Esta adaptación del manga de Hiroakai Samura es la número cien de la trayectoria del director japonés Takashi Miike, y que a diferencia de decenas de otras películas de su filmografía, relegadas a festivales o quedando directamente inéditas en Oriente, ésta nos llega de una forma más o menos accesible para plataformas.
Takashi Miike abraza sin dificultad el argumento del manga original, la cual dicha adaptación tuvo que omitir algunos argumentos y tramas secundarias, pero sin apartarse de la historia principal.
La época del Shogun
Esta película se sitúa en plena era del shogunato Tokugawa, mientras el mundo se acercaba rápidamente al al Revolución Industrial, la vida en Japón era tranquila y feudal, como había sido desde el siglo XII.
El asesino de 100 hombres
Takuya Kimura interpreta a Manji un hábil samurái , que es maldecido con la inmortalidad tras una legendaria batalla y es atormentado por el asesinato de su hermana menor, sabe que solo luchando contra el mal podrá recuperar su alma. Pasando un tiempo, aparece Rin, una niña hija de un maestro duelista. Una noche aparece en la escuela Anotsu Kageshi, quien intenta acabar con los estilos de esgrima y unificar todas las escuelas marciales y los maestros que no se sometan mueren. Los padres de Rin son asesinados y la joven jura venganza. Es entonces cuando los caminos de Rin y Manji se cruzan; ella ve en el samurái la vía para poder llevar a cabo su venganza y él encuentra en la joven a la hermana menor que no pudo proteger.
Para Manji la inmortalidad no es un regalo, es un castigo, cada herida, cada corte y cada golpe que lo llevan al borde de la muerte, duelen pero no lo matan.
Adaptar es apropiarse
Sin duda el gran acierto de “La espada del inmortal” es entender que tenía de peculiar y significativa la obra original y llevarla a su propio terreno. Eso incluye cierta estética de la violencia que Miike reinterpreta muy bien, y experimentando con diferentes montajes, lo cual hace que cada rival de Manji tiene su propio estilo visual distintivo.
Al final de “ La espada del inmortal” son peleas tras peleas, cada vez contra enemigos más poderosos, al estilo de un videojuego. En la obra original esa estructura conforma solo el primer cuarto de la historia, pero Miike parece cómodo con ese formato y lo exprime, disfrutando con el código tópico y repetitivo, pero al mismo tiempo innovando en las posibilidades que ofrece. Por ejemplo, en el diseño del armamento de cada luchador, distintivo y disparatado, completamente irreal, que propicia cierto humor paródico y que Miike no tiene más remedio que hacerlo creíble y táctil en la película. Es uno de los muchos desafíos de adaptar el nada realista manga original ye de los que Miike sale airoso.
“La espada del inmortal” no es una obra fácil, pero Miike supo hacerla suya, no solo en el reflejo de la violencia, sino en la historia de cómo esta marca a un antihéroe o de sangre y desmembramientos menos explícitos que en otras películas del director, pero igualmente satisfactorios y capaces de guiñar un ojo al cine de samuráis de toda la vida.
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