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An Astonishing Bit of Modern Horror: The Substance – Black Gate

"La gente siempre pide algo nuevo. Y a los cincuenta,

bueno, eso se acaba."

Una estrella es construida en el insignificante Paseo de la Fama en Hollywood. Podemos ver cómo es creada, vemos a su representante en carne y hueso saludar a la multitud que clama por su nombre, podemos sentir ese fervor, y segundos después vemos cómo empieza el proceso de “descomposición”: la erosión lógica del tiempo quiebra el material producto de las pisadas de la gente, le cae nieve que hiela la sangre, lluvia que moja los pensamientos, y un día como cualquier otro a un turista -o alguien que simplemente pasaba por ahí- se le cae una hamburguesa justo en medio de esa misma estrella. El ketchup junto a las cebollas son recogidas por esta persona y se aleja. "Parecen tripas", pensé yo, y no creo haber estado tan equivocado. El inmediato simbolismo de esta escena inicial narrada con maestría desde un plano cenital (ese en donde la cámara se posiciona verticalmente apuntando al suelo) me permitió entrar a este universo con regocijo. También es interesante mencionar que, a su vez, este más que inteligente prólogo puede ser interpretado como un resumen de la historia que se nos va a contar.

La fascinación de Hollywood por auto boicotearse es sencillamente fantástica. Muchas veces hemos visto como la propia industria aprueba relatos que critican y disparan sin pudor alguno a su costado más oscuro así como lo hecho por Damien Chazelle hace tan solo un par de años con su magnum opus, Babylon, pero me animo a decir que nunca nadie se había atrevido a convertir esa suerte de “sincericidio audiovisual” en un verdadero festín de sangre, deformaciones y pornografía como lo hizo Coralie Fargeat con su hipnotizante sátira en clave body-horror que es The Substance. La directora se dio el lujo de crear un universo ficticio -aunque no tan ajeno de lo que bien podría suceder en los suburbios de Los Angeles- en donde Elizabeth Sparkle, una bailarina estrella y conductora de un programa de ejercicios en la televisión, que bien supo saborear como nadie la gloria en un pasado es devorada metafórica y literalmente en el presente por cuestiones asociadas a las inevitables inseguridades de la vejez, el culto a la belleza y la codicia humana.

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“¿Alguna vez has soñado con una mejor versión de ti misma?”. La pregunta, que tranquilamente puede reflejar la la peor clase de veneno que hoy en día escupen falsos profetas en las redes sociales con la venta de sus falsas y superficiales vidas, es en realidad el slogan de “La Sustancia”, una promesa de la perfección humana en formato líquido -y creado con cero regulaciones y bajo dudosas circunstancias- que le llega a la famosa bailarina casi por casualidad luego de un accidente con su auto. Pero claramente sabemos, nada es casualidad en la glamorosa (y a su vez decadente) vida de las celebridades. Todo brillo en su momento se apaga, y es ahí cuando entra en escena la transgresora y fantástica idea de Fargeat de convertir la superficialidad de la belleza en un macabro horror que roza lo ridículo.

La propuesta es sencilla: luego de consumir el líquido, una nueva versión tuya nacerá de tu propio cuerpo, será la visible durante siete días (tu otro “yo” estará dormido alimentándose con un suero) y cuando finalicen esos siete días debes hacer la transfusión, volver a la otra versión, y así repetir el ciclo cuantas veces quieras.

El minimalismo planteado por la directora es magistralmente potenciado -entre muchísimos aspectos- por un soberbio uso de la cámara (muchos planos utilizan todo su potencial estilístico para dar la sensación de que estamos sintiendo lo mismo que los personajes), por el cálido escenario de Los Angeles que sirve de fondo para mostrar gráficamente la vista del departamento en el que vive Elizabeth (con un enorme cartel frente a su ventanal en donde se puede ver a ella misma con su perfecto rostro), por la magnética e hipnotizante banda sonora a cargo del compositor británico Benjamin *alias Raffertie* Stefanski, pero sobre todo, orquestado por sus tres actuaciones principales. El trío conformado por Demi Moore, Margaret Qualley y DennisQuaid se muestran en pantalla como las partes que conforman el círculo de la vida promedio del concepto de “celebridad”:

  • Elizabeth Sparkle (genial la autorreferencia, “sparkle” en inglés=brillo) es esa figura en sus cincuentas/sesentas con una vida acomodada, un departamento de lujo y dinero que brota sin cesar de su cuenta bancaria, pero internamente vacía. En un temprano momento de la película se cruza con un ex compañero de la primaria que le dice “sigues siendo la chica más hermosa de todo el mundo”, pero ella no valora las palabras, las da por sentado. Eso es lo que la industria le hizo creer toda su vida y ella, diariamente, se somete a verse reflejada en las gigantografías, cuadros y demás publicidades con su rostro para reafirmarse a ella misma como una estrella que nunca se apagará.

