Mecánica Nacional: la sátira al servicio de la nación.

En el cine nacional mexicano existen dos españoles que marcaron contundentemente el estilo de la época de oro, desde un enfoque distinto al nacionalismo y el folklorismo propio de directores como el Indio Fernández o Ismael Rodríguez. Estos dos españoles fueron Luis Buñuel y Luis Alcoriza, quienes además colaboraron en El Ángel Exterminador, El Bruto y Los Olvidados.

En el caso de Alcoriza, quien se nacionalizó mexicano, escribió y dirigió comedias, dramas, historias de terror y surrealistas, todas ellas de enorme calidad. Como guionista adaptó a Arthur Machen en El Esqueleto de la Señora Morales, a Juan Rulfo en Tlayucan, a Gabriel García Márquez en Presagio. Cómo director creo obras imprescindibles como Tiburoneros, la antes mencionada Tlayucan o, la película que aquí hacemos referencia: Mecánica Nacional.

Se trata de una comedia de crítica social en donde el dueño de un taller sale en conjunto a su familia, la de su compadre y de sus empleados a ver una carrera en las afueras de la ciudad. La travesía va integrando diversas historias que se conectan cómica y trágicamente durante un congestionamiento provocado por la enorme afluencia a la carrera. Para contar estos encuentros y desencuentros, Alcoriza rescata el habla popular del barrio y dramatiza sus vicios como resultado de un sistema patriarcal, violento, corrupto, misógino y clasista. Todos los personajes, incluyendo a las mujeres de familia, son profundamente misóginos, juzgan a las demás mujeres por su forma de vestir y comportarse, los hombres las sexualizan y confrontan a partir de su abierto deseo, las menosprecian y tratan como objetos. Además, la película muestra como la sociedad misógina solo respeta a una mujer en la maternidad o en la tumba.

El director combina el estilo de comedia barrial, vulgar, intensa y violenta con imágenes y escenas de cierto surrealismo así como claros juicios a la cultura del moche, del chingarse entre el barrio. Entre sus diálogos integra una de las descripciones más claras del capitalismo y su superestructura. Y he aquí su vigencia. Sus retratos paródicos y caricaturescos no son fáciles de dirigir. Un humor que después sería norma, en esta película aparece como pionero y con una profundidad y mordacidad que es difícil encontrar aún en la actualidad. Alcoriza deja que sus personajes vayan hundiéndose por sí mismos, con pocos incentivos o impulsos más allá de sus propios vicios y la confianza ciega en ese mundo corrompido al cual se han acostumbrado y que protegen por esos centavos de más que pueden obtener a costa del prójimo.

La comedia es burda y fabulosa y los actores son llevados a escenarios para nada comunes en su filmografía, principalmente al siempre amable Manolo Fábregas, aquí convertido en un macho déspota y controlador, y a la abuelita de México Sara García, profiriendo maldiciones y groserías a diestra y siniestra. El viaje se torna rápidamente en dramas absurdos, como el de Héctor Suárez y su amante más jóven y atractiva, la cual pronto descubre un mundo más divertido fuera de sus garras.

Alcoriza no deja títere con cabeza y va construyendo y profundizando en el conflicto al introducir más y más alcohol en la ecuación. La trama muy pronto se torna patética, con personajes embrutecidos llevados por los celos, la irá, la euforia, el deseo o el hambre.

El camino por mejorar un país rico en tradiciones, recursos y valores ha sido posible gracias a la confrontación constante a ese estatus quo de corrupción y explotación normalizado durante décadas y para hacerlo obras como Mecánica Nacional son imprescindibles por la dureza de su retrato que sin criminalizar al pobre si lo ubica en su lugar dentro del sistema y le muestra lo mucho que le quita.

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