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Dos de junio de 1946. Italia decide entre República y Monarquía. En un pequeño pueblo de montaña, Aida, una mujer de ochenta años, que vive sola en su pequeña casa, se dirige al colegio electoral; ella nunca pensó que en su larga vida, habría tenido la oportunidad de poner una cruz en una tarjeta de votación. Mientras se acerca a la cabaña separada del resto con una cortina de yute, recuerda todas las batallas que libró para afirmar su derecho a ser considerada igual que los hombres. A su alrededor, la larga fila de personas que esperan para votar dibuja un fresco que nos habla de un país dividido, de madera, pero también empujado por un profundo deseo de cambio.