  • Harvey (cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia, si a vos te hablo Harvey Weinst***) es un asqueroso, misógino y superficial productor de televisión que solo ve el éxito en su horizonte. La escoria humana en todo su esplendor, un chupasangre de los millonarios vejestorios con traje que estuvo al lado (en el peor sentido de la palabra) de Elizabeth durante toda su carrera, pero que cuando es obligado a reemplazarla muestra su costado más despreciable. Dennis Quaid nunca me pareció un gran actor pero si uno muy efectivo: siempre cumple con sus papeles. En esta ocasión no solo cumple sino que entrega una performance que acierta en su afán de provocarnos repulsión genuina por el ser humano.

  • Sue es la versión más joven, más bella y perfecta de Elizabeth. Nacida desde la obsesión y los miedos modernos, su creación y desarrollo representa la analogía perfecta de la alienación humana. Lo interesante de ella es que en pantalla parece ser visualmente todo lo que su “creadora” quiere, pero internamente todo lo que odia. En la era de las redes sociales ¿acaso somos la misma persona aparentando tener dos vidas, o realmente estamos en una época de disociación colectiva? Es interesante como se plantea esto con la lucha que existe entre ambas, desencadenando consecuencias que van desde lo cómico, pasando por lo ridículo y culminando en lo desquiciadamente trágico. Margaret Qualley no se luce del todo en pantalla como lo hace Moore, pero entiendo que su rol sea más “plástico” y no tan profundo. Eso sí, en los minutos finales varios momentos en los que ella está presente casi me hacen dar un ataque de pánico en la sala de cine.


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La película se encuentra en dos partes claramente divididas por la visión que se tiene del cuerpo y la mente humana. En la primera Fargeat nos muestra, como si el lente de la cámara sea reemplazado por el ojo masculino (la primera escena en la que se presenta Dennis Quaid mientras orina en un baño el lente parece posicionarse a unos 15-20 centímetros como mucho), a la mujer como el “objeto perfecto”. La directora no tiene miedo en crear del culto a la superficialidad un festival cuasi pornográfico en donde el twerking y la seducción infinita pueden convertir al espectador masculino más deconstruido. La idea de que no han cambiado estas ideas primitivas en el presente, sino que lo han cambiado son las formas, está patente desde el principio: la máscara de la “inclusión” e “igualdad” en la actualidad no han venido a cambiar nada en muchos de los casos.

¿Me quiero ver linda para mí o para los demás? La pregunta, aunque sé que suena un tanto polémica, es una de las bases de lo que se construye progresivamente en el infierno corporal que resulta ser la segunda mitad. La idea del deterioro es impensada para esta figura, y a medida que comienza a convencerse de que no hay vuelta atrás, vuelve a perder los estribos. “La sustancia” equilibra las dos partes a la perfección: a pesar de que parece ser un producto trucho o poco revolucionario, en realidad resulta ser una despiadada crítica a la inseguridad. Nadie la obliga a tomar dicha sustancia a Elizabeth, las indicaciones de cómo utilizar el producto están perfectamente explicadas y funcionan de maravilla. Pero a medida que la otra versión comienza a alienarse los efectos secundarios provocan un caos que parecen no tener fin.

¿Estamos ante una de las mejores películas de terror de este 2024 entonces? Catalogar a ‘The Substance’ es limitarla. Puede que no genere los clásicos e infaltables sustos como si lo hacen otras exponentes del género, pero es una vuelta de tuerca necesaria para aquellos que amamos el abordaje menos estereotipado del horror. No la encerraría definitoriamente como una “de terror” ya que mezcla elementos del humor oscuro con una potentísima crítica social, pero si se puede encontrar en esa búsqueda del personaje principal por querer retroceder el tiempo a toda costa algo de inquietud y de mala espina que puede perturbar a cualquiera. De lo que sí estoy seguro es que estamos ante una película inolvidable, un futuro clásico de culto y una reinvención de lo que llamamos “la experiencia cinematográfica”.

POR JERÓNIMO CASCO

Publicado el 14 de OCTUBRE del 2024, 15.50 PM | UTC-GMT -3

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¿DONDE LA PODÉS VER? Por el momento se encuentra en cines y pronto hará su estreno en la plataforma MUBI


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