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Crítica: La primera profecía (The First Omen, Arkasha Stevenson, 2024)

Spoilers

La primera profecía (The First Omen, Arkasha Stevenson, 2024), precuela de La profecía (The Omen, Richard Donner, 1976), cuenta la historia de Margaret (Nell Tiger Free), una novicia estadounidense enviada a Roma para tomar los votos monásticos. Pero pronto Margaret verá cuestionada su inquebrantable fe cuando deba enfrentarse a una conspiración en el seno de la Iglesia para traer a la vida al Anticristo.

Los años setenta fueron una de las más prolíficas, arriesgadas y memorables décadas del cine de terror. En parte, esto se debe a sus películas pesimistas sobre niños macabros (o adolescentes, en algunos casos) como El exorcista (The Exorcist, William Friedkin, 1973), ¿Quién puede matar a un niño? (Narciso Ibáñez Serrador, 1976), Carrie (Brian De Palma, 1976) o La profecía. En líneas generales, todas pusieron en entredicho la pureza de la infancia, e hicieron énfasis en que el mal puede germinar en cualquier persona si las circunstancias son apropiadas o aun sin un motivo aparente.

Este primer largometraje de la talentosa directora Arkasha Stevenson sigue la estela tanto del clásico de Richard Donner como de las obras mencionadas, para explorar los inagotables temas que plantearon y otros más actuales. Asimismo, igual que su antecesora, La primera profecía se enmarca dentro del subgénero del terror religioso, cuyo centro es el cuestionamiento de la fe de los protagonistas y, a través de ello, hacer que los espectadores duden de sus propias creencias.

Desde el inicio en que el padre Brennan (interpretado por Patrick Troughton en 1976 y ahora por Ralph Ineson) escucha la confesión del otrora apóstata padre Harris (Charles Dance), el filme introduce varios aspectos del mencionado subgénero y de la misma historia, que serán mejor explorados más adelante: el pecado, el mal absoluto, el infortunio y la corrupción dentro de la Iglesia.

Luego de esta suerte de prólogo, la narración nos presenta a la hermana Margaret llegando a Roma en 1971, en un contexto de agitación política y social, en el cual partidarios de derecha e izquierda se enfrentan en las calles sin que se mencionen los motivos, aunque tampoco es necesario. A través de los primeros diálogos del cardenal Lawrence (Bill Nighy), mentor y protector de Margaret, se plantea una idea que se relaciona con lo anterior y será pertinente a lo largo de la historia: el caos general se debe a una crisis de fe que aleja a las personas de la Iglesia católica y las empuja a la anarquía.

Esta visión de Lawrence es interesante porque, a pesar de que la historia se desarrolla en 1971, en realidad habla de nuestros tiempos, en los cuales muchas personas se están alejando de la institución eclesiástica porque no ha podido ayudar a enmendar los problemas del mundo. Ante cada nueva amenaza de genocidios, una guerra mundial o una hambruna masiva, la Iglesia parece incapaz de unir a la gente por un bien común y mucho menos hacerle frente a nada de esto.

La explicación que Brennan le da a Margaret más adelante sobre las dos facciones que existen dentro de la Iglesia contribuye a este debate. Para él, una facción enseña las doctrinas de Cristo; la otra, hace la vista gorda a la tortura, la violación y al asesinato en nombre de Dios. Precisamente, el historial de atrocidades ―en el que se incluyen los procesos inquisitorios, quemas de libros y ventas de indulgencias― cometidas por la segunda facción, a la que albigenses llamaron “La puta de Babilonia” según el escritor Fernando Vallejo, ha contribuido a esta desconfianza hacia el Vaticano en particular y hacia el cristianismo en general.

Esta es la novicia que enfrenta al mal en 'The First Omen' - Los Angeles  Times

Lo anterior no solo es una lectura acertada sobre esta crisis religiosa, sino que funciona para la narración y explicar los motivos del ala oscura de la Iglesia en la película. De acuerdo con Brennan, si los sacerdotes y monjas oscuros le temen al secularismo, entonces, ¿cómo pueden traer a la gente de nuevo a su seno? Les dan algo que temer, un Anticristo. Históricamente, el miedo ha sido un arma efectiva para controlar a las masas, porque una sociedad constantemente temerosa no solo no puede pensar en cosas elevadas, sino que se hace dependiente de aquellos que les prometen la salvación.

De una forma u otra, los tiranos y demagogos de cualquier tiempo, ideología y religión han demostrado la viabilidad del miedo como forma de control social: constantemente hablan de enemigos externos e internos, muchas veces imaginarios, para ofrecer una paz fingida. En su novela 1984, George Orwell analizó y denunció acertadamente esto en uno de sus principales axiomas “La guerra es la paz”, extensible a cualquier forma de poder.

No es casualidad que la conspiración satanista de La primera profecía se desarrolle durante una lucha social con una clara delimitación ideológica. El atinado significado implícito de esto, aupado por las constantes dudas que la narración siembra sobre cuál personaje es malo o no, es que una sociedad profundamente dividida es ciega ante el verdadero mal que la acecha y puede ser fácilmente corrompida desde adentro. Esta brillante idea del guion le da más profundidad a la temática, a sus relaciones con el contexto real en que se produjo el filme y enriquece a los satanistas de la primera entrega, que pasan de ser unos fanáticos malignos a convertirse en unos sectarios malévolos desesperados y soberbios que creen poder controlar a una fuerza más allá de su comprensión.

