“Desde su punto de vista, cada villano es el héroe de su propia historia”.
Superman: el héroe más poderoso del mundo del comic. Un dios alienígena indestructible y de valores morales intachables que siembra justicia en la Tierra, incapaz de provocar daño a cualquier ser viviente. Usa la violencia sólo cuando es necesario, y sólo desata toda la furia de su poder contra robots, naves u otros seres tanto o más poderosos como él.
El tema está, claro, en la naturaleza de Superman. En si, el comic se basa en una serie de supuestos e idealizaciones - que un ser tan poderoso no va a usar su poder para su propio beneficio, sea enriquecerse o dominar el mundo; que es moralmente incorruptible, un boy scout en todo el sentido de la palabra -. Enfundado en un traje que utiliza los colores de la bandera norteamericana, aludiendo a que su conducta perfecta se basa en la educación conservadora dada por dos granjeros de Kansas que lo adoptaron cuando llegó a la Tierra (y, luego, con un curso intensivo de sabiduría y valores morales dado por su padre kryptoniano en la Fortaleza de la Soledad), es la representación perfecta de “Verdad, Justicia y el modo de vida americano”, un slogan surgido en los seriales radiales de 1940, y luego transmitido a sus primeras apariciones en medios cinematográficos, sean los fabulosos cortos animados de 1941 de Max Fleischer, o el serial live action de 1948 con Kirk Alyn. En la práctica Superman es sinónimo de Estados Unidos - el guardián indestructible que pertenece y protege a la superpotencia más poderosa del planeta -, con lo que es habitual que Superman pose con la bandera norteamericana, sea en los títulos de presentación de la serie televisiva de los años 50s con George Reeves, o incluso Christopher Reeve reintegrando una enorme bandera estadounidense al mástil de la Casa Blanca, el cual había sido destrozado por los villanos en Superman II (reparando la suprema humillación que podría sufrir la nación norteamericana).
Considerando que Superman es un personaje ridículamente perfecto - y con la curiosidad de que puede interpretarse como una versión simbólica de Cristo creada por dos autores judíos (Joe Shuster y Jerry Siegel): llega de las estrellas para establecer la paz en la Tierra, se convierte en un ícono de esperanza, asume sus poderes a los 33 años, muere y resucita -, es lógico que no todos compartieran la visión del personaje. Stan Lee, pope supremo de Marvel (la editorial rival de DC Comics, la cual es la dueña de los derechos del personaje), nunca entendió el funcionamiento de la historieta: desde el cómo vuela, hasta cómo introducir drama en la historia de un ser indestructible. Quizás el gran encanto de Superman con el público sea su cualidad de intervención divina, el de aparecer en los momentos más desesperados de la humanidad, e incluso de ofrecerse en sacrificio con tal de salvar a los inocentes y proteger a la Tierra.
Pero, del otro lado del Atlántico, nadie compartía la visión de Superman.
Consideren esto: Estados Unidos, superpotencia a nivel mundial… jamás tocada por la devastación producida por alguna guerra en suelo norteamericano. Salvo la Guerra Civil y la Guerra contra México (eventos bélicos del siglo XIX y sin la capacidad de destrucción masiva de los conflictos modernos), nunca tuvieron ciudades arrasadas por las bombas, enormes desplazamientos civiles, invasiones, hambrunas, racionamiento, persecuciones… cosas que sí han ocurrido en Europa durante las dos guerras mundiales que tuvieron lugar en el siglo XX, y que no son más que el desenlace de un montón de conflictos de intereses y celos territoriales y políticos que vienen de siglos antes. Si a esto le sumamos que están a un puñado de kilómetros de la Unión Soviética (hoy disuelta, pero que ha dejado a una Rusia hambrienta de poder), es lógico que, cuando menos, el humor europeo respecto de los superhéroes sea cínico. Ningún personaje mágico los protegió contra la Alemania prusiana de la Primera Guerra Mundial; y mucho menos contra la invasión y exterminio masivo de la Alemania Nazi de los años 40.
