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Un escritor no puede llorar el fallecimiento de su esposa. En su exilio autoimpuesto, hace lo único que puede hacer un escritor, escribir. Su búsqueda de la normalidad, de lo que solía tener, de toda la noción de normalidad, ahora adquiere muchas caras. En su soledad estos personajes cobran vida. En el fondo, el escritor sabe que las cosas deben cambiar, pero es incapaz de encontrar una salida.