Con ánimo de buen cine: explorando el arte de capturar momentos de Wong Kar-Wai

Corría el año 2019, y estaba emprendiendo la dificil tarea de ingresar a dos universidades para estudiar Artes Audiovisuales o, como ya muchos amigos, familiares y conocidos me decían, "ah, vos estudiás cine." Sí, en otras palabras, cine. Pero, entre todas las películas que vi, no hay ninguna que defina mejor esa palabra que Con ánimo de amar de Wong Kar-Wai.

Durante el proceso de ingreso, uno de los exámenes requería ver una lista extensa de filmografía y bibliografía. Entre los grandes nombres de Alfred Hitchcock y Federico Fellini, apareció esta película hongkonesa que, al principio, no me despertaba un especial interés. Aún así, me devoré la hora y media que dura la película. Y déjenme decirles, esta pequeña casualidad fue algo que cambió mi vida para siempre.

¿Y por qué hablo de casualidad? Sin saberlo, ya había visto otras películas de Wong Kar-Wai, como My Blueberry Nights, con actores mucho más conocidos como Jude Law, Natalie Portman o Rachel Weisz. Y la cual recomiendo mucho ver para aquellos que quizás no quieran entrar de lleno en la filmografía del director con una película con la premisa de un amor no correspondido en la Hong Kong de los años 60. Porque sí, hay que admitir que la trama de Con ánimo de amar puede parecer un poco densa si no estás acostumbrado al estilo del director.

Antes de ver Con ánimo de amar, pensaba que quería estudiar cine, pero después de

verla, esa idea se transformó en una certeza. La maestría de Wong Kar-Wai en contar historias a través de imágenes y emociones, su uso tan meticuloso del vestuario para definir la época y los personajes, y su montaje que se siente como una danza perfectamente coreografiada.

Este director tiene una forma muy particular de hacer cine. Sus películas no solo se ven, se experimentan. Utiliza el tiempo y el espacio de maneras que desafían las convenciones narrativas tradicionales. Por ejemplo, en Con ánimo de amar, los personajes principales, interpretados por Tony Leung Chiu-wai y Maggie Cheung , están atrapados en un ballet de miradas y gestos sutiles, un juego de seducción que nunca se consuma pero que deja una marca indeleble en ambos.

Era como si cada plano fuera una pintura, cada movimiento de cámara una coreografía perfectamente ensayada. Para la media hora de película, supe que había encontrado a un director que no solo contaba historias, sino que también las hacía sentir. Cada detalle está tan cuidadosamente pensado que uno no puede evitar sentirse transportado a esa Hong Kong de los años 60.

Uno de los elementos más logrados de Con ánimo de amar es el uso del tiempo y los relojes. Cada vez que un reloj aparece en pantalla, no solo marca la hora, sino que también subraya la inevitabilidad del paso del tiempo y la fugacidad de los momentos compartidos entre los protagonistas. Es como si Kar-Wai nos recordara constantemente que el tiempo es un enemigo silencioso, despojándonos de las oportunidades que nunca tomamos. El humo, presente en muchas escenas, crea una atmósfera de misterio y nostalgia, envolviendo a los personajes en una nube de recuerdos y deseos no cumplidos. Cada bocanada de humo parece contener sus pensamientos y emociones reprimidas, agregando capas de significado a sus interacciones silenciosas.

El montaje de la película es una obra de arte en sí misma. La repetición de escenas, los saltos temporales y el uso de la cámara lenta crean una sensación de nostalgia y anhelo que resuena profundamente. Es como si Kar-Wai estuviera pintando con el tiempo, capturando momentos fugaces y eternos al mismo tiempo.

El vestuario también juega un papel crucial en la película. Maggie Cheung luce una serie de qipaos (también conocido como cheongsam, es el vestido típico de China más popular a nivel internacional) que no solo son visualmente impresionantes, sino que también sirven para marcar el paso de los días y las estaciones. Cada cambio de vestido refleja no solo la rutina de la vida cotidiana, sino también la evolución emocional de su personaje.

Uno podría decir que Kar-Wai es el Hitchcock de las emociones reprimidas o el Fellini de la cotidianidad exarcerbada. Su capacidad para capturar la belleza en lo mundano y lo doloroso en lo efímero es lo que lo hace tan especial. Y aunque sus películas pueden parecer lentas o difíciles de entender al principio, tienen una profundidad emocional que pocas veces se encuentra en el cine de ahora.

