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Pienso en el final (¿ya es un clásico?), de Charlie Kaufman

En el fragor de una industria que cada vez ofrece más y más productos de calidad dudosa, cuando no objetivamente descartables; en el vértigo de una vida que también cada vez más busca diversificar nuestra atención y nuestra memoria con distracciones de las más desatendibles, por lo insustanciales, sin embargo, apenas pasada la mitad del año 2020, en agosto, se estrenó una película que ya podemos predecir de manera indubitable se convertirá en un clásico de la década. Esta es I'm thinking of ending things, de Charlie Kaufman.

Quien haya visto alguna de las películas (¿Quieres ser John Malkovich? (1999), El ladrón de orquídeas (2002), Sinécdoque Nueva York (2008), son solo algunas), en las que Kaufman se halla comprometido como guionista y/o director, sabe que no se trata de un cine “fácil”; y no lo es por diversos motivos: el empleo de un lenguaje profundamente poético y propio; la búsqueda evidente de constituirse en un “autor”, no sé si de culto, pero sí bajo las condiciones que manda la tradición, si pensamos en artistas tales como Igmar Bergman, Akira Kurosawa o Roberto Rossellini.

Quien nunca haya visto una película de Kaufman, le recomiendo comenzar con Anomalisa (2015), película de stop-motion (aún, pensada para un público adulto), que, tal vez (y solo tal vez) puede ser la mejor manera de empezar a comprender la propuesta de este autor. Otra manera “amable” de empezar es con Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004), de Michel Gondry y con guion de Charlie Kaufman.

Es que, como con los antes citados, Bergman, Kurosawa o Rossellini -con Kaufman también- ver apenas una película de cualquiera de ellos, es nada más que un inicio, de lo que posteriormente, si se les da la oportunidad, será el descubrimiento de un entramado presupuestario (que engloba hipótesis, simbolismos, poéticas -no solo propias, también ajenas, muchas de ellas clásicas- observaciones de la realidad, etc.), y que hacen de su obra un mosaico, y en síntesis, un símbolo, al que podríamos llamar “el sentido Kaufman de la vida”. No es necesario seguir su obra de manera cronológica (aunque ayuda a armar el rompecabezas, a riesgo de que tardemos más en entusiasmarnos).
Por de pronto, el cine de Kaufman es simbólico, es decir, misterioso.

Como suele ocurrir en toda su obra, I'm thinking of ending things (cuya traducción literal es “estoy pensando en el final de las cosas”, es decir, no en un final indeterminado, como se llamó en Hispanoamérica (Pienso en el final), menos que menos el “Estoy pensando en dejarlo” (¿¿¿???) que le pusieron en España; la historia se inicia con un planteo costumbrista (de esos con los que cualquiera puede identificarse) que a poco de comenzar empieza a cubrirse de capas y más capas de enrarecimiento (en Kaufman, nunca nada es lo que hasta hace un rato nos parecía). Jake (Jesse Plemons) conduce su auto en lo que será un largo viaje, para llevar a su novia (Jessie Bucley) -sí, hasta parece que Kaufman hubiera elegido a sus actores por sus nombres- a conocer a sus padres (David Thewils y la siempre grandiosa Toni Colette). Sin embargo, desde el inicio del trayecto, no parece que la relación entre los jóvenes esté funcionando muy bien…

Aquí no vamos a hacer espóiler. ¿Acaso es posible espoilear esta película? Si aceptan el largo viaje en auto que conduce Jake, que lleva a su novia (¿cómo dicen que se llama?) de visita a “papá” y “mamá”, de pronto se van a descubrir ingresados a un mundo que por momentos resulta surrealista, por momentos poética pura, por momentos un “panic room”. Algún día habría que analizar el cine de Kaufman como por lo menos la invitación a un juego de rol.

Quien haya visto Sinécdoque Nueva York, podría acusar a Kaufman de reiterativo, de repetitivo. Otra vez la historia de un tipo inmerso, alienado, en su propia interioridad, empujado por sus cobardías y frustraciones. Es posible que este director/guionista parta, incluso, siempre, de las mismas premisas. Sin embargo, el goce que encontramos en su cine es por su modo, por su “cómo” contar cada historia, y tal vez, es que Kaufman esta siempre dándole vueltas a lo mismo, obteniendo una nueva impresión en cada giro, como de algún modo también lo han hecho siempre los grandes narradores clásicos. Y seguramente “nunca hay nada nuevo bajo el sol” y yo creo que siempre se trata de la observación de la condición humana.
Si Pienso en el final no es uno de los grandes clásicos de los años '20 de nuestro siglo, seguro sí la obra de Kaufman ya merece ser clásica de todos los tiempos.

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