Todd Phillips nos volvió (una vez más) a engañar a TODOS

¿Era necesaria una secuela? Esa fue la primera pregunta que me hice luego de que se anunciara la continuación de la oscarizada (y muy levemente inspirada en el icónico villano de ciudad gótica) Joker. ¿Cómo la iban a abordar, cuánto más se podría exprimir la historia? Las posibilidades eran más que interesantes si se pensaban por tan solo un segundo. El primer capítulo nos introducía en la miserable vida de Arthur Fleck, un aspirante a comediante de stand up que detrás de esa fantasía onírica en donde triunfaba en el escenario vivía un presente marcado no solo por el abuso emocional, psicológico y físico que había tenido por parte de su madre y su padrastro en su infancia, sino también por el trato que recibía por la sociedad en general. En ese sentido la película, a diferencia de Arthur, fue la que verdaderamente triunfó al mostrarnos un reflejo del deseo colectivo que a veces inspira a ciertos individuos a cometer actos de terrorismo y vandalismo en nombre de la “revolución”.

Su transformación en el Guasón al final de la película estrenada en el 2019 planteaba un escenario ambiguo y dispar: un don nadie se coronaba como la máxima figura de la rebeldía social que se estaba gestando en la mítica ciudad. Pero Phillips decidió darle un giro a ese icónico momento en el que con sangre en sus manos Fleck dibujaba una sonrisa eterna en su rostro. El personaje interpretado por Joaquin Phoenix parecía haber construido todo en su mente y en la realidad se encontraba frente a una asistente social/psicóloga que le preguntaba sobre el porqué de sus actos. ¿ficción? ¿realidad? ¿Phillips se nos estaba riendo en la cara con una historia titulada ‘Joker’, pero que nada parecía tener del villano más popular de todos?

Mientras la fina e imaginaria línea se dibujaba en nuestras cabezas, sorpresivamente Warner recaudaba más de un un billón de dólares con un presupuesto que pasaba poco más de los 50 millones. Y como sabemos que son los números los que mandan en Hollywood, el director estaba casi obligado a realizar una secuela. Cinco años más tarde y con una confianza inmensa por parte de los productores en tener la vuelta de esta suerte de “historia de origen/inspiración”, llegó Joker: Folie à Deux. Pero ¿Se puede catalogar realmente a Arthur Fleck como el verdadero "Príncipe Payaso del Crimen"? Personalmente nunca me lo imaginé a Phoenix retratando una especie de gánster criminal con la mente retorcida, y gracias a Warner y todo el resto del equipo, este no es el caso. Esta secuela solo sigue explorando su psicología mediante una historia que parece ser más “grandilocuente” pero que se queda, en términos de entramado, sintiendo más pequeña.

En esta continuación el personaje se encuentra recluido en una institución para pacientes mentalmente desequilibrados de Arkham junto a un montón de reos y toda suerte de posibles criminales. Fleck, al igual que todas las personas encerradas, vive sus días en este recinto como si fuese un ente carente de vida. Su rutina se resume en levantarse de la cama, tomar sus pastillas, mirar la televisión y quedarse mirando a la nada. “¿Me das un cigarrillo?”, son las primeras líneas que pronuncia el personaje. La única relación humana que tiene es con un guardia de seguridad que parece estar bastante obsesionado con él, pero no es hasta el momento en el que se cruza por casualidad con una mujer que canta en uno de los pabellones, que comienza a sentirse vivo de nuevo.

Si, la trama de 'Joker: Folie A Deux' no abarca mucho más de lo que se mostró en los adelantos, pero sí juega (así como lo hacía en la primera) con la mente del espectador rozando los límites de lo que se puede considerar... lógico. Fleck se crea un mundo interno en donde la música es su escape de la realidad, pero también su perdición. La disociación es cada vez más fuerte, y resulta bastante complicado definir su sentido moral y humano. ¿Mártir o víctima? Y es que siendo honesto estamos ante una película que va a dividir a casi todos, que es demasiado ambigua y que en su afán de querer expandir su "universo" termina sintiéndose agridulce, para ser positivo. ¿Que es lo que quería demostrar su director? ¿Que mensaje pretendía dar, si es que existe tal en la obra? Las capas de los personajes en esta ocasión se encuentran plagados de grises que no me permitieron poder empatizar en ningún momento, ni siquiera con Fleck, al que parece aquejarle una suerte de trastorno de personalidad/alienación con la que no es posible conectar. Eso sí, pocas veces sentí tanta lástima por alguien como lo es con él.

Lady Gaga como Harley Quinzel (o Lee, como se hace llamar) parecía ser una adhesión más que interesante y bastante coherente. Cuando muchos (y me incluyo) deseábamos erróneamente en su momento “quiero ver al Joker de Phoenix pelear contra el Batman de Pattinson” sin sentido alguno ya que ambos son anacrónicos el uno con el otro y dado que Fleck no tiene alma de mente maestra, el nombre de la compañera criminal del guasón sonaba más fuerte. Puede catalogarse su aparición como un producto de la locura provocada por la figura de Fleck al final de la primera entrega, pero su presencia al final se siente más como una excusa para darle vida a una "historia de origen" -que seguramente nunca tendrá continuación- que una necesidad narrativa en sí.

El aspecto musical nunca termina de convencer, y cuando la historia requiere ese empujón de adrenalina que nos pueda hacernos sentir entusiasmados, se queda, vuelve a los cánticos pronunciados por Phoenix y Gaga, y el protagonista verdadero, que debería haber sido el avance natural de los hechos, se queda estancado en un juicio que tarda años en llegar. No voy a mentir, duele demasiado escribir estas palabras ya que quería con fiereza y anhelo amar esta película, pero simplemente no puedo. Todd Phillips, una vez más, me engañó. Pero esta vez no pude caer en sus redes, simplemente no compré.

POR JERÓNIMO CASCO

Publicado el 3 de Octubre del 2024, 15.22 AM | UTC-GMT -3

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