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Los problemas de Tarantino y Los 8 más odiados - Parte 1: Filtraciones y boicot

Pocos nombres más atractivos para los portales informativos –no sólo los especializados en cine y series– que el de Quentin Tarantino. Toda declaración ante un micrófono, cualquier lista con películas recomendadas y hasta la más intrascendente aparición pública es falible de convertirse en noticia. Y no cualquier noticia, porque la mayoría pica en punta entre las más leídas. Pero ni la fama ni la relevancia totémica de sus seguidores impidieron que el desarrollo y el lanzamiento de Los 8 más odiados fuera una experiencia traumática, con varios problemas en la preproducción y al momento de llegar a las salas.

Hubo de todo: desde la filtración del guion hasta una pelea con Disney por ocupar una de las pocas salas con la tecnología de exhibición necesaria para que la película se vea como Tarantino la había concebido. Por si no fuera suficiente, el director se tiró de cabeza a las aguas siempre turbulentas de la violencia policial, desatando la furia de los uniformados, que llegaron al punto de prometer el boicot de la avant premiere. Pero, como diría Jack, el destripador, vamos por partes.

Los 8 más infiltrados

Tarantino arrancó la segunda década del milenio con el pie de derecho. Django sin cadenas, estrenada en Estados Unidos en diciembre de 2012, se convirtió en la película más taquillera de su carrera, recaudando 425 millones de dólares en todo el mundo. Un número más que satisfactorio para una producción cuya inversión había demandado 125 millones e incluso superior a la performance de Erase una vez en... Hollywood, que culminó su carrera comercial con 375 millones de dólares. En 2013 anunció que estaba trabajando en nuevo western, centrado en este caso en un grupo de ocho desconocidos que forzados a convivir en un refugio en medio de la nada durante una tormenta de nieve. Para esto se rodeó de varios de sus actores favoritos (Samuel L. Jackson, Michael Madsen, Bruce Dern, Kurt Russell), el director de fotografía de sus dos films anteriores, el tres veces ganador del Oscar Robert Richardson, y ni más ni menos que Ennio Morricone, otra vez a cargo de la partitura. Las cosas marchaban sobre rieles, hasta que dejaron de hacerlo.

Tarantino en el rodaje de Los 8 más odiados

La primera complicación fue la filtración del guion original a mediados de enero de 2014. La herida aparentaba ser mortal: a fines de ese mes, el realizador aseguró que cancelaba Los 8 más odiados y le inició un juicio al portal Gawker por infringir los derechos de autor publicando enlaces para descargar el material. “Han perpetrado un negocio de periodismo depredador violando los derechos de las personas para lucrar. Esta vez han ido demasiado lejos", decía la demanda. Deprimido como pocas veces, Tarantino recordó que había compartido el borrador con seis personas y señaló como responsables de la filtración a los representantes.

Se lo di a tres actores: Michael Madsen, Bruce Dern y Tim Roth. El único que sé que es incapaz de hacerlo es Tim Roth. El agente de Reggie Hudlin (productor de Django) nunca tuvo una copia, entonces tienen que haber sido los agentes de Dern o los de Madsen. Uno de ellos dejó que su agente lo leyera y ese agente lo ha filtrado por todo Hollywood. No sé cómo funcionan estos jodidos representantes, pero no me volverá a pasar”, había dicho antes de asegurar que, perdido por perdido, lo publicaría para quien quisiera leerlo de forma oficial: “Se lo dejé a sólo seis personas. Si no puedo confiar en ellos, entonces no tengo ningunas ganas de hacerlo. Voy a publicarlo y punto final. Me pondré con el siguiente proyecto, tengo otros diez más”.

