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En el siglo quinto, el Imperio Romano se derrumbó y los bárbaros amenazaron con la civilización. En Gran Bretaña, un adolescente llamado Patrick vivía una vida cómoda como hijo de un funcionario del gobierno. A pesar de ser parte de la Iglesia Católica Romana, su fe no significó nada para él hasta que fue secuestrado por piratas a la edad de 16 años y esclavizado en el límite del mundo conocido: Irlanda. Durante 6 años, Patrick se vio obligado a trabajar como pastor y fue llevado al borde del hambre. Fue allí donde recurrió a su fe cristiana y, mediante la intervención divina, logró escapar. Se reunió con su familia en Gran Bretaña solo para tener un sueño profético que lo llamaba a llevar el cristianismo de regreso a la tierra de su cautiverio. Contra los deseos de su familia y la Iglesia, Patrick regresó como obispo misionero a Irlanda y convirtió a miles al cristianismo. Se opuso a los esclavistas, los reyes irlandeses y posiblemente a los druidas, pero nada en comparación con la hostilidad que enfrentaba por parte de sus hermanos cristianos. Después de que un amigo cercano expuso un oscuro secreto de Patrick, se cree que se le ordenó abandonar su misión y regresar a Gran Bretaña. Patrick tuvo que elegir: ¿obedecer a Dios o al hombre?