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Katya Paskaleva jugó en 46 imágenes en menos de cuatro décadas. Su nombre se convirtió en sinónimo del cine búlgaro. Sus personajes femeninos no son bellezas brillantes, nos conquistan a través de la gracia melancólica de Madonnas. Rompió el alivio de la feminidad del cine búlgaro y recreó el epítome más arduo filmado en Bulgaria, el de Maria-la-madre y Maria-the-daughter en The Goat Horn (1972, el director Metodi Andonov).