Los sospechosos de siempre tal vez no fue bien recibida en las salas de cine durante su estreno, la cual formó parte de las películas más odiadas por Roger Ebert uno de los críticos más reconocidos a nivel mundial, pero fue bien recibida por muchos de los amantes y seguidores del género crimen/drama y es considerada una película de culto.
Ganadora del Oscar en 1996 por el guion original de Christopher McQuarrie -director de las cuatro últimas películas de la saga Misión: Imposible) y dirigida por Bryan Singer, y mejor actor de reparto para Kevin Spacey.
La trama sigue el interrogatorio de Roger "Verbal" Kint, un estafador de poca monta, que es uno de los dos únicos supervivientes de una masacre y un incendio en un barco atracado en el puerto de Los Ángeles. A través de flashbacks y narraciones, Kint le cuenta a un interrogador una intrincada historia de los acontecimientos que lo llevaron a él y a sus compañeros criminales al barco, y de un misterioso señor del crimen, conocido como Keyser Söze, que los controlaba.
La película se rodó con un presupuesto de 6 millones de dólares y comenzó como un título tomado de una columna de la revista Spy llamada The Usual Suspects, después de una de las líneas más memorables de Claude Rains en la película clásica Casablanca, y Singer pensó que sería un buen título de una película.
La película tiene un abrumante ritmo narrativo, el director Brian Singer mueve con entusiasmo la cámara la cual hacen destacar las escenas de acción, Kevin Spacey como el resto del elenco es de primer nivel, desde Gabriel Byrne a Chazz Palmintieri, pasando por Stephen Baldwin o Benicio del Toro.
Pero si por algo sería recordada Sospechosos habituales, además de por su elenco, su innegable guion y ahora también su ya su icónico villano, es por su desenlace. Un giro final inesperado que ahora podríamos llamar previsible pero que en los 90 nos voló la cabeza.
“El mejor truco que el diablo inventó fue convencer al mundo de que no existía”
Con esta famosa frase termina Sospechosos habituales y el testimonio de Verbal Kint. Después de relatar su encuentro con los otros cuatro sospechosos, su colaboración indirecta con Keyser Söze y el terrible ataque al carguero, Kint es puesto en libertad por falta de pruebas y libre de toda sospecha.
Poco después llega nueva información respecto a la investigación y el agente responsable del caso está ahora convencido de que el culpable es Dean Keaton (Gabriel Byrne) uno de los sospechosos, pero sus certezas duran poco: poco después de la partida de Kint, mientas el agente a cargo deja vagar su mirada sobre el muro de pistas de su oficina y sobre la marca escrita en el fondo de su taza de café, se da cuenta de que su interlocutor se ha inventado la mayoría de los nombres de su historia, y en particular el famoso empleado "Kobayashi".
Mientras intenta desesperadamente alcanzar a Kint, cuyo boceto ya se imprime a toda máquina en los fax de la comisaría, el pequeño delincuente ahora avanza sin cojear, con un paso sólido y claro: el de Keyser Söze.
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