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Cuando era niño, supe que mi abuelo fue asesinado en Buchenwald en 1942. En mi familia no hubo reunión familiar, ni bodas de oro, ni invitación a una celebración de 80 años. La familia no se reunió y hemos perdido de vista nuestra propia historia. Pero el abuelo judío me dejó inquieto. Así que partí en busca del último judío de mi familia. Lo que encontré fueron 10 primos que, como yo, ahora tienen entre 40 y 50 años. Juntos reivindicamos las narrativas familiares y nos liberamos de los estereotipos de víctima y victimario.