Mientras que hay casos perdidos de superhéroes europeos - generalmente británicos como Capitán Britania o Miracleman, que es una versión modificada del Capitán Marvel (hoy Shazam) hecha de manera local cuando la Fawcett Publications cesó de publicar al personaje tras el acoso legal de DC Comics, acusándola de ser un plagio de Superman -, lo que uno puede ver tanto en la literatura pulp, las historietas e incluso el cine continental del siglo XX, es la proliferación de villanos y antihéroes. Sax Rohmer inventa Fu-Manchú a principios de siglo, el cual representa el “peligro amarillo” (el temor a que una China monumental se lance a conquistar el mundo); está el siniestro Doctor Mabuse, el cual quiere usar sus poderes de hipnosis y manipulación mental para hacerse con el poder en su propio beneficio (basado en una novella por entregas de Norbert Jacques, y llevado al cine en tres imperdibles ocasiones por Fritz Lang, de las cuales la versión de 1932 - El Testamento del Doctor Mabuse - fue considerada como subversiva por el régimen nazi: ¿cómo un villano puede controlar masas, provocar una revuelta y amenazar la existencia del Estado?; una pregunta incómoda que obliga a Lang a exiliarse en Francia primero y en Estados Unidos después); Fantomas, el genio criminal enmascarado que es imposible de detener por las autoridades y que nació en 1911 de la mano de Marcel Allain & Pierre Souvestre… y la lista sigue y sigue. En estas historias los héroes son individuos que siempre van un paso detrás del plan del villano, y que logran detener sus diabólicas confabulaciones a último momento… pero que no te quepa duda: el malvado es el personaje principal. Sus andanzas son las que atraen a los lectores, a la audiencia, porque los europeos ya no creen más en héroes. Millones de muertos, ciudades arrasadas, toneladas de escombros son la prueba palpable de que no existen salvadores milagrosos de último momento en el mundo. En cambio, en un escenario de devastación, lo más probable es que surja un villano, alguien que seduzca a las masas, suba al poder, lo utilice para complacer sus deseos más diabólicos.
En ese escenario plagado de cinismo, es lógico que las miradas se centren en Italia. Después de todo el país peninsular fue el que dio a luz la primera dictadura moderna, con Mussolini ascendiendo al poder en 1922. ¿Con qué se entretienen los italianos?. Con Fumettis, el nombre local dado a los comics debido a que sus diálogos aparecen escritos en “nubes” dentro de cada viñeta. Hay varios fumettis muy populares, todos de villanos disfrazados como Satanik (1964) y Kriminal (1964), ambos creados por Magnus & Max Bunker.
Pero Magnus y Bunker abrevan en una fuente de inspiración mayor y supremamente popular, un fumetti brutal e imperdible, fascinante en su retorcida lógica, que es la tira de las hermanas Angela y Luciana Giussani: Diabolik, creado en 1962.
Estéticamente, Diabolik se ve como otro superhéroe americano. Traje negro ceñido al cuerpo, una máscara de látex que perfila sus rasgos a la perfección, lo único visible son sus ojos claros que emanan inteligencia y peligro. No posee superpoderes, salvo una inteligencia excepcional y vastos conocimientos científicos. Pelea como los dioses, es un formidable estratega y vive en la riqueza. Pero Diabolik no es un Batman a la italiana. Diabolik roba, mata, es un amoral al que le encanta la gran vida. Acompañado de la sensual Eva Kant - cómplice y amante -, Diabolik vuelve locas a las autoridades. Sólo piensa en su propio beneficio.
¿Pero cómo un villano puede ser atractivo para los lectores?. Simplemente porque el villano vive una vida de lujos y libre de ataduras morales. Exuda sensualidad y sofisticación, es como una versión maligna de James Bond. Si 007 usa un auto de lujo plagado de gadgets como el Aston Martin DB5, el coche de elección de Diabolik es un Jaguar Type E - el más hermoso deportivo sobre ruedas que diera la década del 60 -, el cual posee una multitud de trucos mortales.
Las mujeres lo admiran por su sex appeal; los hombres, por su estrafalario modo de vida. Diabolik es todo lo que el ciudadano común y corriente no puede ser.
Cuando la serie de Batman de mediados de los 60s explota y se convierte en un fenómeno mundial - en el mundo de la cultura se dice que la década de los 60s estuvo marcada por tres B: Bond, los Beatles y Batman -, americanos y europeos empiezan a hacer películas de superhéroes para aprovechar la movida. Claro, los medios técnicos son limitados y la impronta de Batman es de humor camp. Así nacen parodias de superhéroes (existentes o creados para la ocasión) como la saga de Los 3 Supermen (una producción europea, más cercana a las comedias slapstick de Trinity y Bambino); el productor de Batman revive un héroe de seriales radiales y lanza una serie paralela basada en El Avispón Verde (1966 - 7) (con Bruce Lee como Kato, un rol que lo llevará al estrellato); aparece Superargo (1966) y obtiene dos filmes; hay pilotos para series con La Mujer Maravilla, El Fantasma (el personaje de Lee Falk) y Dick Tracy que no logran la aprobación de las televisoras; los mexicanos lanzan su serie autóctona con El Santo - legendario wrestler que protagonizará una larguísima lista de filmes, peleando contra marcianos, la Momia, Drácula, Frankenstein, Robots y otros monstruos -; y hasta los japoneses crean su propio Superman con Ultraman (1966) y sus numerosas variantes que continúan hasta hoy en día. Pero los europeos no olvidan su lado oscuro: Kriminal obtiene una adaptación no oficial con varios filmes producidos en Turquía, como Killing en Estambul (1967); y Satanik recibe su versión cinematográfica en 1968. Hay una trilogía en broma de Fantomas, protagonizada por Louis de Funes y Jean Marais, aparecida a partir de 1964…
Y Diabolik llega a la pantalla grande de la mano de Mario Bava en 1967, con Danger: Diabolik.
