DISCLAIMER: Un oasis en el universo de las series

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“Atentos a la narrativa y la forma. Su poder nos puede acercar más a la verdad, pero también puede ser un arma con un gran poder para manipular.” Las palabras que entona la presentadora de un premio al mérito en periodismo televisivo otorgado a la protagonista de esta particular historia, se sienten en el mejor de los sentidos, como el mejor disclaimer posible para lo que acto seguido se dará a conocer (bajo nuestra responsabilidad de creerlo o no como espectadores) en los ocho intensos capítulos de este viaje que reflexiona consciente e inconscientemente con cuestiones relacionadas a la infructuosa naturaleza perceptiva de la “verdad”, del sentimiento dual que existe en la moral de las narrativas, y de la individualidad del ser humano.

LA CULPA. Es complejo hablar sobre una de las emociones menos “visibles” que tenemos los seres humanos justamente por su impecable naturaleza escapista, pero voy a intentar dilucidar y desmenuzar cómo esta es introducida magistralmente por Alfonso Cuarón en ‘Disclaimer’, adaptación a cargo del realizador mexicano que se adentra nuevamente en el (casi) infinito universo de las series tras haberlo intentado fallidamente en tres oportunidades. Si bien parece ser el eje de toda la serie, también se replantean ciertos procesos que nosotros creemos que son vistos de una manera para luego aniquilarlos sin frenesí en un final del cual no daré detalles. O por lo menos eso voy a intentar ahora…

Voy a dejarlo en claro desde el inicio: siento una profunda conexión con la visión de Cuarón desde una muy temprana edad. De hecho, su forma de ver la vida debe haber sido una de los primeras que “reconocí” dentro de la construcción y composición cinematográfica tras ver cómo su infravalorada moderna adaptación de la novela Great Expectations de Charles Dickens se coló en mí rápidamente siendo todo un temprano púber amante del arte que se encontraba en proceso de autoconocimiento. En ese entonces la pintura representaba mi mayor escape de la realidad (así como para el personaje principal de la película), pero también su profunda y enigmática representación del amor primerizo en pantalla fue lo que me llevó a guardar su nombre para siempre en mi corazón.

La intención del director mexicano se nota ambiciosa desde el comienzo. Existe una suerte de sorprendente combinación entre improvisación/experimentación y un preciso control en cámara que la hacen una experiencia única. Si bien el director es reconocido por su magnífica representación del realismo, en ‘Disclaimer’ juega al simbolismo como nunca. Y es que, a diferencia del resto de sus obras, los grises se encuentran en todos lados y esto sugiere verlo desde un lente más surreal…por decirlo de una manera. Nadie está exento de ser odiado o amado en partes iguales, y la empatía se siente en falta en cada rincón. Pero ¿de qué va esta enigmática historia?

Catherine Ravenscroft (Cate Blanchett) es una galardonada documentalista en pareja con Robert Ravenscroft (Sacha Baron Cohen), hijo de familia adinerada que trabaja en una ONG dedicada a lavar dinero que no puede justificar al gobierno. Su hijo Nicholas (Kodi Smit-McPhee), parece no haber llenado las expectativas de sus padres y con veinticinco primaveras en su haber trabaja medio tiempo en una tienda de productos para el hogar, se refugia en las drogas por las noches y no tiene amigos. La enfrascada dulzura de la amabilidad y el respeto entre Catherine y Robert se siente como ese primer dardo de advertencia que lanza con cautela y certeza a la vez Cuarón para decirnos “atentos a la narrativa y la forma”. Y todo cambia cuando a la rubia de enigmáticos ojos celestes le llega el ejemplar de un libro titulado ‘The Perfect Stranger’, que reza en su primera dedicatoria “Para mi hijo, Jonathan”, seguido por un DISCLAIMER: cualquier parecido con personas vivas o muertas no es una coincidencia. La primera bomba ha sido lanzada…

“El sol brillaba como si no hubiera pasado nada horrible. Cuánto más pesada es la carga, más reales se vuelven las cosas.”

