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“Memory”: la frágil humanidad

La primera palabra que escuchamos en Memory es “recuerdo”. Dado el título del filme, no debería llamarnos la atención. Sin embargo, todos sabemos que la memoria no se compone únicamente de recuerdos, sino también, y de manera trascendente, de olvidos. Esto es parte de lo que la constituye como tal. Sin estos, los recuerdos serían tantos que tornarían nuestra existencia imposible. Esto es parte de lo que nos determina saludables. Elegir lo que conservar y lo que no es una constante en la tarea de la memoria. Esto puede darse de manera consciente o inconsciente. Pero además de los olvidos, debemos hablar también de los silencios; unos y otros no son sinónimos. El silencio muchas veces deviene de la incapacidad de comunicar, oscilando entre el ocultamiento y lo indecible. Todo lo cual, a su vez, adquiere otras connotaciones cuando la pérdida de memoria se produce por un deterioro de las funciones cerebrales y forma parte del avance de ciertas patologías, tornándose irreversible. Ni que hablar si este deterioro se da en personas a las que aún podríamos llamar “jóvenes”.

Algunas de estas reflexiones son las que surgen a partir del planteo de Michel Franco (Ciudad de México, 1979; Después de Lucía, Chronic, Las hijas de Abril, entre otras) en esta sólida, bella, poderosa, conmovedora y profundamente humana Memory.


Saul, que es un hombre maduro pero aún joven para pensar en una enfermedad de esta naturaleza, sufre de demencia de aparición temprana, una especie de Alzheimer precoz (aunque en el filme solo se habla de “demencia”), lo que lo hace estar desorientado y confundido, olvidar información recién aprendida y dificultarle la capacidad de recordar o directamente generar recuerdos. Esto es algo poco habitual en menores de 65 años. Sin embargo, él ha comenzado a padecerlo y su deterioro parece avanzar rápidamente. Vive con su hermano y su sobrina, quienes se encargan de cuidarlo y protegerlo. Presentan un buen pasar económico, por lo que pueden pensar en contratar acompañantes para Saul.


Sylvia, por su parte, es una mujer madura, madre soltera de una hija de 13 años, Anna, a la que no pierde de vista. Parece vigilarla constantemente, revisa sus pertenencias sin autorización, no consiente posibles citas ni noviazgos. Sylvia luce permanentemente nerviosa, tensa, temerosa; cierto rictus en su rostro, ciertos gestos corporales, ciertos tics lo denotan (la forma en que tranca la puerta también). Viven con lo que les brinda, que es poco, el trabajo como asistente social de Sylvia en un centro de cuidados diurnos para gente con discapacidades o enfermedades mentales diversas. Sylvia acaba de celebrar sus 13 años sobria junto a sus compañeros de Alcohólicos Anónimos. Se percibe el esfuerzo que ha debido realizar para lograrlo. Su hija la ha acompañado a la reunión por primera vez.

Estos dos seres frágiles, vulnerables, con algún grado de soledad importante en su existencia, se cruzarán por primera en una fiesta de reencuentro de exalumnos del instituto secundario al que asistieron en distintos momentos. Él se le acercará, ella abandonará la reunión rápidamente sin mediar palabra, él la seguirá -a pie, en subte-, ella incrementará su miedo y apurará el paso. Ya ingresando en una crisis nerviosa, Sylvia ingresará a su casa. Él, quien en todo momento ha mantenido una distancia prudencial, se quedará en la vereda, a las afueras de su domicilio y pasará la noche allí, a pesar de la lluvia y el frío posterior que se le gana por el cuerpo.


El primer intercambio de palabras se producirá a la mañana siguiente, cuando Sylvia lo vea tiritando en la vereda. Saul está perdido. Su hermano pasará a recogerlo previa llamada de aquella. Todo es muy confuso y el estado de alerta de Sylvia se incrementará notoriamente. El miedo y la inseguridad que siente parecen superar el acontecimiento concreto.


A partir de allí, los encuentros entre estos dos individuos aumentarán. Por distintas razones: intento de castigo, posibilidad laboral, cariño, huida imprevista, amor.


Saul anota algunas conversaciones para no olvidarlas; a veces las fotos despiertan sus recuerdos, cuanto más atrás vayan es mejor; no puede seguir una película; su sobrina le confecciona una tarjeta de reconocimiento en caso de extraviarse: “Saul Shapiro. Tengo demencia. Teléfono de emergencia...”. Mientras tanto, Sylvia sostiene su rutina: su trabajo, las reuniones en Alcohólicos Anónimos, el acompañar a su hija al liceo y desde el liceo; su alteración ante los llamados a la puerta también asoma como algo regular en su vida; ante quienes no le son familiares su cuerpo se contrae; cuando se deprime, el “enterrarse” en la cama parece tornarse casi literal. La cámara los acoge, los protege, intenta no invadirlos -sabe que no debe invadirlos-; a veces los vigila, como cuidándolos; toma distancia cuando es necesario. Ante todo, los respeta. Intenta comprenderlos sin juzgarlos. Atiende sus matices, su ternura, su sensibilidad... su esfuerzo vital, su lucha cotidiana en un mundo que por una u otra razón les resulta hostil. Sus propias familias pueden serlo. Nada será sencillo en este vínculo.


Saul y Sylvia son Peter Sarsgaard y Jessica Chastain. En buena medida, Memory se sostiene en ellos; no solo, pero de forma importante. Sus interpretaciones son sólidas, delicadas, sensibles, contundentes... entrañables. Los seguimos, los queremos, les deseamos lo mejor. Ellos se muestran transparentes, nos enseñan sus heridas, sus traumas, sus complejidades. Sus presencias se vuelven hipnóticas, nos subyugan. Como nos subyuga Michel Franco con el tempo elegido para el relato, que nos da tiempo para apreciar, para reflexionar, para intentar entender; con la intimidad de su cámara cargada de cariño, que no necesita de golpes bajos para conmovernos; con la canción que escucha Saul una y otra vez, y que encontrará nueva dueña; con el crecimiento de la luz que ilumina nuestro entorno -afortunadamente, como en la vida misma, al invierno lo sigue la primavera y a esta, el verano-.


Mientras tanto, Anna crece. Su proceso correrá en paralelo. Anna escuchará, preguntará, analizará, tomará decisiones, se hará cargo. Y cuando todos creamos que la estamos protegiendo, será ella la que nos arrope, nos cobije y nos traiga un té a la cama. El amor adquiere distintas formas y en muchas de ellas puede ser sanador. Tal vez resulte.

* * * * *


Ficha técnica


Título original: Memory

México/EE.UU., 2023, 103 min.


Dirección: Michel Franco

Producción: Michel Franco, Duncan Montgomery, Eréndira Núñez Larios, Alex Orlovsky

Guion: Michel Franco

Fotografía: Yves Cape

Edición: Óscar Figueroa, Michel Franco


Elenco: Jessica Chastain (Sylvia), Peter Sarsgaard (Saul), Brooke Timber (Anna), Merritt Wever (Olivia), Elsie Fisher (Sara), Josh Charles (Isaac), Jessica Harper (Samantha), Tom Hammond (Robert)

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