Tarantino en la lectura pública del guion

Así, en abril de 2014 organizó una lectura pública del guion en el teatro del Ace Hotel. La presentación incluyó al mismísimo Tarantino describiendo las escenas y a una decena de actores –entre ellos Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Amber Tamblyn y los acusados Bruce Dern, Tim Roth, Michael Madsen– parlamentando desde sus sillas en el escenario. Si esto suena sorprendente, ni hablar de lo que vendría después: el director aseguró que estaba trabajando en un segundo borrador y que meses más tarde encararía una tercera y definitiva versión. Aquellas declaraciones de principio de año eran, entonces, más producto de la bronca que de un auténtico deseo. Tres meses más tarde, la Comic-Con de San Diego fue sede del esperado anuncio: el rodaje comenzaría en enero. Los 8 más odiados era, otra vez, la próxima película de Tarantino.

Los 8 más boicoteados

Llegó 2015 y, con él, el inicio de la producción. El proceso siguió los carriles habituales de toda película ansiada por el mercado, la crítica y el público: presentación de algunas escenas en el Mercado de Cannes, tironeos entre distribuidores y la productora por el elevado precio de los derechos de exhibición y ventas a casi todo el mundo. Pero las cosas volvieron a descarrillarse el 24 de octubre, cuando Tarantino participó en Nueva York de una marcha contra la brutalidad policial y no tuvo mejor idea que opinar que la violencia es “un problema de la supremacía blanca”. "Soy un ser humano con conciencia. Y si creés que se están cometiendo asesinatos, debés ponerte en pie contra ellos”, sostuvo.

El director participó en una marcha contra la violencia policial

Ni lentos ni perezosos, los uniformados de varias ciudades como Nueva York, Chicago y Los Ángeles, entre otras, le saltaron a la yugular llamando a boicotear el inminente estreno. “Los oficiales a los que llama asesinos no están viviendo en una de sus depravadas fantasías de la pantalla grande. Ellos arriesgan y a menudo sacrifican sus vidas para proteger las comunidades del caos y del crimen de verdad”, dijo Patrick Lynch, presidente del Patrolmen’s Benevolent Association.

Jim Pasco, máximo responsable del sindicato policial más importante de Estados Unidos, Fraternal Order of Police, aseguró a The Hollywood Reporter que se traían "algo entre manos, pero el elemento de la sorpresa es el más importante, algo puede pasar en cualquier momento entre hoy y el estreno”. Consciente del carácter ominoso de su afirmación, rápidamente desmintió que la violencia física fuera una de las opciones. “Los policías protegen a la gente. No van por ahí haciéndole daño. Trataremos de perjudicarlo de la única forma que parece importarle, que es la económica”, aclaró.

El responsable de Kill Bill no cerró la boca. Al contrario, la abrió más grande. "En lugar de analizar el problema de la brutalidad policial que existe en Estados Unidos, es mejor atacarme. Su mensaje es claro: callarme, desacreditarme, intimidarme y, aún más importante, enviar un mensaje a cualquier otra persona conocida que sienta la necesidad de ponerse de este lado de la discusión. Tengo la impresión de ser estadounidense y que eso me da derechos, por lo que no hay ningún problema en ir a manifestaciones contra la brutalidad policial y expresar lo que pienso", dijo.

Mientras tanto, los cabecillas de la productora y distribuidora The Weinstein Company observaban boquiabiertos cómo su negocio empezaba a peligrar. Ante esto, optaron por abrirse mediante un comunicado: “La empresa tiene una larga relación y amistad con Quentin y un enorme respeto por él como cineasta. No hablaremos por él porque se puede y se debe permitir que hable por sí mismo", sostuvieron.

La escalada entró en un detente durante un par de semanas y recrudeció a comienzos de este mes, en vísperas de la avant premiere. “La gente me pregunta si estoy preocupado, y la respuesta es no. No estoy preocupado porque no siento que la policía sea una siniestra organización que sale a la calle a enfrentarse con ciudadanos individuales de forma conspiratoria. No considero que un funcionario público deba amenazar, incluso metafóricamente, a ciudadanos particulares. Lo único que puedo imaginar es que podrían estar planeando manifestaciones contra nosotros durante la promoción, la premiere o las primeras proyecciones, pero sólo eso", dijo Tarantino. El preestreno, finalmente, se realizó sin inconvenientes. