Sufro de hiperfoco. ¿Es un mal? ¿Una enfermedad? ¿Psicopatía? ¿Algo peor? El caso es que debo tomar un tema que me interesa y desmenuzarlo hasta el tuétano. Quitarle sus partes, destruirlo, reducirlo a nada. Solo para saber porqué. Y para cambiarlo si no me gusta. No me gusta que Sirius Black muera en la Orden del Fénix. No me gusta verlo flotar una y otra vez, triste y resignado, a través del Velo de los Muertos. Sobrevivió al desprecio de su familia. Sobrevivió a Voldemort. Sobrevivió doce años en Azkabán. Engañó a los mismos Dementores. Sobrevivió al hambre, a la pobreza y al abandono como un perro. Y a las pulgas que son la muerte. Sobrevivió al odio de su ahijado y a la persecusión implacable del Ministerio y sus Aurores. ¿Para terminar alcanzado por el enclenque hechizo de la varita de una demente? ¿De una demente tan inservible que fue ultimada por una dulce ama de casa? Nah. Cada vez que veo la película me siento como Annie Wilkes cuando Paul Sheldon decidió eliminar a Misery. Hay historias que no deberían ver la luz. Hay personajes que jamás deberían morir. Hay novelas que deben ser reescritas. Hay películas que deben ser quemadas. Y hay personas con muy buena suerte como yo, que despertaron esta mañana dentro de su película más vista y más odiada. Aquí estoy yo montando mi thestral, guiando a Harry y sus amigos hacia el Ministerio de Magia. ¡Soy Luna! ¡Luna Lovegood! Luna con hiperfoco. Y un plan formándose en la mente. Sin tiempo para disfrutar del vuelo, de pronto estamos en la Sala de las Profecías, corriendo por los pasillos oscuros, derribando esferas y siendo azotados por múltiples hechizos de mortífagos, sirvientes leales de Voldemort... que a duras penas pueden con un puñado de adolescentes. Si. No es una historia muy creíble. Pero aqui vamos. Todo el desplume se armó después de que Neville leyó la profecía de Harry. Y entonces hizo su aparición entre otros, la única persona que yo quería ver. Desencajada, histérica, balbuceando no se qué del Señor Oscuro. Como siempre. Y yo con hiperfoco. Tanto que no me di cuenta cuando Ginny convirtió todo en una explosión nuclear. Nada tóxica. Solo que se perdieron en las cenizas del tiempo, eras de profecías. Y el mundo mágico volvió a convertirse en un enigma. Me pregunto si te envían a Azkabán por eso. ¿Es un delito? ¿Cuenta como vandalismo? ¿Hay antecedentes? ¿Cuál sería la pena? Todavía me lo pregunto cuando saltamos a la oscuridad de la Cámara de la Muerte. Un túnel oscuro que corre veloz hacia abajo, prometiendo un estallido de huesos que ni Madame Pomfrey podría remediar. Pero flotamos. Un instante antes de volvernos polvo. Y el suelo nos abraza suavemente como... ¿el canto de los muertos que reverbera en el descomunal salón? Voces antiguas, en diferentes idiomas, surgen del colosal arco de piedra, que se alza imponente en el centro de una tarima gigantesca. Que obviamente fue desgajado de alguna ancestral construcción. ¿El portal de un antiguo cementerio? ¿Se abrió espontáneamente? ¿Alguien lo abrió? ¿Magos? ¿Brujas? ¿Vivos? O lo que es aún mejor... ¿Muertos? ¿Para poder regresar? Las puertas pueden abrirse en ambos sentidos. Si uno quiere. ¿Alguien regresó? ¿O al menos lo intentó? ¿Qué dicen las voces? ¿Los seres del Otro Lado nos pueden ver? ¿Escuchar? ¿Nos advierten? No hay lugar para reflexiones cuando los mortífagos te persiguen. Ya estan aquí, esas nubes negras y pegajosas, rodeándonos. Tienen garras fuertes y varitas letales. Nos toman del cuello. Nos inmovilizan. Somos estudiantes, no magos. Y estamos solos. Para nuestra mala suerte. Harry debe entregar la profecía. Que realmente, no dice mucho. Las profecías