La carrera de Nicolas Cage tomó en los últimos 20 años (o quizá más) una deriva extraña, un recorrido que por momentos parece anárquico, sin sentido alguno y en ocasiones nos hace suponer que todo es parte de un plan genial pergeñado para despistar. Por el momento, sea cual fuere la respuesta correcta, estamos ante un artista que, en cada uno de los casos, lo da todo. Longlegs, el objeto de nuestra atención en este artículo, constituye una de esas oportunidades en las que el actor brilla por su interpretación y la película como obra también es un acierto. Hablemos, entonces, del muy buen largometraje de terror psicológico que es Longlegs, dirigido por Oz Perkins, hijo del célebre Anthony Perkins, el Norman Bates de Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960).
Teñida por un tono ocre depresivo, oscuro, ominoso, Longlegs nos cuenta la historia de un psicópata que asesina a través de terceros. El villano en cuestión, a cargo de Nicolas Cage, es uno de esos que aparecen poco en pantalla pero son centrales en la historia, el relato y el concepto que deja flotando en el aire la película cuando aparece el The End.
La trama está ambientada en la década del 90 aunque con numerosos flashbacks a los 70s. En los dos casos el cuento trata sobre las acciones del freak que interpreta Cage, enfermo de obsesión y pulsión de muerte. Ante él, una agente del FBI con poderes sensoriales (Maika Monroe) lo busca y lo huele a través del tiempo, en las huellas que el killer deja a lo largo de sus truculentos crímenes.
En el film de Osgood “Oz” Perkins (que trabaja actualmente en una versión cinematográfica del cuento de Stephen King “The Monkey”) todo ambiente cerrado es pesadillezco o, como mínimo, está atravesado por la extrañeza. Tal es el caso de la oficina del jefe de la detective, donde reina un cuadro con la imagen de Bill Clinton (presidente de EEUU en aquellos años) que aparece una y otra vez a lo largo de la película, como un extra sin letra pero con sello de omnipresencia. ¿Qué tenía que ver con el caso del asesino serial el depredador sexual de la Oficina Oval?
En lo que podríamos encuadrar como el subgénero del terror familiar, sin mayores márgenes de error podríamos encuadrar allí tanto a The Texas Chainsaw Massacre (Tobe Hooper, 1974), La pianiste (Michael Haneke, 2001) o El clan (Pablo Trapero, 2015). S se nos permite la disgresión, pues entonces sumemos al grupo a Longlegs, que cuenta con algunas escenas escalofriantes en términos de lazos familiares. La escalada lenta es otro de los ítems que bien trata Oz Perkins en su relato: las cosas se aceleran sin que lo notemos, y cuando caemos en cuenta de ello ya es tarde.
El trabajo de Nicolas Cage, que para su Longlegs del título fue sometido a profusas sesiones de maquillaje, es de los más oscuramente brillantes de su carrera. Y sin dudas uno de los dos o tres más importantes de la etapa todoterreno que encara desde hace un tiempo.
Sin embargo, más allá de las críticas elogiosas que está recibiendo por su labor, el actor no está interesado en continuar por la senda de personajes freaks como el que interpreta aquí.
"Sé que el teléfono no va a dejar de sonar para interpretar a asesinos seriales después de Longlegs", declaró Nic Cage a la publicación The Playlist. Pero “eso no es lo que me gusta hacer. No me gusta la violencia. No quiero interpretar a personas que lastiman a otras", afirmó.
El caso es que, y a las pruebas nos remitimos, la filmografía de Cage indica que supo jugar roles de villanos y violentos de toda laya en varias oportunidades. Quizá el mejor y más logrado ejemplo sea Bad Lieutenant: Port of Call New Orleans (2009), de Werner Herzog. Con este punto de referencia, la flamante declaración del artista parecería marcar un corte importante en su carrera.
El otro gran involucrado de la cinta, su director, Oz Perkins, se refirió al legado que su padre dejó en su vida y, más que nada, a su declarada aversión al cine de terror. ¿El tipo que dirigió una de las mejores películas del género en 2024 y es hijo del psicópata más recordado (y querido) de la historia del cine, detesta al cine de terror?
"Mi padre fue, por un lado, una luz muy brillante en el género, habiendo creado uno de los personajes más indelebles del cine, sin mencionar las películas de terror, de crímenes y de asesinos. Así que había un orgullo intenso y radiante en torno a eso, mezclado con una sensación de incomodidad”; afirmó recientemente el realizador a la publiclación especializada The Hollywood Reporter.
Dijo más: “Cuando yo estaba entrando en la etapa de los 12 a los 15 años y empezaba a interesarme por el cine, mi padre hacía películas de terror muy malas”, disparó en una arremetida de honestidad brutal. Y acotó: “Le pagaban bien para ir a Europa y hacer mierda. Y era obvio que eran mierda. Así que la disparidad entre el cenit de todo, que fue Psicosis, y el declive, que fue, por ejemplo, una película de Dr. Jekyll y Mr. Hyde (Edge of Sanity, 1989, de Gerard Kikoine) que hizo cuando yo era niño, sembró en mí una inquietud con respecto al género de terror".
La necesidad de Perkins de marcar una diferencia respecto de sus pares está a la vista en el largo que acaba de estrenar, la elección de Cage es solo un elemento de ello. El paratexto de la película es la posición pública de su director respecto a ella, y en esa posición está, en parte, el significado del film.
"Por un lado quiero identificarme o expiar a mi padre siguiendo el mismo camino y representando el buen nombre en el género en cuestión”, apunta el director, que no puede al mismo tiempo dejar de marcar distancias, y entonces dice: “También tengo una especie de aversión hacia el género de terror. No diría que soy alguien a quien le gustan o no le gustan las películas de terror, pero no veo las nuevas, no me interesan. Nunca veré MaXXXine (Ti West, 2024), nunca veré Pearl (Ti West, 2022). Vi X (Ti West, 2022) por ciertas razones; no fue a propósito. No veo cosas contemporáneas, no me interesan en absoluto y eso no significa que no sean geniales. Estoy seguro de que son geniales y hacen feliz a mucha gente, que es lo único que realmente importa”.
¿Y entonces por qué hacés cine de terror, Perkins Junior? Contanos.
“Me gusta el género de terror porque es el género que permite más invención y fomenta más poesía. Es todo adivinanzas y aferrarse a lo que es esencialmente incognoscible", dice.
Por el momento, y con las pruebas a la vista, vamos a creerle.
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