Elephant (estados fallidos)

Dirigida por Gus Van Sant, es una película que aborda el tema de la violencia en los colegios estadounidenses, inspirada libremente en la masacre de Columbine ocurrida en 1999. A primera vista, la película puede parecer una obra de arte hermética, con una cadencia más contemplativa y cerrada. Sin embargo, lo que Van Sant ofrece en "Elephant" es un estudio inquietante y profundamente desolador sobre el vacío existencial que permea la vida cotidiana de los adolescentes, un retrato de la desconexión y la alienación que puede llevar a actos de violencia indescriptible.

A diferencia de otros films que abordan el tema de los tiroteos escolares, "Elephant" evita las respuestas fáciles o las explicaciones simplistas. En lugar de analizar las motivaciones de los perpetradores desde un enfoque psicológico o moral, Van Sant adopta un enfoque distante, casi desapasionado. El resultado es una película que refleja la naturaleza fría y sin sentido de la violencia en sí misma, lo que la convierte en una obra difícil de digerir, pero extremadamente poderosa.

Desde el primer momento, "Elephant" desafía las convenciones narrativas tradicionales. La película sigue a un grupo de estudiantes de secundaria en lo que parece ser un día normal, mostrándonos sus rutinas aparentemente banales y sus interacciones cotidianas. En lugar de centrarse en una trama lineal, Van Sant nos presenta una serie de viñetas, siguiendo a diferentes personajes a lo largo del mismo día, desde diferentes ángulos y puntos de vista.

Este enfoque no es meramente un truco estilístico. La estructura fragmentada de la película refleja la desconexión entre los personajes y su entorno. La cámara sigue a los estudiantes a través de largos planos secuencia, flotando detrás de ellos mientras deambulan por los pasillos de la escuela, jugando al fútbol en el campo o simplemente caminando sin rumbo fijo. Estos momentos son a menudo silenciosos, sin diálogo, lo que refuerza la sensación de aislamiento. El espectador se convierte en un observador distante, al igual que los personajes están aislados emocionalmente unos de otros.

La técnica de Van Sant es deliberadamente distante y clínica, lo que puede resultar alienante para algunos espectadores. Sin embargo, este enfoque es crucial para la visión de la película. "Elephant" no busca dramatizar ni romantizar los eventos que retrata; en cambio, se presenta como una observación imparcial, casi documental, de la banalidad del mal.

Es llamativo e ingenioso la forma en que se trata la violencia. A lo largo de la película, Van Sant evita cualquier intento de explicar por qué los dos jóvenes, Alex (Alex Frost) y Eric (Eric Deulen), deciden llevar a cabo su ataque mortal. No hay monólogos expositivos, ni flashbacks que expliquen sus traumas pasados, ni escenas que exploren sus vidas familiares. En lugar de eso, vemos a los dos personajes prepararse para el tiroteo con la misma indiferencia con la que un adolescente se prepara para ir a la escuela. Juegan videojuegos violentos, escuchan música clásica y practican con armas de fuego, pero estos detalles no se presentan como las causas de su comportamiento. Son simplemente parte de su vida cotidiana. La jornada de disparos en la escuela pareciera ser una “prueba de valor superior” tras jugar durante mucho tiempo algunos videojuegos. Resulta interesante pensar que quizás quienes perpetúan este tipo de actos espantosos no son hombres con mascaras de jockey en la cara y motosierras sino más bien personas –usualmente varones- de aparente aspecto “normal”. Pueden ser tu hermano, tu primo o un amigo lejano y la demonización y exotización de estos individuos no es inocente, sino busca simplificar el debate y singularizar estos episodios violentos en vez de ver el vínculo entre todos ellos.

Esta falta de explicación es lo que hace que "Elephant" sea tan perturbadora. Van Sant no ofrece una solución clara o un culpable fácil al que podamos culpar por la tragedia. La película rechaza la noción de que la violencia puede ser reducida a una causa única o una serie de factores explicativos. En lugar de centrarse en las motivaciones individuales, "Elephant" parece sugerir que la violencia es un síntoma de algo mucho más profundo y sistémico, una manifestación de la alienación, el vacío y la desconexión que impregna la vida moderna. Esta lectura puede ser un poco difícil de digerir y de eso se trata. La cultura armamentística norteamericana, los discursos de odio y la noción de éxito que tienen genera una impredecible alquimia en el tejido social de sus adolescentes.

Este enfoque minimalista y despojado también se refleja en la forma en que se representa el tiroteo en sí. Van Sant evita el sensacionalismo y la explotación visual. La violencia se muestra de manera fría y distante, casi casual. En lugar de ofrecer un clímax dramático o una resolución emocional, el ataque ocurre con la misma indiferencia con la que se ha desarrollado el resto de la película. No hay música tensa ni montajes rápidos; solo una cámara que observa, implacable y sin juzgar. Esto nos da la sensación de un infierno silencioso, algo que sucede cotidianamente y quizás suceda muy cerca de nosotros y no lo sepamos. A su vez, la despersonalización de este montaje opera a favor de intentar comprender la psiquis o el comportamiento de los asesinos, en su mente siguen jugando un juego y las persona son presas a disposición de su capricho.

Aunque los personajes en "Elephant" son retratados de manera distante y a menudo desprovistos de profundidad psicológica, cada uno de ellos representa un fragmento de la vida adolescente en la sociedad estadounidense. Hay figuras que parecen comunes: el atleta popular, la chica tímida, el fotógrafo en ciernes, las adolescentes superficiales. Sin embargo, Van Sant evita las caricaturas y estereotipos simplistas. Estos personajes no son meramente clichés; son seres humanos atrapados en un entorno que los desconecta de sí mismos y de los demás. Los robustos arquetipos que encierran a cada uno hablan también de una despersonalización, de una falta de identidad, lo que aumenta la distancias entre los grupos sociales y su consecuente deshumanización por la carencia de empatía, por la carencia de noción de un “todos” que los englobe.

Un aspecto clave de la película es su enfoque en lo cotidiano. La cámara deambula por los pasillos de la escuela, capturando pequeños momentos de la vida de los estudiantes: conversaciones triviales, peleas menores, charlas con los profesores. En cualquier otro contexto, estas escenas parecerían insignificantes, pero en "Elephant", se vuelven profundamente inquietantes cuando se yuxtaponen con la violencia inminente. La película nos obliga a confrontar la idea de que la tragedia puede surgir de lo más ordinario. No basta con entender o buscar un origen o una razón, lo angustiante de ver estos actos consagratorios de violencia radica en que el mal ya esta hecho y aquello que se vislumbra como solución o razón por la cual fue hecho el crimen parece muy difícil de desenmarañar.

El título de la película, "Elephant", puede interpretarse de varias maneras, pero una interpretación común es que hace referencia a la expresión "el elefante en la habitación", es decir, el problema evidente que todos eligen ignorar. En el contexto de la película, el elefante podría ser la omnipresencia de la violencia en la sociedad estadounidense, una realidad que se ha normalizado hasta el punto en que se ha vuelto casi invisible. Las armas de fuego, la alienación social, la desconexión emocional y la falta de empatía son problemas que están presentes en la vida de los personajes, pero nunca se abordan de manera explícita.

Van Sant parece sugerir que la sociedad ha elegido ignorar estos problemas hasta que es demasiado tarde. Los adultos en la película, incluidos los maestros y padres, están notablemente ausentes o desconectados de la vida de los adolescentes. La indiferencia de los personajes adultos refleja una indiferencia más amplia en la sociedad, que a menudo parece impotente o incapaz de enfrentar los problemas subyacentes que conducen a la violencia.

Visualmente, "Elephant" es una película impresionante en su simplicidad. Van Sant utiliza largos planos secuencia, una cámara que sigue a los personajes desde detrás mientras caminan por los pasillos vacíos de la escuela. Esta técnica crea una sensación de inevitabilidad, como si los personajes estuvieran caminando hacia su destino trágico sin posibilidad de escapar. La elección de la música, en particular el uso de piezas clásicas como "Für Elise" de Beethoven, resalta la ironía, ya que estas composiciones atemporales contrastan con la brutalidad de los eventos que se desarrollan.

El estilo casi voyeurista de la película también sirve para subrayar la desconexión emocional de los personajes. Los estudiantes son observados desde una distancia, lo que refuerza la idea de que están aislados no solo entre ellos, sino también del espectador. En lugar de invitarnos a empatizar con ellos, Van Sant nos coloca en la posición de observadores impotentes, incapaces de intervenir o cambiar el curso de los eventos pero teniendo la misma visión privilegiada que tiene el agresor momentos antes de decidir atacar.

"Elephant" es una película que desafía al espectador a confrontar la realidad de la violencia sin ofrecer respuestas fáciles ni una conclusión reconfortante. En lugar de buscar una explicación o una solución, Gus Van Sant nos presenta un retrato inquietante y desolador de una tragedia sin sentido. La película no se preocupa por las causas de la violencia; en su lugar, se centra en el impacto devastador que tiene en la vida cotidiana de los personajes.

La verdadera fuerza de "Elephant" radica en su capacidad para capturar el vacío existencial y la desconexión que pueden llevar a actos de violencia extrema. Es una obra que exige paciencia y reflexión, y que, a pesar de su estilo minimalista y su narrativa fragmentada, deja una impresión indeleble. Al final, la película nos obliga a enfrentar el hecho de que la violencia, en su forma más pura, es a menudo tan inexplicable como inevitable.

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