La primera película que vi de Todd Haynes fue Velvet Goldmine, la biopic de Bowie que no fue. La vi allá por fines de los 90tas y me conquistó para siempre. Antes del film que nos convoca, lo último que había hecho Haynes fue otra aterciopelada: su documental de 2021 sobre una de mis bandas favoritas, The Velvet Underground (recuerdo imborrable: lo vi el sábado que Charly García cumplió 70 años, terminó y lo vi de nuevo, y terminó y lo vi por tercera vez, todo al hilo).
Haynes es de los que se hace cargo. En las dos Velvets revisita tanto el glam rock y revolución sexual del Londres de los setentas como la música, cine, arte y avant garde experimental neoyorquino de los sesentas de forma detectivesca y elegante sin dejar de lado el chisme.

Ahora nos alejamos de la música, pero no del chisme. Y Haynes se vuelve a hacer cargo. May December cuenta la historia de una mujer llamada Gracie que durante los noventas (cuando tenía treintipico, un marido e hijos) abusó de un chico de 12 años y quedó embarazada, protagonizando un escándalo mediático que no dejó tapa de revista sin coronar.
Después de más de 20 años Gracie - interpretada por una seseosa Julianne Moore - está casada con quien fue ese chico, Joe - ahora adulto - y tienen 3 hijos. Los dos menores, mellizos, a punto de entrar a la universidad y dejar el nido vacío. Y entonces, como pasó mucha agua bajo el puente, se inicia un proyecto de película biográfica relatando la cuestión. Pero ojo, que va a ser una película "prestigiosa", "independiente", no un film televisivo para amas de casa. Elizabeth (una insolente Natalie Portman) es la treintañera actriz casteada para interpretar a la infame Gracie en la época del escándalo sensacionalista. Viaja unos días a Savannah para entrevistar a los protagonistas de la historia real y así encontrar las motivaciones de su personaje. Pero también se mete en sus vidas, en sus espejos y en sus espacios criminales. Retuerce de manera quirúrgica a cada uno de los involucrados con su vocecita quebrada. Una depredadora que de a poco toma los modismos, el peinado y hasta el hablar seseoso de Gracie, quien comienza a sentir la presión de esa presencia invasora en su aparente vida de esposa feliz y frágil. Ambas despliegan una batalla de manipulación que no deja una clara vencedora.

En los primeros cinco minutos de película vemos a Gracie preparando un festín para sus vecinos. Se dirige hacia la heladera y mientras la abre suena un piano melodramático y un zoom abrupto nos permite ver más cerca su perfil agobiado, insólito. ¿Qué habrá en la heladera? ¿La cabeza de un muerto? El piano melodramático se intensifica. ¡¿Qué hay en la heladera, por dios?!
- No hay suficientes panchos (hot dogs) dice Gracie. Eso solo basta para entender que esta narración no va a seguir las reglas solemnes que la gravedad del argumento podría requerir.

Todd Haynes ama a Douglas Sirk (quién no) y acá se vuelve a notar: además del melodrama total y los espejos, respeta una gran máxima sirkiana: "cuando intentás educar a la audiencia, estás haciendo una mala película".
No es una comedia (aunque las categorizaciones de Hollywood sean cada vez más bizarras, ubicándola ahí) es un dramón con mucha ironía y elementos camp risueños, pero que destruye de tristeza porque todos esos personajes están rotísimos, son escombros entre las fachadas que intentan construir. Eso sí, gracias a Sirk (Dios) no pretende aleccionar, ni decirnos qué está bien o mal. No es una película didáctica, algo que se destaca porque emitir juicios a mansalva en estos tiempos fundamentalistas es moneda corriente. Haynes nos tiene navegando dos horas en la incomodidad absoluta. Y se hace cargo del peligro y de la incertidumbre. Cuando queremos llegar a una certeza para quedarnos tranquilos (como le pasa a Elizabeth, que busca y busca "la verdad" que le justifique las acciones de Gracie) nos tira otra duda por la cabeza.

La único claro en este embrollo es que la evolución de Joe (un EXTRAORDINARIO Charles Melton) es devastadora. Un padre desesperado - que nunca dejó de ser un niño desprotegido - en el intento de sostener ese castillo absurdo de creencias mientras se le cae toda la estantería en la cara.
Así que ya saben, si quieren una película segura, redondita, complaciente, con mensajito y moraleja, no pasen por esta esquina. Esta es de las que mueven el piso y te dejan temblando.
¡Comparte lo que piensas!
Sé la primera persona en comenzar una conversación.