Crítica de "Presence" 

Recientemente se sumó a la cartelera local el estreno de Presence, la nueva película de Steven Soderbergh y escrita por David Koepp. Se trata de una apuesta a una forma distinta de contar la típica historia de la casa embrujada.

Para ponernos en contexto, Soderbergh es el responsable como director de películas como Kimi (2022), Contagio (2011), Che, el argentino (2008), La gran estafa (2001) y Erin Brockovich, una mujer audaz (2000), entre más de una treintena de largometrajes. Y el guionista, David Koepp, también fue escritor de películas como La ventana secreta (2004), La habitación del pánico (2002), Misión imposible (1996) y nada menos que Jurassic Park (1993), entre muchísimas otras.

En el género de terror, uno de los elementos recurrentes es el conflicto que se da con una familia que se muda a una casa embrujada. A lo largo del tiempo nos encontramos con diversas formas de afrontar este conflicto como Poltergeist (Tobe Hooper, 1982), El Conjuro (James Wan, 2012) o Actividad Paranormal (Oren Peli, 2007). En todas estas lo que vemos es que la idea de base es la misma: el espíritu de alguien se hace presente en ese hogar por distintos motivos, y se va a hacer notar moviendo cosas, haciendo ruido y todo lo que a las personas de este plano nos da miedo imaginar.

En algunas historias se juega con poder ver eso que se oculta, saber si es el fantasma de un niño, una anciana, un hombre… en otras se mantiene solamente desde la invisibilidad. Ambas con una larga tradición de efectividad en sustos. Pero en Presence tenemos una forma distinta, toda la película está contada desde el punto de vista del mismísimo espíritu.

¿Cómo es esto?

Como espectadores nos ubicamos específicamente en los ojos de la presencia, algo que denominaremos “cámara subjetiva” y desde allí vemos que llega a la casa una familia compuesta por una pareja de adultos, Rebekah (Lucy Liu) y Chris (Chris Sullivan), junto con sus dos hijos, Chloe (Callina Liang) y Tyler (Eddy Maday).

El uso de la cámara subjetiva significa que la cámara funciona como un ojo y los espectadores vemos exactamente lo que un personaje ve. Se trata de un recurso que llama mucho la atención y que tiene el riesgo de agotar al espectador rápidamente depende cómo se use. De hecho, hace muy poco se estrenó Nickel Boys (RaMell Ross) y allí tenemos un ejemplo de un uso que puede hacerse difícil de seguir.

Por un lado es importante comprender que un recurso de estas características genera una expectativa por su singularidad. En Nickel Boys no se justifica de forma dramática la necesidad de sostener esta forma, si nos preguntamos por qué está contada en subjetiva, es difícil encontrar una respuesta sólida. Pero además, Nickel Boys tiene una relación de aspecto y unos encuadres que son muy distintos a los del ojo humano y esto también genera un quiebre en el código.

En este caso, desde los primeros minutos esta familia es detenidamente observada por la presencia. Nos ubicamos a cierta distancia de los personajes, con una mirada pausada y quieta por momentos, lo que nos permite asentarnos en los planos que estamos viendo. Rápidamente nos vamos a dar cuenta que esta película nos propone involucrarnos con el drama familiar y darle importancia a los problemas de estas personas en lugar de quedarse con el detalle efectista de tener un fantasma que asusta y mueve cosas.

Progresivamente nos enteramos que una amiga de Chloe murió hace poco y se encuentra atravesando un duelo. Es, además, la única de la casa que percibe la presencia y lejos de asustarse está convencida de que se trata del alma de su amiga. La única persona en la que encuentra contención es en su padre, mientras que su madre se apega mucho más al hijo varón y lo consciente en actitudes problemáticas y agresivas.

Esta dinámica interna aporta su cuota dramática a la película y nos permite un respiro del misterio sobrenatural típico. Es así como sus intervenciones toman otro sentido, mover algo de lugar o romper cosas se da como reacción a momentos determinados y nos hace preguntarnos quién es y cuál es la intervención que va a tener sobre esta dinámica de orden vincular.

La película además incorpora algunos momentos de humor que refrescan la tensión. Otra de las cosas que podemos destacar es la construcción de un guion preciso y sencillo a la vez. Todo se trabaja en función de que el espectador no termine de cerrar la historia hasta el último plano y necesite seguir avanzando para comprender el por qué de esta historia.

Sumando un plano más de análisis

Sin grandes spoilers pero profundizando más sobre la trama, esta película es excelente para hacer un análisis de la estructura. Podemos identificar algunos puntos clave de la curva dramática y giros definidos que hacen funcionar la narración como un engranaje perfecto. En un ejemplo práctico se destaca el uso de un punto medio fuerte e identificable.

¿Qué es un punto medio? En términos de guion se trata de un punto ubicado cerca de la mitad de la película en el cual debe suceder un cambio importante que ayude a renovar el interés por la trama. Se supone que en ese momento se intensifica o se modifica un elemento del núcleo dramático: puede cambiar el rumbo del conflicto, revelarse algo que profundice la motivación del protagonista, o puede haber secretos que descubra el espectador aunque aún los personajes no lo hayan hecho.

Incluso pueden pasar cosas más drásticas, pero lo que usualmente dificulta encontrarlo es que no es un momento que siempre está bien marcado como pasa con los puntos de giro. Entonces simplemente cumplen su función de refrescar nuestra atención como espectadores pero no somos cien por ciento conscientes de que hemos sido susceptibles a una herramienta tradicional del guion, solo sucede y seguimos adelante con la trama.

Pero si ajustamos la mirada y prestamos atención nos vamos a dar cuenta más fácilmente. En Presence se podría decir que aproximadamente durante la primera mitad de la película seguimos la proximidad de la presencia sólamente con el personaje de Chloe. Por momentos ella mira fijamente a cámara como si supiera que hay algo ahí aunque no pueda verlo, progresivamente empieza a sentir ráfagas y llevarse pequeños sustos con el movimiento de objetos.

En determinado momento Chloe revela a su familia que siente la presencia de su amiga, pero como no lo asume desde el lugar de miedo sino con cierta ansiedad y esperanza de reconectarse con ella, la familia intenta desalentarlo y desestimar sus vivencias, asumiendo que tiene que ver con la fragilidad emocional en la que se encuentra. El único que tiene una mirada más empática sobre ella es su padre.

Pero en definitiva, el único personaje con el cual interactúa esta presencia hasta, justamente, el punto medio. Hay un momento importante en la película donde se genera una crisis familiar y una discusión fuerte, en ese momento la presencia reacciona y genera un caos que es visible para todos los miembros de esa familia.

El hecho de que la presencia pase de ser un secreto a ser algo que todos pueden sentir, cambia las reglas de toda la película. Y el comportamiento de los personajes va a cambiar drásticamente a partir de ese momento, buscar resolverlo y entenderlo es lo que marca la segunda mitad.

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