son así, inescrutables, ostentosas, presuntuosas. Un juego de palabras que puede interpretarse como el lector tenga ganas. Investiguen un poco al tal Nostradamus y tendrán un mínimo ejemplo de lo que hablo. O pienso. Porque no estoy hablando. Un brujo sucio y sudoroso me sujeta del cuello. Espero ansiosamente que Harry luche o se rinda o haga algo. Porque que asco. Harry se rinde, claro. El no sacrificaría a sus amigos. Es un honorable príncipe de Disney, Harry. Por eso damos la vida por él. Aunque no le agrade nada. El viejo Malfoy murmura sus tonterías y se le acerca, creyendo que se ve amenazante... pero la barba crecida, el aspecto cansado y la mano temblorosa delatan el terror que lo domina. Voldemort no tolera los fracasos. Y Malfoy es un fracasado bañado en oro, según yo. Su hijo, aún peor. Les limpias el brillo de los Galleons de encima y solo quedan dos hijos de hermanos, idénticos a Filch. Sip. Patéticos como los squibs. Por supuesto que no puede tomar la esfera. Se le cae, se rompe y por el cristal destrozado escapan para siempre, las palabras de la profesora Trelawney. No pude ver la expresión de horror de Malfoy. No desde este ángulo, claro. Pero en la pantalla la disfruté cuadro por cuadro. La Orden del Fénix convertida en veloces rayos de luz llega al rescate. Todos nuestros mosqueteros. Los profesores Lupin y Moody, Shacklebolt, Tonks. Y Sirius Black. Nos liberan, nos protegen, nos ayudan a escapar. Se sacan a los mortífagos desaliñados de encima con rapidez y elegancia. Harry lucha hombro a hombro, codo a codo, junto al único familiar que, aunque no tenga su sangre, se preocupa por él. Entonces Bellatrix Lestrange decide pasar a la historia. En un segundo alza su varita y grita ¡Avada Kedabra! Pero no es su voz la que se escucha. En la confusión de nieblas de luz y de sombras, nadie nota a Luna oculta detrás del arco, nadie me nota, Luna con hiperfoco, apuntando con mi varita, gritando una maldición imperdonable, un hechizo prohibido, demasiado poderoso para mi edad. Con los ojos muy abiertos y la mandíbula dislocada, una expresión de puro desconcierto y furia, Bellatrix Lestrange cae al suelo por última vez, inerte. Ninguno me ve escurrirme hacia la salida, aturdida y asustada, temblando, reprimiendo una sonrisa. La batalla pronto se diluye, los mortífagos escapan y comienza el debate sobre quien terminó con la vida de Lestrange. Un hechizo enemigo perdido, seguramente. Es la conclusión mas aceptada. Estoy en el Departamento de Misterios y no puedo más de la dicha, porque Sirius Black me toma la mano como un caballero y pregunta si me encuentro bien. Supongo que le asusta un poco mi palidez extrema, el temblor que no me abandona y la sangre que mancha mi rostro. Asiento con la cabeza y no digo nada. Sólo escucho el susurro de las conversaciones, mientras nos escabullimos del Ministerio, ya en calma. Sirius promete a Harry que, aunque no puedan vivir juntos, se convertirá en su maestro y le enseñará todo lo que sabe de magia. Eso dará propósito a su vida y convertirá a Harry en un gran mago. Modestia aparte, agrega Lupin. La próxima vez, gruñe Moody, Voldemort no cruzará varitas con un adolescente inexperto. Los chicos sonríen. Yo continúo pensando. Ahora caminamos en un mundo nuevo. La historia fue reescrita. La película, quemada. Cuando vuelva a la escuela, todos criticarán mis “rarezas”. Mis compañeros me dejarán de lado por ello. Los nargles hurtarán mis cosas, mis libros y mis zapatos. Y me los devolverán de muy extrañas maneras. Pero... ¿qué me importa? Estoy muy bien, Sirius. Yo maté a Bellatrix Lestrange.
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