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Cuando el Challenger se desintegró a los 73 segundos de su vuelo en la mañana del 28 de enero de 1986, representó uno de los eventos más impactantes en la historia de los vuelos espaciales estadounidenses. Se convocó de inmediato una Comisión Presidencial para explorar qué había salido mal, pero con la vasta complejidad del transbordador espacial y tantos intereses creados involucrados en la investigación, descubrir la verdad presentaba un desafío casi imposible. Un miembro verdaderamente independiente de la investigación fue Richard Feynman. Uno de los científicos más consumados de su generación, trabajó en el Proyecto Manhattan construyendo la primera bomba atómica y ganó el Premio Nobel por sus avances en física cuántica. Feynman desplegó una integridad excepcional, un encanto y una lógica científica implacable para investigar los secretos del desastre del transbordador y, al hacerlo, ayudó a que el Programa Espacial de EE. UU. Fuera más seguro.