Wong Kar-Wai tiene una capacidad única para hacer que lo cotidiano se sienta extraordinario. En Con ánimo de amar, cada momento, por pequeño que sea, está cargado de significado. Las escenas en las que los protagonistas se cruzan en el pasillo, intercambian miradas o comparten una comida sencilla, están llenas de una tensión emocional palpable. La película explora temas universales como el amor no correspondido, el deseo y la soledad, pero lo hace de una manera tan íntima y poética que resulta imposible no sentirse conmovido.

Una de las cosas que más me impactó de Con ánimo de amar fue la forma en que Kar-Wai utiliza el espacio. Los estrechos apartamentos, los angostos pasillos y las calles llenas de gente crean un sentido de claustrofobia que refleja el estado emocional de los personajes. A través de su uso del encuadre y la composición, Kar-Wai nos muestra cómo los personajes están atrapados en sus propios mundos, incapaces de escapar de sus sentimientos.

La música también juega un papel crucial en la película. La melancólica banda sonora, con piezas como Yumeji's Theme, subraya la tristeza y el anhelo de los protagonistas. Cada vez que la música suena, nos sumergimos aún más en el mundo emocional de los personajes, sintiendo su dolor y su deseo reprimido.

Y claro, cómo olvidar el tema Quizás, Quizás, Quizás de Nat King Cole, que aparece de fondo como un recordatorio constante de las posibilidades y los desencuentros. A veces, todavía me encuentro tarareando la canción mientras espero algo que nunca llega, como cuando pedís un delivery en un día de lluvia.

Para aquellos que sean fans de la lectura oriental, muchas veces me encontré comparando a este director con mi autor favorito. Quizás ya lo adivinaron, pero estoy hablando de Haruki Murakami. Al igual que en las novelas de Murakami, la narrativa de Wong Kar-Wai está llena de una melancolía y una sensación de anhelo que resuena profundamente. Murakami y Kar-Wai comparten una habilidad única para capturar la belleza en la soledad y el deseo. Ambos autores crean mundos donde los pequeños detalles cobran una importancia enorme. Al leer Tokio Blues o Kafka en la orilla, uno puede sentir la misma clase de conexión íntima y emocional que al ver Con ánimo de amar. Murakami tiene el don de hacerte sentir que estás viviendo dentro de sus páginas, al igual que Kar-Wai te hace vivir dentro de sus fotogramas.

Después de ver Con ánimo de amar, supe que no solo quería contar historias, sino que quería hacer que se sintieran. Quería crear mundos tan vívidos y emocionalmente cargados como el de Kar-Wai. Esta película me mostró el poder del cine para tocar el alma y dejar una impresión duradera.

Una de las lecciones más importantes que aprendí de Wong Kar-Wai es la importancia del detalle. En cada película suya, cada elemento, desde el vestuario hasta la iluminación, está cuidadosamente pensado. Esta atención al detalle es lo que hace que sus películas sean tan ricas y complejas. Al estudiar su trabajo, aprendí a apreciar la importancia de cada decisión creativa y a entender cómo cada elección puede contribuir a la narrativa y la emoción de una película.

Kar-Wai también me enseñó la importancia de la paciencia. Sus películas suelen caracterizarse por un ritmo lento y meditativo, permitiendo que los personajes y las emociones se desarrollen de manera natural. Aunque, tengo que admitir, que aprender paciencia de Wong Kar-Wai es un poco como aprender a cocinar con recetas de la abuela: te va a llevar tiempo, pero el resultado es un plato único.

Con ánimo de amar no solo es una obra maestra del cine, sino una experiencia que los invitará a mirar el mundo con nuevos ojos. Porque al final del día, eso es lo que el buen cine hace: nos transforma, nos inspira y nos recuerda por qué empezamos este viaje en primer lugar. Es una invitación a sentir, a reflexionar y a enamorarse del cine una y otra vez. Y es, sin duda, la película que me marcó y funcionó como un recordatorio de por qué amo el cine y por qué quiero dedicar mi vida a él.

Así que, si alguna vez sienten que están perdiendo la pasión por algo que aman, les recomiendo que vean una película de Wong Kar-Wai. Podría ser el recordatorio perfecto de por qué empezaron en primer lugar. Y si no, al menos podrán disfrutar de una obra maestra del cine.