Mi historia con la película argentina más COMPLEJA del 2024

“No trates de entenderlo, siéntelo.”

Después que Christopher Nolan hizo pronunciar esta frase en Tenet, probablemente su película más olvidable, muchos fuimos los que nos metimos el chip en la cabeza de que el cine quizá, como parte de una contradicción en la cabeza del cinéfilo más pensante, no necesita ser tan sobre analizado como creemos. En esa inspiradora ola de sensaciones se coló uno de los cineastas argentinos más relevantes e interesantes de los últimos quince años, Luis Ortega, la mente detrás de la grandiosa serie ‘Historia de un Clan’ y la multipremiada ‘El Angel’, dos radiografías del mal que le devolvieron algo más que fe al estudio de personaje en el panorama audiovisual del país.

Vivir la extraña experiencia de ver su nueva película puede resultar tan desconcertante como confortante en el mejor y peor de los sentidos, claramente dependiendo de la subjetividad. Es ese tipo de título en el que uno no entiende muy bien qué es lo que está sucediendo, pero conforme al desarrollo de los hechos puede ir captando que, así como caemos en la cuenta muchas veces en nuestra odiada rutina, la vida misma es una enorme y caótica incógnita que quizás no siempre debe ser resuelta.

Aplaudo la idea de Ortega por brindar algo que se siente como un genuino soplo de aire fresco entre tanto discurso político barato que existe en el cine argentino. Realmente pienso que no lo necesitamos (en este artículo me explayo mucho mejor al respecto), y así debería ser la mayoría de las veces en mi humilde opinión. "El cine puede ser político, pero el cine no es política", siempre me digo para mis adentros y así lo pienso mantener hasta el último de mis días.

La historia de El Jockey, la nueva apuesta criolla por meterse en los codiciados Premios Oscar y que acaba de ganar hace tan solo un par de meses en el Festival de San Sebastián y en el de Venecia también, sigue las alocadas andanzas de Remo Manfredini (Nahuel Perez Biscayart), un taciturno y autodestructivo jinete de carrera (una “profesión” que personalmente detesto, pero eso es objeto de otro artículo quizá) que se encuentra en la debacle total tras haber surfeado gloriosamente en la cresta de la ola: le pone ketamina a un vaso de alcohol antes de iniciar las carreras junto a un cigarrillo que se enciende en ese mismo momento (como para no pasar inadvertido al lado de sus colegas), se pasea por bares de mala muerte sin saber en donde está, y tiene un extraño comportamiento que roza con lo infantil. No conocemos nada de su pasado, pero se palpan aires turbios a su alrededor.

Remo está “controlado” en cierta manera por Sirena, un empresario en el rubro que junto a su dúo de matones y Oscar, el más relajado de los cuatro, tratan de recomponer la compostura de este muerto en vida para no perder dinero en las apuestas, ni estatus dentro del ambiente. Remo se muestra errático, desalineado con la realidad y sin un aparente rumbo. Es objeto de instrumento dentro un pequeño mundillo artificial en donde la palabra humanidad pareciera no existir. Abril (interpretada por una olvidable Úrsula Corberó) es su pareja y a la vez cómplice de este uso y desuso de Remo. La dinámica entre ambos se siente como una relación abierta en donde los dos personajes están encerrados moralmente en un mundo libre que los invita a salirse.

Las primeras palabras que entona en la película el protagonista son, como mínimo, confusas: “Y correlos vos rey.”, respondiendo a la queja por su comportamiento que le plantea Sirena en una reunión. ¿Caprichoso, canchero, rebelde? Su postura en un principio me daba a entender que es alguien perdido, quizá traumado por su pasado pero también con cierta inteligencia para saber callar en los momentos menos oportunos. Todo esto se desvanece con sus primeras palabras, y ahí es justamente donde no pude conectar.

Las primeras palabras que un personaje dice son, en mi opinión, definitivas y sumamente importantes. Nos hablan de quién tenemos enfrente y qué podemos llegar a esperar sin darnos todo el contexto. Tras haber visto la película dos veces sigo sin descifrar cuál fue la intención inicial del director (y si es que existía alguna respecto a su Remo), qué quiso decir Remo, ni tampoco la intención de la película en general. ¿Debo llamarme al silencio, enterrar mi supuesto conocimiento cinéfilo y no asumir nada de lo que vi?

Que no se malinterprete, no pertenezco al grupo de espectadores que con su inclinado gusto por la vagancia en estas cuestiones quieren tener todas las respuestas entregadas en bandeja, es más, diría que me inclino por aquellas historias en las que se respeta la inteligencia de la audiencia, pero en este caso no puedo afirmar si 'El Jockey' respeta mi inteligencia, mi sentido de lectura o mis ganas de perder el tiempo. No sé lo que vi y tampoco sé si eso está bien o mal. Pregunto entonces ¿ESTÁ BIEN O MAL EL HECHO DE NO HABER DESCIFRADO UNA OBRA, O SIQUIERA ENTENDERLA POR COMPLETO? ¿de eso se trata el verdadero poder del cine?

En una entrevista Luis Ortega dijo haberse sentido atraído por las ganas de contar una historia de esta índole luego de haber vivido una situación similar que atraviesa el protagonista en cierto momento luego de una escena cúlmine para el desarrollo su personaje. En esta anécdota el director se encontraba caminando por las calles de Capital Federal cuando de repente se encontró a un turista ruso de dos metros de altura vestido de princesa. Su curiosidad lo llamó a perseguirlo y se dio cuenta de que entraba y salía de varias farmacias pesándose en la balanza, hasta que en la tercera lo encaró y le preguntó qué le pasaba: “Peso cero”. “Siento que no existo pero me están persiguiendo.” Esas fueron las palabras y la inspiración para poder darle vida a su Remo Manfredini en este viaje de muerte espiritual, redescubrimiento y un nuevo amanecer. ¿Qué piensan al respecto? ¿Pretenciosidad o genialidad?

Definitivamente una experiencia compleja.

¿DÓNDE LA PODÉS VER? Se encuentra disponible en Disney+

POR JERÓNIMO CASCO

Publicado el 24 de DICIEMBRE del 2024, 18.56 PM | UTC-GMT -3

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