Cosmic dancer

- ¿Qué se siente cuando estás bailando?

- No sé. Se siente bien. Un poco rígido y eso, pero una vez que me pongo en marcha... entonces me olvido de todo. Y... como que desaparezco. Como que desaparezco. Es como si sintiera un cambio en todo mi cuerpo. Y tengo este fuego en mi cuerpo. Simplemente estoy ahí. Volando como un pájaro. Como electricidad. Sí, como electricidad.

Suenan los acordes nostálgicos de “Cosmic dancer” de T-Rex. Olividemos la letra. Hay una mezcla de sabiduría y dolor en esa melodía. Tierna pero extraña. No es tristeza, es belleza que te rompe el corazón, y esa percepción es única. Se trata de la música que acompaña los créditos iniciales de Billy Elliot, la película británica estrenada en el 2000, dirigida por Stephen Daldry, que también estuvo al frente de grandes films como The Hours y The Reader.

En el condado de Durham, durante la huelga de mineros de 1984-1985, sobrevive una familia de la clase obrera. El padre, Jackie, y su hijo mayor, Tony, son mineros comprometidos con aquella huelga que paralizó en gran medida la industria del carbón en Inglaterra. También los acompaña la abuela con pasado de aspirante de danza y nuestro protagonista: el hijo menor de 11 años, Billy.

Al igual que hicieron su padre y su abuelo, a Billy lo mandan a tomar clases de boxeo. Pero ahí nomás, en el mismo gimnasio, se desarrollan clases de ballet clásico a cargo de la profesora Georgia Wilkinson (interpretada por la adoradísima Julie Walters). Billy comienza a pagarle el dinero de las clases de boxeo a Wilkinson y toma clases con ella. Sale de su casa y del ojo de su padre con los guantes de box pero una vez en el gimnasio los cambia por las zapatillitas de ballet.

Lo que más disfruto de la historia que narran es que Billy no es un bailarín perfecto, sus movimientos tienen desprolijidades. No vamos a ver al prodigio preciso cuya técnica nos deja con la boca abierta. Billy es un nene que hace lo que puede en un contexto difícil y la danza es su medio de transporte hacia otro lugar, uno mejor.

Es un chico atolondrado, un poco bestia, para nada el estereotipo de niño amanerado. Y justamente ahí está la belleza: cuando baila desparece todo y no se puede apartar la mirada de él. Es magnético. Su baile es un grito desgarrador.

Billy se pierde una audición de la Royal Ballet School cuando su hermano cae preso por los disturbios de la huelga, entonces la maestra visita al padre de Billy para hablarle de esa oportunidad perdida y de la posibilidad de que su hijo verdaderamente podría convertirse en bailarín profesional si recibe la beca y que no debería tirar toda esa pasión por la borda. Por supuesto, el padre pone el grito en el cielo al enterarse de las novedades, pero esto cambia una noche en la que lo encuentra riendo y bromeando en el gimnasio con su amigo Michael que viste un tutú y Billy - en lugar de huír o avergonzarse - lo enfrenta bailando. Strike 1 de llanto.

Al ver esa pasión con sus propios ojos, Jackie decide acompañar a su hijo a la audición para la beca pero para eso deben viajar a Londres y no tiene dinero. La maestra ofrece pagarlo pero Jackie no acepta y decide “carnerear” y abandonar la huelga. Cuando cruza la línea del piquete para entrar a trabajar y su hijo mayor lo ve ocurre una de las escenas que más me quebraron en la vida (Strike 2). Tony intenta persuadir a su padre y Jackie le retruca bañado en lágrimas que Billy tiene que tener su oportunidad. Tony le dice que van a encontrar la manera y se van del lugar.

Con la ayuda de sus compañeros mineros y el empeño de joyas de la mamá fallecida de Billy pueden pagar el viaje y asisten a la audición. Luego de la misma, Billy se siente frustrado y le pega a otro niño en el vestuario. Cuando se presenta junto a su padre para responder las preguntas del jurado nunca deja de mostrar incomodidad, pero antes de abandonar el salón intenta explicar lo que siente al bailar con una honestidad tosca que parece una puñalada. Y ocurre algo que también llama la atención: el jurado se despide de Jackie deseándole suerte con la huelga y él agradece con extrañeza. Llega la carta de aceptación y eso coincide con el fin de la huelga. Los mineros vuelven al trabajo y Billy viaja a Londres a formarse.

Pasa el tiempo y Tony y su padre - más avejentados - recorren el subte y las escaleras mecánicas de una Londres más moderna que tiene a Jackie abrumado. Llegan al teatro y se encuentran en los asientos próximos con un Michael adulto y emperifollado. Suena "El Lago de los Cisnes". Tras bastidores los demás bailarines están atentos a la salida a escena de Billy, la estrella. El bailarín despliega su osamenta con gracia y belleza hacia el centro del escenario frente a la mirada impactada de su padre.

Strike 3, afuera.

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