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Los bufones alegres hablan del hecho de que en cierto reino, en cierto estado, vivía un zar. En una mano siempre sostenía un cetro, y en la otra un orbe. Y todos lo llamaban Su Majestad Real. Y cuántos sirvientes tenía ese zar, no puedes contarlos: panaderos, farmacéuticos, peluqueros, asistentes de baño e incluso un sirviente individual en el orinal real. Y el rango más bajo era el sirviente del zar, Sergey, quien fue a cazar y le proporcionó al zar varios manjares.