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Alien: Romulus: un gran retorno a las raíces de la franquicia

Spoilers

“En el espacio, nadie puede oír tus gritos”, decía la frase que promocionaba Alien: el octavo pasajero en 1979. Esas mismas palabras se manifiestan en la secuencia inicial de Alien: Romulus, con un plano general del universo y su mortal, perturbador silencio. Este comienzo da la pauta de cómo Fede Álvarez quiso volver a las raíces de una franquicia que ya tiene más de 40 años y con ocho películas, contando los crossovers con Depredador.

La primera, dirigida por Ridley Scott y con guión e historia de Dan O'Bannon (con Ronald Shusett colaborando en la trama) provocó una revolución en el cine de terror y de ciencia ficción, mientras que la segunda, Aliens, dirigida siete años más tarde por James Cameron, se coronó como una de las mejores secuelas de la historia del cine, llevando a la trama a un grado de mayor acción.

Más tarde, la franquicia tuvo más bajos que altos, con una Alien 3 dirigida por un joven Dave Fincher, pero con una calidad que no llegaba a igualar a las dos anteriores, una olvidable cuarta y unas precuelas de Scott que se acercaban más a otro tono. Hasta que le tocó la batuta al uruguayo Fede Álvarez, conocido por haber incursionado en películas de terror como Don’t Breath (2016) o la remake de Evil Dead (2013).

La inmensidad y el silencio del espacio se marca reiteradas veces como un elemento de horror cósmico.

Lo que se promocionaba de la película hasta ahora no mentía; un retorno al horror cósmico, a los efectos prácticos, a las escenografías reales, a una atmósfera tensa y pesadillesca. Esa misma atmósfera que envuelve al espectador desde que el logotipo de 20th Century Fox se distorsiona y su fanfarria se vuelve una melodía atroz.

La obra comienza donde terminó Alien, con una nave buscando entre restos de desechos espaciales, hasta que encuentran lo que buscaban: el xenomorfo que Ripley expulsó del Nostromo en Alien, 20 años antes.

Un tiempo después, un grupo de mineros busca escapar de las garras de la opresora compañía Weyland-Yutani (la crítica empresarial es más explícita en esta entrega) e ir a otro planeta. Para ello necesitan tanques criogénicos con el fin de viajar los nueve años que dura el trayecto, y encuentran en una estación vacía en órbita lo que necesitan. Sin embargo, al llegar, se topan con un escenario de terror; la población fue diezmada por el Alien que habían capturado.

Alien: Romulus Wants to Be All the Alien Movies at Once | Vanity Fair
La figura del androide Andy es una vuelta al tropos de las primeras películas, pero con una mayor profundidad.

Se podría decir que la estructura de la película le debe mucho a la primera de la franquicia, pero Álvarez se las arregla para añadirle un soplo de aire fresco. La atmósfera manejada es sublime, una tensión que va in crescendo y que genuinamente provoca miedo, un uso de la mitología previa para jugar con ella de manera creativa y ofrecer secuencias brillantemente calibradas de terror y acción, como tomando lo mejor de la primera y segunda entregas.

Los personajes están bien construidos; Cailee Spaney, que ya brilló en Priscilla y Civil War, vuelve a destacar en esta obra con una gran versatilidad, mientras que David Jonsson, interpreta las muchas facetas por las que pasa el androide Andy en sus diferentes estadíos de programación. En ese sentido, esta película vuelve a tocar el tema de las “personas artificiales”, pero desde un enfoque más profundo que en las anteriores entregas. Con ecos a Blade Runner, se juega la importancia emocional del androide para los personajes, y qué lo diferencia (o no) de la humanidad.

Pero en este terreno también se encuentra para mí el único punto más flojo de esta obra. Rook es del mismo modelo que Ash, interpretado por Ian Holm en la primera película. De forma absolutamente innecesaria, haciendo una especie de fanservice más digna de Marvel o de Star Wars que de Alien (y en este caso con un CGI que no está a la altura de las circunstancias), se recrea al actor original para interpretar a este androide, el cual tiene el mismo objetivo que su doble: capturar al Alien y realizar experimentos sobre él.

Alien: Romulus' review: Scares in space, but at what cost? - InBetweenDrafts
Las secuencias conforman un eco de la primera, pero con un nuevo soplo de aire fresco.

El resultado de esos experimentos es una sustancia que se iguala a la aparecida en Prometheus, un puente con el lore de las precuelas que a pesar de su largo periodo de exposición no molesta en el desarrollo de la película; por el contrario, sirve para un espectacular tercer acto, con la criatura entre humana y alien que nace de la tripulante ya embarazada y combate contra Rain y Andy.

Allí radica tal vez el significado detrás del título de la obra; la madre adoptiva de Rómulo y Remo fue una loba, de ahí lo que la humanidad podría llegar a aprender del Alien, también una bestia. Y así como la muerte de Remo a manos de Romulus en la leyenda, también la historia se torna trágica con la muerte de la humanidad ante el ácido, la lengua monstruosa y la cola afilada de la criatura.

La obra termina de la misma forma que concluyen las primeras de Alien, con Rain escapando en el tanque criogénico, la única sobreviviente de un viaje que balancea a la perfección el horror cósmico con la acción, y que se sostiene como tal vez la obra más sólida de toda la franquicia desde Aliens.


Nota por Alex Dan Leibovich | Periodista | Redactor en Clarín, Peliplat y Erramundos.


Publicado el 16 de agosto del 2024, 4.36 PM | UTC-GMT -3.


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