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Crítica en retrospectiva: El señor de las moscas (Lord of the Flies, Harry Hook, 1990)

Spoilers

Un grupo de niños se queda varado en una isla perdida en el medio del océano, después de que el avión donde viajaban sufre un accidente. Lo que inicia como una historia de aventuras y aprendizaje, pronto se convierte en un relato acerca de la degradación y el salvajismo de los seres humanos.

El señor de las moscas (Lord of the Flies, Harry Hook, 1990) es la segunda adaptación homónima de la novela más famosa de Sir William Golding, que, como es usual en las adaptaciones cinematográficas de obras literarias, recorta y cambia algunas partes del texto original con diversos propósitos narrativos.

La película inicia con una toma del malherido piloto del avión (Michael Greene) hundiéndose en el océano, entretanto, a su alrededor, los niños intentan salvarse del accidente; solo uno de ellos se preocupa por salvar al hombre. Este momento no ocurre en la novela, así como otros que involucran al piloto, pero sirve para introducir la temática de la historia: el hundimiento del ser humano en un abismo sin fondo, del cual algunos intentan salir y rescatar a los demás, mientras otros no pueden salvarse a sí mismos y mucho menos a nadie más.

Después del caos general del accidente, el grupo de niños sobrevivientes ―junto al moribundo piloto― llegan a una inhóspita isla a bordo de una balsa de emergencia. En la novela no se especifican el año de la diégesis, la ubicación de la isla ni cuál es la guerra que funciona como trasfondo de la historia; asimismo, se indica que los niños son británicos, aunque esto no tiene tanta relevancia. Por tanto, que en la película los niños sean estadounidenses, o que la historia se desenvuelva entre los años ochenta y 1990 (en parte lo inferimos porque se mencionan a Rambo y Alf, personajes populares de los ochenta), no desentona con el relato de Golding; al contrario, resalta la atemporalidad y universalidad de su historia.

La isla no solo es el espacio en el que se ubica la trama, sino que afecta ―de una forma u otra― el desarrollo de todos los personajes, convirtiéndose en un escenario perfecto para retratar la lucha entre barbarie y civilización: con el paso del tiempo, que obliga a los chicos a soportar más la dureza de la naturaleza, la propia inclemencia de estos se hace mayor. Incluso, en el plano cinematográfico, el color del follaje, que cambia progresivamente de un verde vívido a uno más opaco, o la importancia creciente de las sombras, insinúan los cambios emocionales y morales que viven los niños.

La transformación grupal e individual de los jóvenes personajes también está denotada a través de su caracterización física. Al inicio se nos presentan vistiendo uniformes parecidos a los de alguna escuela militar, como cadetes, que simbolizan disciplina, vocación de servicio, obediencia e igualdad. Por ende, a medida que van abandonando las costumbres civiles, es acertado que, a la par, se desprendan de los uniformes y ropas para pintarse los cuerpos de manera tribal y deambulen semidesnudos, como una forma de rechazo a su vida anterior.

Al igual que la novela, en el filme destacan cuatro niños: Ralph (Balthazar Getty), el protagonista, quien trata de mantener el orden, hacer reglas y pedir sanciones para quienes las transgreden; Jack (Chris Furrh), el antagonista principal, más instintivo, violento e irreflexivo que el resto, y el primero en dejar de usar su uniforme, inclusive; Cerdito (Danuel Pipoly), el amigo más cercano de Ralph, el más racional y pacífico de todos; y Simón (James Badge Dale), sensible y compasivo porque vela por la salud del moribundo piloto. A su manera, Ralph, Jack, Cerdito y Simón representan distintos aspectos de la condición humana, que muchas veces pugnan en cada persona.

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El resto de los chicos se pueden tomar como un personaje grupal, que representan a la sociedad de cualquier país y tiempo que se debate entre seguir a diferentes tipos de líderes. Es cierto que en Ralph ven orden, pero también normas rígidas y responsabilidades, cercanas al mundo de los adultos que fue y ya no existe; en las ideas del demagogo Jack hay una innegable incertidumbre por el porvenir, aunque al mismo tiempo pocas restricciones y una suerte de libertad.

No es casualidad, pues, que el primer conflicto dentro de la sociedad de estos niños perdidos se dé entre Jack y Cerdito, irracionalidad y raciocinio, respectivamente, deviniendo en una hostilidad cada vez más creciente entre ambos. De ahí surgen lógicas discrepancias entre Ralph y Jack, orden y descontrol, autoridad y desacato; mientras el primero busca salvar esta precaria sociedad infantil, el otro hace lo propio, pero llevándola al caos. Y, por último, cuando el señor de las moscas reina en la imperturbable isla, Jack y su tribu aniquilan al solitario Simón, así la crueldad acaba con la clemencia, y la masa al individuo.

¿Quién es el famoso ser que le da el nombre a la historia? Tanto en la novela como en la película es una pútrida cabeza de jabalí, repleta de moscas, cercenada y empalada en una lanza por Jack; su nombre, además, proviene de Belcebú, uno de los principales demonios de la mitología bíblica conocido también como “el señor de las moscas”. La cabeza de jabalí no es un personaje, sino una ofrenda inconsciente que Jack hace a la oscuridad y, sobre todo, una poderosa alegoría del salvajismo imperante. Su descripción física y la metáfora que representa son un poco más impresionantes en el libro, pero en el filme todavía funciona bastante bien para profundizar el sentido general de la temática.

El Señor de las Moscas, de Harry Hook: ¿qué dijo la crítica de la película  en su estreno? | Tomatazos

Debido a lo anterior también nos resulta conmovedora la soledad e indefensión a las que son empujados Ralph, Cerdito y Simón, porque ellos ―niños al fin de cuentas― desconocen el verdadero peligro que corren. Pero los espectadores, con los indicios e informaciones que el filme les da sobre la degradación de Jack y los suyos, conocen la triste realidad: la brutalidad se apoderó del resto y no tienen adonde escapar.

La triste muerte de Simón, en la oscuridad de la noche, señala por una parte que la mayoría de estos chicos están muy cerca de la locura, aunque todavía persiste la duda si lo hicieron con plena consciencia; por otra, se puede interpretar como el fin del lado más sensible de la horda. No obstante, el despiadado asesinato de Cerdito es más trágico por varios motivos: era el personaje más encantador del conjunto; sucede a plena luz del día, con lo cual cualquier duda de ingenuidad es apartada; y, especialmente, porque los niños no sienten remordimiento, ya no logran distinguir entre el bien y el mal. Y así como el asesinato de Simón es una especie de metáfora del fin de la inocencia, el de Cerdito sería la muerte de la parte racional de la tribu, de la cual solo los gemelos (Andrew y Edward Taft) conservan un rescoldo de sensatez.

Hasta el final, Ralph se mantiene como el héroe de la historia, porque es el único que, a pesar de luchar desesperadamente contra los demás, se aferra a lo que es correcto en un lugar en llamas, sin reglas. Por eso, cuando los atónitos marines llegan a la isla, observan a los seres bárbaros en que se convirtieron la mayoría de los niños y salvan involuntariamente a Ralph, nosotros podemos respirar un poco aliviados: si en esta historia de horror, acerca de la naturaleza del mal, al menos uno logró conservar su humanidad, todavía hay esperanzas en las personas.

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