“Jumanji” es una de esas joyas que parece haberse convertido en un refugio emocional para una generación entera. Más allá de sus méritos técnicos, esta película es una de las pocas que mantienen esa combinación única de aventuras familiares, comedia y un tono emotivo que sigue funcionando cada vez que la volvemos a ver.
Estrenada en una época donde los efectos especiales aún tenían un toque artesanal y el CGI comenzaba a abrirse camino, la película logró traer a la vida un universo donde los peligros de un juego de mesa podían transformarse en experiencias realmente emocionantes e, incluso, aterradoras.
Hay algo particularmente reconfortante en revisitar Jumanji y sentir ese lazo nostálgico con momentos que, aunque lejanos, siguen vivos en la memoria: la amenaza constante de la jungla y las trampas que guarda el juego, el ritmo frenético que sabe mezclar suspenso y humor de manera tan precisa, y esa dinámica familiar y de amistad que, al final, parece atarnos a sus personajes. Con la autenticidad y calidez inigualables del mitico y querido Robin Williams como Alan Parrish, un personaje que no solo nos inspiró por su valentía sino que, desde el instante en que reaparece después de haber sido atrapado en el juego por años, nos deja entrever la fragilidad y humanidad de alguien que ha pasado por un infierno y aún así regresa con una sonrisa y el ímpetu de ayudar a los demas.
Recordar escenas como las de las arañas o los momentos de tensión con los rinocerontes o los leones es casi inevitable para quienes crecieron viendo esta película. Muchas de esas secuencias no solo evocan emociones intensas, sino que reviven el miedo y la adrenalina genuina que solíamos sentir de niños. No es difícil imaginar cómo esas escenas han quedado marcadas en la memoria de tantas personas que, como vos, quizás tuvieron un primer acercamiento a algo tan emocionante como aterrador, como lo fueron esas arañas gigantes que no parecían nada menos que reales. Y, sin embargo, es ese contraste entre los sustos y el tono cómico lo que ayudó a crear una película capaz de manejar tanto la ligereza como el terror en un equilibrio que pocas cintas de los noventa lograban.
Por supuesto, no podemos hablar de esta maravillosa pelicula sin mencionar cómo esta cinta ha sembrado el amor por los juegos de mesa en muchos de sus seguidores. Es fascinante que una película haya logrado captar tan bien el espíritu del juego y convertirlo en un motivo de conexión para tantas personas. Para los que la vimos de chicos, el film despertó una fascinación natural por los tableros, los dados y las aventuras que uno puede encontrar en una mesa con amigos, algo que a veces es fácil olvidar en tiempos de entretenimiento digital.
La trama es también un recordatorio de la importancia de la unión y el apoyo mutuo, ya que los personajes se ven obligados a superar sus diferencias y colaborar para sobrevivir a los desafíos del juego. Al final, lo que queda es esa sensación de triunfo y de hogar, especialmente en los momentos donde Alan rescata a Judy y Peter, interpretados por una muy pequeña y joven Kirsten Dunst y Bradley Pierce, mostrando cómo, a pesar del caos, la familia y los amigos están ahí para nosotros.
Si algo hace que Jumanji sea hoy en dia una de mis película de confort, es justamente ese balance entre la nostalgia y el encanto de un relato simple pero contundente. Es una cinta que no necesita efectos visuales impresionantes para impactarnos; su verdadera fortaleza reside en el viaje emocional que propone, en cómo el humor y la acción se combinan para contarnos una historia que, cada vez que la volvemos a ver, nos reconforta y nos devuelve a ese lugar seguro de la infancia, donde el miedo, la alegría y la curiosidad se mezclaban en una aventura inigualable.
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