¿La profecía necesitaba una precuela? A priori parecía que no, puesto que en su momento se explicó perfectamente por sí sola; no obstante, esta nueva parte expande bastante bien la historia original, pero más importante que eso le da mayores dimensiones políticas, sociales y religiosas.

En cuanto a la historia en sí, La primera profecía relaciona a varios personajes conocidos con otros nuevos, como es usual entre precuelas y primeras partes. Por un lado, vemos al padre Brennan, más joven y menos atormentado que en la entrega de 1976; también, brevemente al padre Spiletto (Anton Alexander) mucho antes de quedar desfigurado durante los acontecimientos de la primera parte (interpretado en esta por Martin Benson); y en dos instantes más breves aún a los personajes de Robert y Katherine Thorn. Por otro lado, introduce al cardenal Lawrence, la intimidante hermana Silva (Sonia Braga, quien con su traje de abadesa parece un buitre macabro), Margaret, entre otros, quienes encajan bien en la saga en general.

The First Omen' Review: The Genesis of an Antichrist - WSJ

Sin lugar a dudas, Margaret es el personaje más importante de todos, y en quien recae el foco principal de la narración, contándose esta casi enteramente desde su punto de vista. Para la historia en general es tan relevante su participación involuntaria en la conspiración satanista, como el cuestionamiento de su fe y la forma cómo es empujada poco a poco a la locura, de manera parecida al personaje principal de El bebé de Rosemary (Rosemary´s Baby, Roman Polankis, 1969).

El filme busca que los espectadores se encariñen con Margaret para luego destruirla ante sus ojos física, emocional y espiritualmente. Su descenso infernal se hace más convincente y espeluznante, además, con la actuación de Nell Tiger Free, quien hizo un trabajo intenso que dependía no solo de los diálogos sino de sus enérgicos gestos y movimientos corporales. Incluso, a través de todo esto e informaciones puntuales del guion (como que sufría alucinaciones de pequeña) el filme “juega” tanto con la percepción de Margaret como con la del público. ¿Es real la mano que ve salir de la vagina de la mujer que da a luz? ¿La monja que se le aparece en su habitación es producto de su imaginación? ¿Sufre de una severa crisis nerviosa o de algo peor?

Tanto si lo que ve es una alucinación u obra de una fuerza maligna real, todo funciona para profundizar su creciente paranoia y asustar al público en el proceso, aunque este probablemente encontrará más aterradores otros aspectos. En este punto, La primera profecía se vale de la creciente fatalidad que rodea a los personajes, como la muerte en apariencia accidental del padre Harris o el suicidio de la hermana Anjelica (Ishtar Currie-Wilson), para acentuar la idea de que la muerte nos sigue a todos y rememorar ―de forma retorcidamente nostálgica― algunas de las muertes de la primera entrega.

La primera profecía no solo se nutre de referencias a La profecía sino también de otras producciones del terror, en una especie de festín intertextual para los amantes del género: el flashback de la inseminación de Margaret ―con sus juegos de luces, los primeros planos del rostro cubierto de esta, planos detalles de la mano del chacal diabólico y la oscura música de Mark Korven― recuerda en forma y, sobre todo, en contenido a la de Rosemary en la citada película de Polanski. O los furiosos espasmos que Margaret tiene frente a la iglesia en la última parte, rememora a una escena similar de Posesión (Possession, Andrzej Zulawski, 1981) con Isabelle Adjani.

Tanto estas referencias, como aquellas imágenes que parecen inspiración de la propia película, como las que muestran la barra de metal atravesando el vitral del ángel o a Margaret rezando en un altar rodeado de velas que se asemejan a dientes, hacen de La primera profecía una película visualmente mucho más rica de lo que parece, que conjura interesantes metáforas diabólicas con múltiples significados. El montaje también es relevante en este aspecto: la alternación de las tomas que muestran a Luz (María Caballero) “casándose” con Cristo, y a Margaret descubriendo la horrible verdad, habla sobre cómo una mujer se somete, mientras otra se libera; una parece la santa, y la otra, la apóstata, cuando es al revés, aunque ambas son conducidas al mismo propósito.

The First Omen Review

A pesar de que la película de Stevenson parece entrar en algunas contradicciones con la de Donner (ahora la madre de Damien es humana, y este tiene una hermana que no se mencionó anteriormente), tiene más aciertos que fallos, que la convierten en una de las precuelas más logradas del cine de terror.

Al final, así como Robert Thorn (Gregory Peck) no pudo asesinar a Damien, Margaret tampoco porque le ganó su trastocado sentido maternal y, especialmente, porque duda de su fe. De esta manera, el filme deja en el aire el mismo dilema moral que su antecesora, ¿serías tú capaz de hacerlo? Y cuando la pantalla se hace negra y escuchamos los acordes del icónico tema Ave Satani, compuesto por Jerry Goldsmith, recordamos de nuevo que la profecía se cumplió y este no es un bebé cualquiera. Es el Anticristo.

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