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Heroísmo: La mentira más grande que nos vendió el cine hollywoodense

Un hombre le sonríe a un guardia de seguridad luego de guardar en el capó de su auto acero que roba para venderlo en distintos corralones. “Estoy perdido. Esas son las primeras palabras que entona, casi queriendo mostrar cierto grado de inocencia en sus intenciones, mientras observa fríamente todo a su alrededor. Sabe que no está en desventaja ya que no es ningún oficial de policía a quien tiene enfrente, y todos sus movimientos parecen estar calculados únicamente para sacar algún provecho de la situación. “Déjeme ver su identificación”, le ordena este guardia a lo que este misterioso ladrón le responde cuestionándole “¿Que tipo de uniforme es ese?”. Claramente este escuálido y extraño hombre no gusta de obedecer, y aunque sí saca su identificación, solo lo hace porque sabe la falta de entrenamiento corporal que tiene la persona que intenta detenerlo.

Se tira encima de él porque le ve un reloj que quizás podría valer bastante, concluyendo en una burda y absurda pelea, y la escena termina con un tren cercano a ellos tocando la bocina. Segundos después lo vemos manejando, con el reloj en mano y decidido a ver qué otro provecho puede sacar de la solitaria y nocturna Los Angeles. Aun sabiendo que quizás este hombre haya lastimado gravemente al guardia de seguridad, no siento odio hacia él ni tampoco ninguna emoción negativa. ¿Por qué? A lo largo de todo el metraje de Nightcrawler, obra maestra del cine moderno que reflexiona sobre las obsesiones del ser humano en torno a la industria del entretenimiento, este sociópata comete actos moralmente cuestionables que nos invitan a repensar en nuestro rol como componentes individuales de la sociedad. ¿Creemos ser almas limpias de pecado o realmente todos tenemos un mínimo porcentaje de oscuridad dentro nuestro?

Jake Gyllenhaal dejá todo en su mejor interpretación hasta la fecha

"Soy un gran trabajador. Me fijo metas altas y me han dicho que soy perseverante. No me engaño, señor. Como me crie con el movimiento de la autoestima tan popular en las escuelas, suelo esperar que se tengan en cuenta mis necesidades. Pero sé que hoy en día, nuestra cultura ya no se preocupa por la lealtad al trabajo que se podía prometer a las generaciones anteriores. Lo que creo, señor, es que las cosas buenas llegan a quienes dejan el alma trabajando. Y que las personas como usted, que llegaron a la cima de la montaña, no cayeron allí sin más. Mi lema es que si quieres ganar la lotería, tienes que ganar el dinero para comprar el billete."

Así se introduce así mismo Louis Bloom (Jake Gyllenhaal) al dueño de uno de esos corralones y a su vez nos presenta la primera clara contradicción: Louis es un mentiroso compulsivo. “No voy a contratar a un maldito ladrón”, dice el dueño. Pero este ladrón, en vez de reaccionar agresivamente, le apunta con el dedo y sonríe. Ahí ya podemos definir la segunda característica del personaje: Louis es un ser maquiavélicamente manipulador, pero también sabe reconocer a aquellos que no se dejan seducir por sus juegos mentales. El primer enfrentamiento en pantalla no sale airoso para él, pero la batalla no está perdida. Conduce por los suburbios y sus alrededores en busca de víctimas como cual “coyote hambriento” (término que se auto adjudicó Gyllenhal cuando le preguntaron porqué decidió bajar 20 kilogramos para el papel) pero necesita algo más grandilocuente para sentirse realizado. Es veloz, inteligente y siempre parece estar un paso adelante de los demás, y es en una de esas contradictorias casualidades del destino donde se topa, casi sin quererlo, con la dramática escena de un auto a punto de explotar en medio de la autopista.