En Italia los directores siempre fueron artesanos todo terreno, así que tomaban filmes de todo tipo de género según las modas del momento, ya fueran comedias, giallos, terror o, en este caso, comics. Bava no es la excepción: creó el género Gótico Italiano (más desacartonado y siniestro que los filmes de época de la Hammer) con Domingo Negro (1960); hizo parodias de filmes de James Bond como Dr. Goldfoot Contra el Mundo (1966); y sembró las bases del Giallo (el género italiano de asesinos enmascarados, muertes ultraviolentas y puestas en escenas plagadas de pretensiones artísticas, digno sucesor del Psico-Thriller creado por Alfred Hitchcock en Psicosis en 1960) con Seis Mujeres Para el Asesino en 1964.
Para Danger: Diabolik Bava recluta a John Phillip Law - un actor secundario estadounidense que tuvo enorme repercusión con su rol del ángel ciego Pygar en la adaptación a la pantalla grande del comic de culto Barbarella, 1968, protagonizada por Jane Fonda (!), años antes de reinventarse como actriz seria -, el cual es la belleza masculina en persona. Su cuerpo trabajado y sus facciones perfectas se traslucen tras el uniforme y la máscara de látex. Todo el filme exuda sensualidad y sofisticación. Como Batman, Diabolik tiene su propia baticueva, en la cual guarda su hermoso Jaguar y atesora el producto de sus robos. Su compañera Eva Kant (Marisa Mell) es prácticamente una Playmate. Cuando ellos triunfan en un robo y se regodean del golpe, tienen un momento de pasión en una cama inundada de dólares (una escena que repetirían, a modo de homenaje,en CQ, 2001, dirigida por Roman Coppola - uno de los hijos de Francis Ford y hermano de Sofía -), una imagen que es puro regocijo y decadencia.
¿Y qué hace Diabolik en el filme?. Pues robar y sembrar caos. Acá el héroe - el inspector Ginko (Michel Piccoli) - es secundario. Uno admira los robos, las persecuciones, el accionar amoral del villano. En un momento el mismo Crimen Organizado - harto de las redadas constantes de la policía para atraparlo, las cuales interfieren con sus negocios - decide ponerle una trampa. Pero Diabolik siempre va un paso adelante. Roba para su propio regocijo - como una enorme esmeralda que vale millones y que quiere regalarle a Eva Kant en su aniversario - y liquida a todo aquel que se interpone en el camino. No es un villano que desea conquistar el poder o el mundo; solo vive para complacer sus sentidos, es un adicto a la adrenalina, y le encanta salir de situaciones imposibles. Ese es su reto en la vida.
Entonces lo que ocurre es que la platea (o el lector de los fumettis) siente un placer culpable viendo cómo este tipo se sale con la suya y se da la gran vida. Diabolik es el supremo hedonista. Ya no interesa proteger al inocente o salvar al desvalido; la admiración del personaje es su supremo egoísmo y su intelecto brillante como medio para alcanzar sus fines, no importa el precio que deba pagar ni las vidas de las personas que se le interpongan. Es la completa antítesis de Superman, y si bien hay momentos en que Diabolik funciona como un antihéroe - matando a otros criminales en sus misiones -, su misión principal es sembrar la anarquía y obtener la mayor satisfacción personal posible.
Mientras que el filme de Bava no tuvo una gran recepción en su momento - la tildaron de oscura; otros dijeron que era como una mezcla del humor camp de Batman con la sofisticación de James Bond; hasta Roger Ebert le puso dos estrellas y media sobre cinco, diciendo que era fiel al comic, pero no era un espectáculo pulido -, con el paso del tiempo fue revalorizada y se convirtió en un título de culto… a tal punto que los hermanos Manetti produjeron una trilogía en el 2021, comenzando con Diabolik, y siguiendo con Diabolik: Ginko all’Attacco! (2022) y Diabolik Chi Sei? (2023). Claro, el personaje es un hijo dilecto de la cultura de los 60s, no podría sobrevivir en un mundo moderno plagado de celulares, GPS, análisis de ADN y modernos procedimientos policiales.. con lo cual los Manetti congelaron el escenario de las aventuras de Diabolik en su época de origen. Bombas activadas a distancia por radio, videocámaras en blanco y negro, cero computadoras… un reluciente Jaguar Type E negro recorriendo las lujosas costas de Europa. Para Diabolik - un aventurero amoral sin nombre, un huérfano criado en una isla por una pandilla a la cual exterminó para obtener su independencia, un playboy que exuda peligro sea con su traje especial o en smoking -, el placer es un propósito, no una recompensa. Quizás porque surgió en un mundo y una época plagada de injusticias, donde los héroes no tienen cabida, y los únicos que resultaban creíbles eran los villanos.
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