Convertirse en adulto y darse cuenta de que la política rige a casi toda la sociedad en nuestro planeta puede ser una de las verdades más difíciles de aceptar para cualquiera de nosotros. El tan solo hecho de pronunciar la palabra tiene el poder para corrompernos moralmente, inquietarnos y mostrar algunas de nuestras peores miserias, pero ¿por qué es tan necesaria y por qué nos cuesta tanto llegar al consenso? En el mundo desde tiempos incalculables vivimos en una grieta. Si, puede que pensemos que hoy en día se encuentra más ensanchada con el odio bombardeado entre la izquierda y la derecha, el “populismo” y el “neoliberalismo”, y bla bla bla…
Todos los días encontramos noticias que nos hacen enloquecer de alegría o de ira en partes iguales, repudiamos a los que representan la oposición de nuestros ideales y poco a poco dejamos de caer en la cuenta de que nadie nos va a salvar de sobrevivir en esta jungla más que nosotros mismos. Pero esto se viene gestando desde la mismísima y primera aglomeración de personas en tiempos cavernícolas, solo que, claramente, ellos no sabían a lo que se enfrentaban. Y hoy en día, vaya a saber uno cuántos años han pasado, seguimos en el mismo camino. Parece que nada hemos aprendido y al parecer nada aprenderemos, aunque así lo quisiéramos.
¿Estamos condenados al eterno castigo de vivir en una sociedad inundada de desprecio en todos sus rincones? El cine desde sus comienzos nos mostró cómo la política, con sus vertientes e inclinaciones, podía ser un elemento de denuncia social y de mensaje para la comunidad. Basta con ver el primer western de la historia del cine que se rodó en 1903 titulado ‘The Great Train Robbery’, una pieza revolucionaria para su época que contiene una clara posición política respecto a la influencia negativa del espíritu criminal de los vándalos en el Lejano Oeste. Pero no quiero hacer hincapié sobre la trama (que ya de por sí es bastante lineal y entendible) ya que no es el foco de este artículo, sino que me interesa más analizar el arte escondido (o no tan escondido) detrás del mensaje.
Uno de los principales problemas - por ejemplo, para nombrar alguno - de gran parte del cine argentino, es la poca sutileza que existe en su discurso relacionado a la política. Todo parece ser narrado desde el blanco o negro sin la existencia de un término medio en donde se pueda enfatizar el porqué de las decisiones que se toman respecto a las posturas que deciden tomar los directores. Uno de los casos recientes que más llamó mi atención fue el de 'Puan', película argentina del año 2023 codirigida y coescrita por Benjamín Naishtat y María Alché, dos realizadores que a su vez son pareja en la vida real.
La historia nos cuenta la rivalidad entre dos profesores de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA con un leve tono humorístico y dramático que me hicieron enganchar desde el principio. Las actuaciones son impecables, pero, eso sí, en ningún momento sentí autoría (otro gran problema del cine argentino quitando algunas excepciones). Lo más llamativo no fue esa falta de toque personal, repito, es algo a lo que lamentablemente estoy acostumbrado en nuestro cine en su gran mayoría (repito para no ofender la sensibilidad del lector, no es en todos los casos), sino que en los momentos finales una situación específica llamó mi atención.
Estrenada en octubre de 2023, casi un mes antes de las elecciones presidenciales definitivas en el país donde Javier Milei se impuso ante su opositor Sergio Massa, ‘Puan’ decide enterrar narrativamente todo lo bueno que venía construyendo gracias a la falsa representación de una realidad que nunca existió. En una escena en particular, varios de los profesores incluyendo a los protagonistas, se enteran de que la Facultad va a cerrar por falta de presupuesto. ¿Que decidieron hacer Alché y Naishtat al respecto? Mostraron su costado menos sutil y lo hicieron bien gráfico en la película con la escena de una protesta en la calle para reclamar los derechos, los policías siendo vistos como los malos, la “unión” de la comunidad que representa la institución como los buenos, la misma sanata de siempre. ¿Por qué? ¿cuál era la necesidad? Sinceramente creí que estaba viendo el fragmento de un posible noticiero que los realizadores se imaginaron y no una película como tal, y ahí fue cuando mi cerebro de espectador salió de la pantalla.
Uno como ciudadano puede tener una mayor inclinación por la filosofía de un partido político, eso lo respeto y es entendible. Pero la idea de que el cine puede ser “usado” para hacer política la detesto, si no, que alguien me explique concienzudamente cuáles eran las preocupaciones reales de este par de realizadores al plantear un escenario que nunca existió. En la actualidad esta Facultad nunca cerró, sigue funcionando a día de hoy y de hecho todas las universidades públicas lo siguen haciendo. Históricamente los salarios en las Universidades públicas argentinas nunca fueron de lo más dignos…pero ahora que el partido “opositor” (el que se encuentra en el poder) decidió auditar a todas estas instituciones parece que quieren salirse con la suya sin poder argumentar gastos desorbitados.
Yéndome a la otra punta del asunto y del continente, hace unos días en Estados Unidos ganó Donald Trump como nuevo presidente. Lo curioso es que el iraní Ali Abbasi estrenó una semana antes de las elecciones una biopic en donde apabullantemente se destroza la figura de este conservador, y aun así, pasaron dos cosas, una que sí me esperaba y la otra no: El Aprendiz es una gran película y su efecto "marketinero" parece haber resultado al contrario de lo que muchos creían.
Seamos honestos y digámoslo de una vez por todas: el cine puede ser político…pero ese arte que tanto amamos y que nos hace sentir miles de sensaciones y nos hace reflexionar, definitivamente no es política. Sean menos directos, hagan arte. Para la política, hay otros.
POR JERÓNIMO CASCO
Publicado el 15 de NOVIEMBRE del 2024, 15.44 PM | UTC-GMT -3
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