La serie viaja entre varias líneas de tiempo para hacernos creer una versión de la verdad sin que la cuestionemos ni un segundo. ¿Quién es este Jonathan al que le dedican el libro que recibe Catherine y que tan personal se toma la historia, y que implicancia tiene esto en su pasado? Al viajar atrás en el tiempo entendemos varias cosas, pero principalmente se encuentra marcado a fuego el hecho de que son pocos los momentos que definen nuestras vidas, pero más importante, es el hecho de cómo afrontamos esos hechos lo que la van moldeando. En el caso de la protagonista es su casual encuentro con Jonathan Bridgstocke, hijo de Stephen y Nancy, en una tranquila costa italiana cuando ella tenía veinticinco años y estaba de vacaciones con Nicholas, que en ese entonces tenía cinco. Un encuentro que terminó en una tragedia en donde en una tarde de playa Jonathan, al intentar salvar a Nicholas de ser ahogado, termina siendo él quien deja la vida por el niño.

Es importante remarcar que Cuarón es quién decide contarnos primero qué es lo que pasó entre ellos antes del fatal desenlace y porqué ella parece sentir culpa por lo sucedido, pero ¿es culpa o algo más? El libro que recibe narra todo lo que pasó con lujo de detalle y todas las personas que la conocen comienzan a vomitar desprecio por la mujer de la novela, que curiosamente tiene demasiadas coincidencias con la historia que ella solo conoce. Una inminente venganza se parece estar gestando, pero todos se están mintiendo a sí mismos. Catherine muestra una vida idílica lejos del dolor por esa tragedia, Stephen se autoproclama la autoría de esta novela que en realidad estaba escrito por Nancy (y decide creer todo lo que sucede en ella), y Robert abraza con cierto resentimiento todo el odio recibido por Catherine como parte de un amor genuino que él afirma nunca haber existido.

Eso sí. A pesar de lo refrescante (aun siendo la adaptación de una novela) que se siente la serie en comparación con el resto de pastiches audiovisuales que encontramos hoy en día en las distintas plataformas, existen ciertas incongruencias en el desarrollo que quitan de foco la prometedora potencia meta narrativa de la propuesta. Primero, Jonathan, en su viaje a Italia, se muestra como alguien relajado, compasivo y feliz. Alguien con vigor que, luego de la vuelta de su novia Sasha a Londres por cuestiones familiares, es sucumbido por un deseo irrefrenable de conocer a Catherine. Uno que se inicia cuando el lente de su cámara Nikon la enfoca junto a Nicholas en la orilla del mar. Pero Jonathan, que no parecía ser un inexperto en cuestiones del amor, momentos después es visto como un niño que todavía no ha tenido su primera masturbación hablando con Catherine sobre sus deseos sexuales.

También está el hecho de cómo Catherine es destrozada por casi todos a su alrededor sin sentir un ápice de curiosidad por conocer su versión de la verdad. Una que fue inventada por Nancy en una novela y que, sumada a unas fotos de Catherine casi desnuda que la madre de Jonathan encontró en la habitación donde residía el joven en su estadía Italia cuando fueron a reconocer el cuerpo, la postulan como la madre monstruo más grande de la ciudad londinense. Es claro que cuestiones como “la cultura de la cancelación” fueron introducidas por Cuaron para hacer a la serie una obra mucho más “relevante” en el panorama sociocultural actual, pero realmente no era necesario.

El giro, que se encuentra en su capítulo final, revela una supuesta verdad que termina por confundir más de lo que pensaba. Claro, esto puede afectar la apreciación final que se puede tener del "todo", pero ahí, nuevamente, se escucha a lo lejos: ATENTOS A LA NARRATIVA Y LA FORMA. SU PODER NOS PUEDE ACERCAR MÁS A LA VERDAD, PERO TAMBIÉN PUEDE SER UN ARMA CON UN GRAN PODER PARA MANIPULAR. ¿Qué fue lo que yo decidí creer? A esta altura todavía no me decidí…

POR JERÓNIMO CASCO

Publicado el 23 de NOVIEMBRE del 2024, 3.45 AM | UTC-GMT -3

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