un aviso de desalojo y se encuentra sin hogar con los adolescentes. Las mesas giran. Los chicos ahora pueden enseñarle cómo sobrevivir en las calles. Difícilmente pueden llegar a fin de mes y luchar todos los días con las necesidades básicas. A medida que la situación empeora, Flora se da cuenta de que ya no puede cuidarlos. Se enfrenta a la decisión de devolver a los niños a un lugar en el que desesperadamente no quieren estar para poder cuidarlos mejor.