¡ALTO!
¡Tengo sólo 30 segundos para convencerte de que éste artículo vale la pena leerlo por completo!.
¿Te sentís para el diablo, el mundo está en contra tuya, la vida es injusta y estás hundido en el colchón de tu cama con una depresión galopante?. El médico tiene el remedio justo: ¡Tomáte un Musical!. Pero no uno de esos que sólo tienen un hit y lo repiten 200 veces en toda la obra (lo siento, fans de Andrew Lloyd Weber). Te hablo de uno de esos musicales que al menos tienen cinco canciones super pegadizas e inmortales, una trama con personajes adorables y terribles injusticias, y donde terminás llorando y riéndote al mismo tiempo (sí, una cosa totalmente esquizofrénica) mientras estás toda la semana tarareando una y otra vez esas tonadas tan contagiosas…
Porque no hay nada más absurdo que un musical. ¿Nunca te pusiste a pensar lo ridículo que es que dos personas estén hablando normalmente y una de ellas, en un momento, empiece a cantar como loca y a bailar sobre las mesas? (hay una parodia de eso en Oz, el Grande y Poderoso). Pero así son los musicales: son piezas de fantasía tal como que los animales hablen en perfecto inglés en los dibujos animados de Disney. Funcionan en un universo con sus propias reglas, y cuando el público paga la entrada / alquila la película para verlas, ya compró la idea con moño y todo.
Vos tenés dos tipos de musicales: los Jukebox - donde los autores del la obra hacen trampa y compran la licencia de un montón de canciones super conocidas para meterlos con calzador en la historia - y los Artesanales en donde un par de creativos se han roto el lomo para armar una trama interesante, crear canciones desde cero que representen la emoción de las escenas más importantes, y la pegan con letras formidables y melodías memorables. Estos últimos son extremadamente difíciles de hacer, y aún más difícil es encontrar alguno de ellos que esté plagado de una parva de canciones inolvidables porque eso requiere cantidades industriales de talento. Yo puedo amar “Soñar el sueño imposible” de El Hombre de la Mancha (1972), pero me duermo una hora antes con las anónimas 20 canciones de relleno que están antes de llegar al momento final donde la cantan.
Así que salí de la cama, poné el volumen al mango, descalzáte y que te importen un comino los vecinos: ¡es el momento de enloquecerse, cantar y bailar aunque desafines como un perro!
Mamma Mía! (2008)
Crowd-pleaser. Películas que complacen a todo el público. No deberían ser pepitas de oro en el barro sino que debería ser la regla general de todos los filmes, ¿no?. Pero a veces te topás con estas rarezas donde, no importa lo absurda y manipulada que sea la historia - en este caso, una chica que invita a medio mundo a su fiesta de casamiento… incluyendo a los tres novios que su madre (ligera de cascos) tuvo al mismo tiempo cuando era joven, y que uno de ellos probablemente sea su padre biológico -, terminás aplaudiéndola de pie aunque estés solo y en pijama a las cuatro de la madrugada. Mamma Mia! es un pastiche de hits de Abba que puede revivir hasta un muerto. Si los musicales son una mezcla de ingenuidad, kitsch y fantasía, he aquí un combo perfecto.
Nadie se toma muy en serio a sí mismo. La trama es sentimentaloide pero la compramos con moño y todo. ¿La gran sorpresa?. Meryl Streep. Una que yo la tenía como actriz super seria, eterna protagonista de dramones terribles e historias de época. Pero la Streep es una gloriosa comediante y, sobre todo, una cantante impresionante. Cada vez que aparece en pantalla, se roba la escena. Canta como los dioses. Sumále a esto lo mejor de Abba, Christine Baranski, y el elenco con trajes disco y tacones en los créditos finales. Y aunque ame a James Bond de toda mi vida, aprovecho esta ocasión para pedir disculpas públicas por la performance de Pierce Brosnan. Pareciera que a 007 le dieron ropa interior dos talles mas chica… no sé, el tipo deja los pulmones en las canciones pero lo que sale de su boca no suena lindo. Sorry, Pierce, pero no soy el único que dice que sos un perro cantando.
El Violinista en el Tejado (1971)
Y sí: los musicales antiguos suelen ser melodramas. Gente peleando contra la adversidad en donde, de vez en cuando, obtienen algún pequeño triunfo. He aquí una comunidad judía viviendo en los tiempos de la Rusia zarista en donde a nadie le caen bien. ¿Pero es que han hecho algo malo?. ¡Para nada!. Por el contrario son muy reservados, viven metidos en sus asuntos. Pero los forasteros los ven con recelo, como intrusos aunque hayan nacido en esa tierra. No entienden su religión, desprecian sus usos y costumbres… el drama de ser diferente. Pero tenemos a Tevye, un optimista incansable, un tipo que ha hecho de la resiliencia su filosofía de vida. Un hombre que ama profundamente su familia y que se rompe el lomo trabajando para poner el pan todos los días en su mesa. Pero Tevye no es ningún santo… es un pícaro que lleva, trae, manipula aunque siempre sea con la mejor de las intenciones - garantizar el futuro y la felicidad de sus hijas -. Imposible no emocionarse de entrada con el solo de violín y la comunidad acompañando a Topol en su performance de “Tradición”, todo un himno. O Topol cerrando el trato con el carnicero del pueblo para que se case con su hija - “Salud, salud, lechaim!” -. Y para vibrar de alegría, Topol pateando pasto sucio en el granero mientras canta “Si yo fuera rico” (¿quien no siente lo mismo?). Pero también hay canciones tristes, profundas y conmovedoras. “Amanecer, atardecer”. O ese tema que te rompe el corazón, sobre cómo dos desconocidos - que han terminado casados en un matrimonio arreglado por sus padres - descubren con el paso de los años que se admiran y se quieren, como si fuera algo surgido de la casualidad cuando debería haber sido el motivo principal de su relación (“¿Me amas?”). El Violinista en el Tejado tiene el combo completo: temas memorables, deliciosos pasos de comedia, canciones pegadizas… golpes bajos. Risas y lágrimas como para purgar el alma.
