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Harry Potter y la vida mágica que todos deseamos.

No es necesario pensarlo durante mucho tiempo, Harry Potter, más que una película excepcional, o una saga de fantasía extraordinaria; es una llave para una vida mágica.

Una historia, acerca de un niño que vivió ante el mayor de los peligros de su mundo, siendo solo un bebé quedo huérfano, vivió su infancia con personas que lo detestaban, creyó que era un inútil y, sintió que no era nadie. Pero, un día, la magia llegó a su vida con una simple carta, una carta que abrió las puertas a un mundo de aventuras.

Apuesto que muchos daríamos lo que fuera para que esa carta llegara a nuestra puerta; que interrumpiera la discusión matutina de mamá y papá, que silenciara al perro del vecino, que nos alejara del bravucon de la escuela y nos invitara a un mundo, una versión de la realidad en que todo es posible, donde con las palabras correctas y la fuerza de voluntad suficiente, podemos vencer cualquier cosa. Un mundo donde nuestro mayor miedo puede volverse algo ridículo y, donde sin importar que tan terrible sea un accidente, con la poción correcta puedes quedar como si no hubiera pasado nada…

Yo también desearía vivir allí, en el mundo de mágico donde todo es posible, lo bueno y lo malo, y que, si algo llegara a ser demasiado malo, podríamos volverlo bueno.

Si viviera en ese mundo, como protagonista o como un estudiante más de Howarts, les aseguro que sería muy feliz. ¿Quien no? Podría sacar los malos recuerdos de mi mente, podría tener amigos, y tendría magia. Me acostaría todas las noches pensando en que el mundo será mejor a la mañana siguiente, porque ¡Hay magia!, y si hay magia la pobreza mundial se acabaría, y las guerras también, el agua sería más que suficiente, no existiría el calentamiento global y todos en el mundo serian felices. En ese mundo, una niña como yo no tendría que llorar jamás, y aunque la magia no haría que mi vida fuese eterna, cuando llegase la hora de mi muerte, moriría feliz y tranquila porque el mundo es mejor, es bueno, y lo malo se volvera bueno, porque la magia existe y hay personas buenas que la usarán para hacer cosas buenas.

Cuando la película se termina, volvemos a la realidad y nos encontramos con que el mundo es bueno, si, pero esta repleto de personas malas; es de mañana, papá y mamá están discutiendo de nuevo, el perro del vecino le ladra al cartero, mi hermano llora porque tiene hambre, entonces mamá maldice algo, y papá la maldice a ella. Todos gritan, hasta el viento grita, y siento que me estoy ahogando, llego a la escuela, allí todos se ríen, y ahora los gritos de antes son risas, risas que asfixian y me acorralan en la pared, que me quitan mi comida y tiran mi vaso de jugo al suelo. No puedo hacer nada, no puedo gritar porque tengo miedo, y no tengo una varita, y el encantamiento que vuelve mis miedos algo ridículo ahora no funciona, entonces recuerdo, la magia no existe.

No sé exactamente en que momento me dejo de doler el hecho de que la magia no existe, pero si sé que fue a partir de los 14 años, que descubrí algo un poco contradictorio, descubrí algo poderoso, algo especial, algo increíble casi…mágico. No, no puede acabar con el hambre de muchos, o con las guerras, pero si puede defenderme, y puede calmarme, y puede consolarme y decirme que puedo salir adelante. Esperanza.

Cuando vemos una de estas películas, desde el primer segundo, es como si estuviéramos allí, y tenemos la sensación de que podemos hacer cualquier cosa, y de que somos diferentes e importantes, de que no estamos solos, de que hay algo mágico muy cerca, que podemos tocarlo, podemos usarlo y durante todo el transcurso de la película, nos aferramos a creer que es cierto, es real, la magia existe, la magia es real, y creemos tanto en ello que se vuelve, en cierto modo real.

Entonces, ¿la magia es real o no?. Depende, he llegado a la conclusión de que esta no existe por si sola, pues, debemos crearla. A partir de nosotros, de nuestras acciones; por ejemplo, alzar la voz entre la de mamá y papá, levantarse ante el bravucon o ser indiferente ante las burlas. Como seguir adelante, vivir, sonreír y disfrutar lo más posible. Experimentar. Sentir. Vivir. Atesorar los paisajes, las tardes con amigos; entonces, una puesta de sol se vuelve más hermosa que cualquier cosa, un recuerdo de la familia se vuelve más poderoso que un Patronux, y, aunque los hechizos no son reales, podemos dejar por cada lugar en el que estemos una huella de bondad y alegría y felicidad.

Y no, el mundo de Harry Potter no es real, y la vida mágica que todos queremos tampoco, pero, el mundo real es lo suficientemente magnífico como para volverse mágico, solo hace falta que nosotros tengamos coraje para enfrentar los miedos, y amor para aquellos que lo necesitan, y bondad, mucha bondad, entonces haremos del mundo un lugar bueno, con cada vez más personas buenas y tal vez en un futuro, ya no necesitaremos magia.

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