INTRODUCCIÓN AL “UNIVERSO PALAHNIUK”
¿Cómo nos deshacemos por completo de aquello que más odiamos de nosotros mismos? Según Chuck Palahniuk, autor de la novela de culto que posteriormente fue adaptada a la pantalla grande (cinta que, debe remarcarse, posee un culto muchísimo mayor al material de origen), todo se trata sobre dejar "ir" y empezar a "ser". El escritor, que se considera a sí mismo como alguien poco sociable y sumamente nihilista, había ido un fin de semana a un campamento para relajar la mente y poder conseguir nuevas ideas para su próximo proyecto, cuando de la nada un grupo de personas cercanas a él comenzaron a poner música demasiado ruidosa. Acto seguido, el buen hombre se acercó para pedirles amablemente si podían bajar el volumen. Su reacción, común para cualquier mortal con un mínimo porcentaje de sentido moral y ético, desató una furia inexplicable en estos individuos que prácticamente, sin mediar palabra (y sin sentido alguno), comenzaron a pegarle en el rostro dejándole algunos moretones.
Pero lo más alocado e insensato de todo esto no fue que sólo recibió una paliza por pedir algo para nada alejado de lo que cualquiera podría pedir, sino que al otro día, cuando volvió a las oficinas de la editorial donde solía trabajar, la primer pregunta que le hicieron fue: “¿Cómo estuvo tu fin de semana?” El desconcierto de Chuck por notar lo que, paradójicamente nadie te estaba notando, fue lo que le impulsó a escribir la novela. Su estilo minimalista pero agresivamente revolucionario influyeron al - todavía - no legendario realizador David Fincher en adentrarse en un universo de conspiraciones, una apología caótica del falso mito de la toxicidad masculina y una crítica despiadada al consumismo desmedido propagado desde finales de los 80s en los Estados Unidos. Como bien dice Tyler Durden, el personaje interpretado por Brad Pitt, en una de sus tantas icónicas frases:
“Para hacer un omelette, hay que romper algunos huevos.”
Deconstrucción, muerte y resurrección. Ese parecería ser el proceso que diariamente llevamos a cabo todos nosotros en estos tiempos que corren, donde nos levantamos por la mañana anhelando ser alguien diferente, deseando en convertirnos en ese ese prototipo de persona que nos venden las redes sociales (algo así como lo que sucedía hasta no hace mucho con la televisión) y baboseándonos con la idea ridícula de alcanzar una supuesta… perfección. Desde el primer día que vi la película menos entendida de todos los tiempos, siempre me pregunté que hubiera pasado si se cambiaba el final. ¿Debería nombrarla? Vamos, estaría rompiendo su regla más estricta y creo que a esta altura todos saben bien de qué título hablo. Ten cuidado en seguir leyendo si no has visto la película, ya que se vienen spoilers masivos y una teoría que quizás te descoloquen más de lo que el final de la película te pudo haber provocado en su momento.
NADA, PERO NADA… ES REAL
En el final de F**** C*** Tyler Durden, nuestro protagonista y narrador no confiable de la historia, decide deshacerse de una de sus tantas personalidades (que también se hace llamar Tyler Durden) que creó luego de ser notificado por su médico de cabecera que tenía cáncer testicular, y así poder detener un anárquico plan maestro que en realidad nunca existió. Okey, eso fue bastante y quizás te preguntes ¿vos me estás diciendo que no sólo el protagonista en realidad se llama Tyler Durden, sino que también creo no una, sino varias personalidades, que su cáncer testicular era real y que prácticamente nada de lo que sucede en la película es verdadero? Primero, para que no se desequilibren como la rebelde versión de Tyler , pongamos contexto y demos sustento.
Tyler Durden es un hombre emocional y psicológicamente inestable que creó de manera progresiva varias personalidades después de enterarse que tenía cáncer testicular. Esta trágica noticia le provocó insomnio, lo que terminó convirtiéndolo en un fantasma andante que, luego de una “recomendación profesional”, comienza a pasearse por varios grupos de autoayuda para superar el dolor de saber sobre su condición. En el primero (el único que fue real), es donde se introduce a Marla Singer, una personalidad creada por su rechazo a saber que ya no tiene testículos en forma de mujer. Marla nunca interactúa con nadie a menos que no sea con él, camina por la calle como si no existiera (los autos le pasan por al lado sin notar su presencia) y posee cierto sentido moral que a Tyler le gustaría tener.