La Novicia Rebelde (1965)
Robert Wise: qué capo. ¿Cuántas obras maestras hizo?. El Día que Paralizaron la Tierra, Amor Sin Barreras, The Haunting, La Amenaza de Andrómeda… y si hacemos un poquito de fuerza, podemos meter con calzador a Viaje a las Estrellas: la Película (la Edición del Director, please). Acá el golpe de gracia es Julie Andrews - ídola total, dotada de una voz angelical y una gracia infinita -. Imposible no empezar a saltar cuando van por el parque y empiezan a entonar “Do-Re-Mi”. O mover la cabeza cuando su inimitable garganta se despacha con “Mis Cosas Favoritas”. O el tema de apertura con la Andrews dando giros y entonando “El Sonido de la Música" (“The hills are alive... with the sound of music!"). “Subir Cada Montaña”… y hasta el momento de lucimiento de un resignado Christopher Plummer - que siempre odió el rol - con “Edelweiss”. Y aunque está basada en hechos reales, la historia es obvia: novicia encantadora devenida niñera de los numerosos hijos de un joven rico, viudo y estanciero… digo, militar. Los niños la aman. El capitán Von Trapp es un estirado pero de corazón noble. Vamos, Christopher, aflojá y dale espacio a Julie que se vienen los nazis y después no vas a tener tiempo para enamorarte. Clasicazo total.
Cantando Bajo la Lluvia (1952)
¡Postraos ante el musical más grande de todos los tiempos!. Son los años 50 y la Metro-Goldwyn-Mayer es una máquina de hacer musicales exitosos - si quieren repasar el impresionante historial de la MGM en el género no se pierdan el documental Érase una Vez en Hollywood (1974) (no confundir con el filme de Tarantino del mismo título), con el plus del duelo de dos gigantes como es Gene Kelly y Fred Astaire (presentadores de los segmentos del film) bailando y cantando juntos por única vez en la historia! -. Acá armaron un Jukebox Musical con éxitos de la década del 30 y 40. Pero hay un plus para los cinéfilos: la historia trata sobre la dura transición del cine mudo al cine sonoro, donde muchos íconos del cine silente no lograron adaptarse (fuera por que sólo sabían actuar gesticulando como locos, o tenían directamente una voz horrible). ¿Te interesa saber más sobre el tema, pero querés ver un enfoque más serio y dramático?. Miráte Sunset Boulevard (El Ocaso de una Vida) (1950). Pero acá todo es jolgorio, especialmente cuando está en pantalla ese monumento a la danza que es Gene Kelly. El hombre es extremadamente versátil - puede ir del tap a la danza clásica o armar una coreografía puramente acrobática -. Pero aparte de ser un excelso bailarín, Kelly es también un gran comediante. Basta empardarlo con Donald O’Connor para que ambos se la pasen haciendo travesuras. El cómo O’Connor no hizo una carrera memorable es algo que me cuesta entender - bah, sé lo que pasó: eligió algunos proyectos horribles como hacer 500 películas de la saga de Francis, la Mula Parlante; dinero para hoy, desprestigio para mañana -. A O’Connor le toca una de las escenas más memorables de todos los tiempos, peleando con un muñeco, trepándose literalmente por las paredes y haciendo morisquetas de todo tipo en la genial “Make 'Em Laugh” (un tema obviamente plagiado de “Be a Clown” de Cole Porter, aunque todos salen a minimizar el dato diciendo que “está ligeramente basada en…”; ¡por favor!; ¡yo vi la película con Kevin Kline!).
Pero hay una belleza, a.k.a. interés romántico: Debbie Reynolds (¡la mamá de la Princesa Leia!), la cual canta muy bien y no tiene empacho para seguirle el paso a estos dos monstruos de la danza - como la rendición de “Good Morning” donde el trío principal hace cosas imposibles con sofás y sillones en la casa de Gene Kelly -. Y hay una villana: Jean Hagen, la que hace de rubia oxigenada con voz de pito, una diva tirana que no quiere caer del olimpo del cine y que chantajea a Kelly para que obligue a la Reynolds a doblarla vocalmente cada vez que ella habla y canta en los filmes. La Hagen es tan deliciosamente mala e incompetente que, cuando llega la hora de la venganza - no te voy a spoilear la película pero te diré se trata de una cuerda y tres personajes tirando de ella con una cara de gozo descontrolado -, uno siente una satisfacción gigantesca.
¿Llegaste hasta acá?. ¡Logré mi propósito!. Me parece que mi selección personal no está muy desacertada que digamos. Sí, ya sé, hay otros gigantes del género - Mary Poppins, Grease - pero éstos son los que más me han llegado al corazón. Considerá estas últimas sugerencias como un plus, la frutilla del postre para una lista de títulos memorables de un género creado exclusivamente para levantar el espíritu y alegrar los corazones de todos… incluso hasta del más alérgico a los musicales.
(por favor, tomáte 4 minutos más y miráte esto, el número musical más formidable de la historia del cine, y vas a ver cómo todo lo que te dije es cierto)
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