Inicio una serie de tres artículos sobre cine japonés, basados en los encuentros de la Peña de cada miércoles, cuya mecánica ya fue explicada en artículos anteriores. Vamos a intentar un camino hacia la esencialidad, por eso empezaremos por los nombres más rutilantes de la cinematografía japonesa, y por las historias más extraordinarias, que llamaron la atención del mundo. La idea es encontrar, hacia el final de ese camino, lo extraordinario que subyace en lo ordinario.
Empezaremos buscando una razón de ser, que es precisamente lo que significa el término Ikigai, compuesto por dos partes que representan dos conceptos. Por un lado Iki, que significa “Vida” (de allí por ejemplo sale el título de una película de Kurosawa, Ikiru (1952) que es Iki conjugado y por lo tanto significa “Vivir”. Y por el otro Gai, que viene de Kai y refiere a un cambio, o mejor a la persecución de un cambio.
En este primer artículo hablaré del cine de tres grandes cineastas japoneses, Akira Kurosawa, Masaki Kobayashi y Kenji Mizoguchi, sin ir tan a fondo en el análisis de cada uno (eso quedará para otro artículo futuro). Pero antes de esas historias, un poco de prehistoria.
El cine mudo tuvo algunas características inusuales en Japón, como la figura del Benshi, una suerte de presentador/comentador en vivo de películas que ganó mucha notoriedad en esos primeros años, al punto que retrasó la transición al cine sonoro.
Para el año 1908 ya había cuatro productoras de cine en Japón, de las cuales uno, el más célebre, Shochiku, continúa hoy en actividad. La películas de ese período se hacían teniendo en cuenta las intervenciones de los Benshi, con la excepción de un film muy influenciado por el cine de Griffth y su montaje paralelo, que tuvo un formato más occidental y se considera el primer gran clásico del cine japonés, Almas en el camino (1921) de Minoru Murata.
Se conoce como Setsumei al arte de narrar sobre películas proyectadas que llevaban adelante los Benshi. Uno de esos célebres presentadores fue Heigo Kurosawa, hermano mayor de un muy joven Akira. Heigo se quedó sin trabajo ante el ocaso de su profesión y terminó suicidándose algunos años antes de que su hermano se iniciara en el cine.
Rashomón, un antes y un después para el cine japonés
Akira Kurosawa nació en Tokio en 1910 (4 años después de Heigo). En 1936 comenzó a trabajar como asistente de dirección y en 1943 le llegó su primera oportunidad de dirigir. Pero recién su doceava película, Rashomon (1950) la que empezaría a darle notoriedad, sobre todo fuera de Japón. Hasta tuvo un premio especial honorífico en la entrega de los Oscar de 1951, ya que aún no se había inventado la categoría de Película Internacional, y hasta se dice que esta película fue el motivo para que se implemente ese premio. El film también ganó el León de Oro de Venecia ese año. Todo ese suceso le dio un prestigio en Japón que no habría ganado por sí solo, ya que su trabajo había sido recibido con cierta frialdad. También comenzaron las críticas por lo “poco japonés” de su cine, una idea muy cuestionable.
Rashomón está basada en dos relatos de Ryunosuke Akutagawa, escritos en 1915. Uno contiene lo esencial, el caso policial con sus versiones, mientras que otro está más relacionado con el principio y el final, y con el título, que alude al lugar en el que se encuentra el narrador, la semidestruida puerta sur de la ciudad de Kyoto. Antes de la transición del cine clásico al moderno, su tema la vuelve posmoderna en su abordaje de cuál es la naturaleza de la verdad. Cuatro versiones de una misma historia. Tres espacios y tres tiempos: el pasado que hay que descubrir, en el bosque, el juicio con un tribunal que nunca vemos (porque somos nosotros mismos quienes juzgamos) y el lluvioso presente desde el cual se cuenta la historia (y nadie filma la lluvia como Kurosawa).
La carrera de Kurosawa continuó con enorme suceso y ese vínculo tan particular que estableció con el resto del mundo, adaptando obras occidentales para sus películas y a la vez siendo adaptado en su cine por el internacional, en casos diversos como la remake norteamericana de Los siete samurais (1954) que lleva la historia al western, Los siete magníficos (1960). El gran Sergio Leone hizo su propia versión (sin permiso) de Yojimbo (1961), también llevada al western en Pon un puñado de dólares (1964). Kurosawa terminaría perdonando esa transgresión. También es conocida la influencia de su película La fortaleza oculta (1958) como fuente de inspiración de Star Wars (1977) de George Lucas.
Rigor formal y humanismo
Masaki Kobayashi nació en Otaru, Hokkaido, en 1916. No hay que hablar de hermanos en este caso pero sí de primos, ya que su prima Kinuyo Tanaka se destacó como una de las mejores actrices de la historia de Japón, y volveremos a hablar de ella. Tras su graduación universitaria en 1941 empezó a trabajar en los estudios Shochiku, pero su carrera al principio se vio truncada por la guerra ya que tuvo que incorporarse al ejército japonés y fue enviado a Manchuria. Allí sufrió el autoritarismo militar y las penurias de ser prisionero de guerra, y todo eso lo volcó en su cine, en particular en su trilogía conocida como La condición humana. Dicha trilogía, que está a la altura de semejante nombre, está compuesta por: No hay amor más grande (1959), El camino a la eternidad (1959) y La plegaria del soldado (1961). Es una dura experiencia pero vale la pena cada minuto de las diez horas que duran las tres juntas.
Tras ello llegaría la que quizás sea su obra maestra, Harakiri (1962) hecha con rigor formal samurai y a la vez cuestionadora de las rigideces de los sistemas institucionalizados. Con una laboriosa ingeniería del guion, mérito de Shinobu Hashimoto, quien fue también responsable del guion de Rashomon.
Entre sus obras posteriores se destacó Kwaidan (1964) que contrapone el rigor del blanco y negro de Harakiri con una explosión de colores mucho más pop, y la investigación de la historia por cuentos aterradores y fantásticos, como para mostrar la amplitud de las capacidades de este director.
Sensatez y sentimientos
Kenji Mizoguchi nació un poco antes que los otros dos directores mencionados, en 1898, en Kioto. Fue un auténtico pionero tanto a nivel formal como en el contenido de su obra. Tras una durísima infancia condicionada por la pobreza entra a trabajar en la industria cinematográfica en los años ´20, luego de una experiencia como ilustrador. Era un apasionado de la pintura, algo que pudo trasladar a sus obras cinematográficas. Ya en 1922 dirige su primer película y realiza muchos trabajos durante el período mudo. En 1936 completa dos de sus primeras obras maestras, Las hermanas Gion y Elegía de Osaka, también para los estudios Shochiku.
A diferencia de casi todos los directores de la historia del cine, sus trabajos más prestigiosos y aclamados fueron los últimos, hechos en la década del ´50 (Mizoguchi moriría joven, en 1956). Señalaré tres de ellos, La vida de Oharu (1952), Cuentos de la luna pálida de agosto (1953) y El intendente Sansho (1954). En las tres (y en todas las demás) se destaca por la composición de personajes femeninos y el retrato del difícil lugar que ocupa la mujer en la sociedad japonesa. También son ejemplos de su colaboración con la mencionada actriz Kinuyo Tanaka, con la que trabajó en quince oportunidades.
En el próximo artículo me referiré a los géneros en el cine japonés.
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