Pero, para poder desbaratar todo el sistema que lentamente lo consumía, decide separar una parte de él y así darle vida a un Tyler salvaje y extrovertido, todo lo contrario a lo que es en su día a día. Este Tyler roba coches, rompe todo lo que se topa con él, se viste como se le da la gana sin pensar en el “que dirán” y crea un ejercito de fanáticos anarquistas que detestan el capitalismo y las formas de vida estructuradas. Básicamente hace lo que quiere sin pensar en las consecuencias. En el final de la película el hombre toma consciencia de que debe deshacerse de esta voz para volver ser aquella persona normal que siempre fue ya que todo se le está yendo de las manos y probablemente no haya marcha atrás.
¿Qué significaba volver a ser una persona normal? ¿que, volver a tener un trabajo de 9 a 17 hs, comprarse muebles innecesarios en Ikea, "vivir en el planeta Starbucks"? La idea de esta lucha interna entre su versión "ideal" y la "robotizada" culmina con un intento de suicidio con una pistola que le deja un sangriento agujero en el cuello pero que también automáticamente elimina a este idealizado producto de su alienación. Pero ¿qué habría pasado si en realidad ese "producto de" nunca fue realmente eliminado?
La naturaleza humana, la interacción social, la relación entre el ser humano y el dinero, la libertad, el encierro: son varios los tópicos que toca la obra maestra del director estadounidense basada en la novela de Palahniuk, que lo aborda con una mezcla de humor histriónico, ligero y sumamente oscuro por momentos, una puesta en escena audaz, una extrañeza en su narrativa y estética que nos invita querer revisitarla, y con un puñado de actuaciones monumentalmente inolvidables.
F**** C*** es una de esas experiencias que nos empuja a querer mirarnos en el espejo y preguntarnos todo tipo de preguntas. ¿A que vine a este mundo, cuál es mi propósito, que espero de mí mismo? Con eso en mente decidí construir una corta historia alternativa dividida en dos parte que sirve como una secuela espiritual.
Primera Parte: La Soledad
Un fuerte viento se oye desde una pequeña y escondida ventana en una cabaña ubicada el corazón de un frondoso bosque. “¿Hay alguien allá fuera?”, pensaba el hombre mientras se rascaba la cabeza. Hacía mucho frío, el silencio se convertía lentamente en oscuridad y las maderas crujían con el calor del fuego en la chimenea, provocando un ruido que le inspiraba terror. El hombre, que se asoma con cierta desconfianza a la ventana para observar cómo se desata la fuerza de la naturaleza fuera de su aislado refugio, es Tyler Durden, el mismo que algunas décadas atrás había provocado un oleaje de violencia en contra del sistema capitalista con la creación de su “club de la pelea”, un provocador culto integrado por seres masculinos que se congregaban en diversos lugares tratando de encontrar algún significado propiciando golpes de puño entre ellos para así sentirse más liberados.
Pero Tyler, aquel líder que creía haber resuelto su enorme dilema socio existencialista colocando explosivos en las estructuras edilicias de las corporaciones más grandes para hacerlas volar por los cielos, nunca “mató” a su otra versión de Tyler, nunca tuvo un interés romántico que se reuniera con él para vislumbrar tal acto revolucionario, y definitivamente nunca pudo concretar ese plan maestro que pretendía derrocar de una vez y para siempre a las empresas que él mismo vanagloriaba meses antes cuando era un simple trabajador de oficina. Parte de todo fue producto de su imaginación, así como lo eran su carismático alter ego, su versión femenina, Bob… y todos aquellos que él creía que lo seguían.
Toda la rueda de producción, consumo y desecho siguió girando, y no había nada que él pudiera hacer para detener el proceso. El capitalismo parecía estar ganando nuevamente. Tyler ahora eran él y el otro Tyler, el histriónico, la voz de su inconsciente. Marla había sido estrangulada por sus pensamientos y todos sus reclutas habían desaparecido como por arte de magia. Su yo más fuerte coexistía con él las veinticuatro horas, clavándole la mirada constantemente y susurrándole en el oído diferentes ideas para crear un régimen propio, una nueva religión, otro sistema. La ironía era extrema, la propuesta parecía ambiciosa… pero Tyler prefería escuchar el ensordecedor sonido de la lluvia golpeando contra los ventanales.
