Hay dos tipos de actores y actrices. Unos que se descarnan ante la intensidad de un papel y otros que se paran en la marca. De esta última clase se habla en esta entrega, pero en las profundidades de esa idea, porque dentro de esta clasificación está Gene Hackman y mucho más abajo está ¿Dennis Farina? Sí, para vamos a ir mucho más abajo que eso.
De las muchas influencias adoptadas de la Nouvelle Vague, el New Hollywood hizo su propia reversión de trabajar con “no actores” para dar lugar a los mejores rostros y presencias en pantalla. Entre ellos estuvo Randy Jurgensen, recordado por ser el traidor de El salario del miedo (Sorcerer, 1977). A diferencia de otros “civiles” convertidos en actores, stunts y consultants, Jurgensen traía ya una filmografía propia de su trabajo con la policía.
Randy, el policía
Antes de convertirse en policía, Randy Jurgensen se enlistó en el ejercito y combatió en la Guerra de Corea, precisamente estuvo en la infame Batalla de Pork Chop Hill. A los 25 años ingresó en la Policía de Nueva York, rápidamente escaló hasta el rango de detective, uno de sus primeros casos fue la investigación de un asesino serial de homosexuales a principios de la década de 1960. Por supuesto, los hechos sirvieron de inspiración para Cruising (1980). Otras de las investigaciones, en las que estuvo involucrado, fue la que dio lugar a Contacto en Francia (The French Connection, 1971). Jurgensen junto a los detectives Eddie Egan y Sonny Grosso trabajaron de incógnitos para atrapar a unos narcotraficantes, quienes se habían instalado en Harlem. En un apartado algo más colorido, Jurgensen fue parte de la detención en Greenwich Village del comediante Lenny Bruce, en un tipo de operativo llamado sting operation. En el afán de ponerle una etiqueta a todo como hacen y harán siempre los estadounidenses, esta clase de emboscadas se teje en una fina línea entre lo marcado por los libros y la ilegalidad. Básicamente es atrapar a alguien a punto de cometer un delito, no por una dinámica espontánea de los hechos sino por cierto carácter coercitivo por parte del policía denominado sting officer.
El gran protagónico de Randy llega en 1972 con lo que se dio a conocer como “el incidente de mezquita 7 en Harlem” o “el tiroteo de la mezquita 7 en Harlem”. El 14 de abril de 1972, un llamado al 911 por parte de un detective Thomas solicitando un 10-13 (un código para “pedido de ayuda para un oficial de policía”) en la mezquita 7 de Harlem lleva un grupo de policías a una emboscada. Alrededor de 20 hombres armados interceptaron a los oficiales, dos de ellos lograron escapar y los dos restantes, Phillip Cardillo y Víctor Padilla, fueron baleados. Mientras que Padilla logró huir, Cardillo fue atrapado por los delincuentes y baleado a quemarropa, sufrió una agonía de 6 días hasta su muerte. El único acusado por el crimen fue Lewis 17X Dupree (un nombre de fantasía, su nombre real era Khalid Elamin Ali), de quien se cuenta que fue visto junto al cuerpo de Cardillo con un arma en la mano. Encarcelado y luego absuelto, Dupree enfrentó dos juicios. Hasta aquí la historia oficial.
Uno de los detectives asignados para investigar el caso fue el propio Randy Jurgensen. El futuro actor iba a convertir el asunto en un fundamento de existencia, como vimos en muchas historias de ficción policiales es el típico lugar común en el que el investigador se obsesiona con un caso hasta resolverlo. Durante los años 70, muchos hechos se convirtieron en el blanco de la prensa, en especial del amarillismo, pero muy pocos como los de la mezquita 7 en Harlem. Jurgensen estableció que la llamada del Detective Thomas fue una mera distracción, ya que nunca se encontró al autor de la llamada inicial.
El móvil podía tratarse de una venganza por parte de la Black Liberation Army, una nueva organización conformada por miembros antiguos de los Pantera Negra y de la Republic of the New Afrika, en una represalia por las diferentes bajadas sufridas por parte de la Policía de Nueva York. Para muchos el asesinato de Cardillo fue la mecha encendida de una guerra entre la NYPD y las diferentes organizaciones revolucionarias lideradas por afrodescendientes musulmanes. Para otros periodistas e historiadores, la guerra ya se había desatado con el motín de Attica en septiembre de 1971, una prisión con su mayoría poblacional conformada por miembros de los Pantera Negra y demás organizaciones, además de afrodescendientes detenidos por delitos menores, pero que cumplían penas en esta cárcel de máxima seguridad.
En abril de 2015 una investigación del New York Post (por supuesto, todo esto tomado con las pinzas del acero más macizo) planteó una teoría probable, delirante, pero probable. El caso de Cardillo está cerrado, a pesar de las quejas de Jurgensen: “El caso de un policía asesinado no debe cerrarse, por más tiempo que haya pasado”. El asunto es que lo de Cardillo quedó en el estante del cold case, lo que se conoce como una investigación que no produce avances por un largo período de tiempo. La aparición del Blue Book de la investigación abrió una serie de posibilidades, las cuales no hicieron más que empantanar lo que ya era un lodazal. El Blue Book es el reporte y análisis del incidente, solo circundante entre las altas esferas de la policía, ni siquiera es un documento puesto a disposición para la fiscalía. Allí hay un detallado racconto de los hechos, según Jurgensen nunca tuvo acceso a ese reporte durante su trabajo como principal investigador. Entre lo relatado allí, se determina que nunca existió la llamada del Detective Thomas y que el ingreso por parte de la policía a la mezquita fue ilegal (fueron más policías que los cuatro presentados por la historia oficial). Por cierto, el Blue Book de este caso está disponible en PDF, para aquel o aquella entusiasta de los casos policiales. Todavía hay mucho más.
Para regresar al New York Post, el periodista de policiales Micah Morrison en un artículo plantea la posibilidad de la participación del FBI en el asunto. Durante la década de 1960, J. Edgar Hoover creó el programa de contrainteligencia COINTELPRO para atrapar “enemigos reales e imaginarios”, según Morrison. Entre las libertades otorgadas asimismo por el FBI, los agentes pertenecientes al programa podían hacer llamadas telefónicas a la policía, haciéndose pasar por otros policías o por ciudadanos preocupados (con esta alternativa la presencia policial era casi nula). En un intento por disuadir a grupos o bandas, a partir de un trabajo sucio realizado por la fuerza local y así tener un panorama más claro en virtud de poner el foco en lo, según el FBI, consideraba los verdaderos enemigos del país: los líderes musulmanes negros. Por lo tanto, hay una posibilidad de que el detective Thomas haya sido un agente del FBI parte del COINTELPRO, necesitado de un grupo de policías para disuadir a unos miembros de la Black Liberation Army en la mezquita 7 de Harlem. ¿Qué certeza hay de todo esto? Poco y nada, el FBI se negó a desclasificar los archivos de la COINTELPRO y nada admitió ni negó del caso en cuestión.
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