Este es el punto de partida que inspira a Lou a involucrarse en una diabólica carrera contra el tiempo (y contra otros devoradores de posibles noticias sensacionalistas) para poder convertirse en el mejor de este rubro. La obsesión del personaje lo lleva a tales límites morales que lo convierten en un verdadero “alienígena” del medio: con sus abiertos ojos celestes y una postura de stalker-full-time Lou parece estar analizando el comportamiento y la naturaleza de los que le rodean para formar, a gusto y piacere, un falso círculo de confianza con las personas adecuadas que le puedan proveer los materiales necesarios para llegar a su objetivo. No existe emoción genuina tal en su viaje hacia esta meta, y todo lo que disponga en su haber para eliminar a aquellos que no le permitan llegar a la cima será utilizado. Y aun así, con todas estas pálidas características que presento, es posible no sentir odio hacia él. ¿Porqué?

Hollywood nos vendió por décadas la idea de como adorar la figura del héroe, eso es un hecho. Básicamente nos la entregó en un minucioso manual contemplado con el solo objetivo de distraer a las masas. Y el último masivo intento que recaló fuertemente en el público sin dudas fue el crossover más grande de la historia de los cómics en el cine: Avengers Endgame (2019). No voy a correrme a un costado del panorama y decir que no fui uno de los pocos que no gritó desesperado cuando el Capitán América pronunciaba su “¡Avengeeeeers…assemble” porque la realidad es que sí, fui uno de los miles de millones que hicieron eso en el cine, aunque en la actualidad me ría de ello.

Hoy se abraza más la idea de que la masculina camaradería entre dos antihéroes como lo son Deadpool y Wolverine puede generar mucho más entusiasmo en el público que esa titánica juntada entre héroes que tuvimos hace poco más de cinco años, pero también está confirmado que dentro de dos y tres años tendremos Avengers: Doomsday y Avengers: Secret Wars respectivamente, generando infinitas cantidades de pochoclos disponibles para azucarar el cerebro de los adolescentes y desenchufarlo por un rato.

¿A quién le queremos mentir y porqué? Estoy atado a un pensamiento que siempre me da vueltas en la cabeza: la mayoría de las personas prefieren deshacerse por completo de su realidad cuando van al cine. No pretenden ni quieren sentirse reflejados, les da miedo de lo que eso pueda provocarles. Tienen plena conciencia de que quizás, algún elemento en este tipo de historias (me refiero a Nightcrawler), pueda revelar su costado más mórbido a la luz, y ese es un riesgo que muy pocos están dispuestos a tomar. De hecho yo, como todo un temprano adulto en busca de sentido y medio perdido, me vi entusiasmado por la idea de querer salir con una cámara y un escáner de policía a ver que podía hacer al respecto luego de mi primer visionado de la película hace diez años atrás.

¿Acaso me considero a mí mismo un sociópata? Para nada, pero lo que siempre perduró en mí fue la pequeña idea de que tal vez, por un centésimo de segundo, la película me había invitado a querer ser alguien más en ese extraño y oscuro micro universo. La decisión nunca la tomé, ¿pero que hubiera pasado si la tomaba? Este tipo de cine, crudo y realista, nos proporciona no solo inquietudes personales que con el tiempo moldean nuestra forma de ver la realidad de todos los días, sino que también pueden quedarse pegado en nuestro inconsciente por tiempo ilimitado. ¿Prefiero ser Louis Bloom o Thor, o Pantera Negra? Las diferencias puedan que hasta parezcan ridículas en la conversación más espontánea. “Estás distorsionándose la naturaleza de ambas cosas, Jerónimo”, quizás me pueda refutar alguno. Por ahora no quiero ser nadie más que yo mismo, pero sin dudas Nightcrawler es de esos títulos que deja una huella difícil de borrar. ¿Será que todos podemos afirmar tener algo más de “antihéroe” que de héroe/heroína?

POR JERÓNIMO CASCO

Publicado el 25 de NOVIEMBRE del 2024, 18.51 PM | UTC-GMT -3

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