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“En el futuro, si hay un historiador honesto, sentirá legítima la necesidad de acercar los diez años transcurridos de 1968 a 1978 a los grandes acontecimientos que han cambiado el mundo como la revolución francesa y la revolución rusa”. Este es el pensamiento rector al que hemos confiado con particular emoción nuestra memoria personal y los materiales cinematográficos que hemos creado o recopilado durante esos años y que representan el cuerpo físico de las luchas y conquistas obtenidas por doquier en esa década. Su preciosidad en un país desprovisto de recuerdos como este, es un raro testimonio del poder de la dignidad humana en constante lucha por su propia redención.