— "¡Quisiera que nada de esto hubiera pasado. Quisiera volver atrás, a mis años de infante, en donde mi madre me tocaba el cabello y me hacía dormir, en dond…!", exclamaba lleno de rabia cuando de repente siente una de sus manos temblar.
Repentinamente Tyler se eleva en el aire con su mano derecha sujetando fuertemente el abrigo que viste, y es despedido contra la chimenea. Su primer reacción es una risa alocada. Todo esto le hace recordar a aquella vez cuando montó un retorcido escenario en su trabajo para que lo echaran y lo indemnicen por violencia en el trabajo. Su cabeza, que había golpeado contra el ladrillo de la estructura, le provoca un pequeño sangrado en su frente. Nuevamente su mano derecha intenta retomar el control y le empuja su rostro hacia el fuego:
— ¡Vamos! ¡Siente el dolor, no te escondas de él! ¡Toda tu vida te refugiaste, pero es hora de salir, es hora de quemarlo todo, de destruir!, arengaba el otro Tyler desde las sombras.
— Creo haberme tomado todo este tiempo para recapacitar ¿verdad?, se dijo para sus adentros.
Su mano se aleja, y Tyler toma aire. Su respiración, que se podía escuchar a varios metros, calma poco a poco. Da la vuelta y ve un hombre detrás de la ventana, mojándose y observándolo a través del vidrio empañado por la humedad. Su rostro, que no era del todo claro por la humedad impregnada en la ventana, le sonreía y saludaba al mismo tiempo. Se saca las pantuflas para evitar el ruido y se acerca hasta la puerta rápidamente, abre la puerta, y el viento junto a la lluvia le invitan a salir. Tyler comienza a sentir las consecuencias naturales del aislamiento y corre desesperadamente hasta la orilla de un lago cercano. En el muelle semi tapado por la niebla puede divisar una persona con una apariencia similar a él que lo mira, y le dice a lo lejos con voz baja, casi inentendible:
— "Es hora de saltar."
Segunda Parte: El desequilibrio
Tyler, que no logra escuchar bien, se acerca lentamente, pero en un abrir y cerrar de ojos cae al agua y su cuerpo hace fuerza por querer ir más hondo. Una suerte de gravedad invertida le empuja hacia el abismo y en la superficie ve su propio rostro, desalineado y sonriente. Se desmaya. Creía haberle puesto un fin a su agonía, pero Tyler (o más bien el otro Tyler) le tenía preparada una sorpresa.
Dos meses habían pasado de aquel pequeño incidente y Tyler se encontraba inmerso en un largo sueño. Veía varios hombres caminar de aquí para allá en su cabaña, muchos se acercaban y le preguntaban qué necesitaba. Algunos cortaban el pasto, otros hacían arreglos dentro del hogar y uno en particular siempre estaba sentado a un costado de la ventana en su habitación fumando un cigarrillo y escuchando música en un reproductor mp4. Algo le decía que Tyler, el más revolucionario, había vuelto con más saña y pensamientos más radicales.
— “Debo deshacerme de mí mismo”, pensaba en voz alta mientras se comía las uñas.
El tarareo de una canción resonaba en las escaleras. Mientras se recomponía, Tyler se dio cuenta que su otro yo no estaba sentado escuchando música y fumando. Las rodillas le dolían, pero hizo el esfuerzo de igual manera. A pasos de tortuga caminó hasta la puerta y vio que veinte hombres con su mismo rostro estaban planificando una suerte de revolución en la sala de estar: unos trazaban planos en las paredes, dos preparaban litros de café, uno estaba pegado a la computadora como una garrapata y el resto discutían cómo hacer para iniciar una nueva religión.
— “Hola Tyler”, repetían todos lo mismo. “Es hora de volver”, concluyó uno de ellos.
No había escapatoria. Tyler pensó en sacarse la vida pero ¿no era hora de hacerle caso a la voz de la conciencia y terminar lo que nunca arrancó?
Continuará…
POR JERÓNIMO CASCO
Publicado el 1 de NOVIEMBRE del 2024, 17.03 PM | UTC-GMT -3
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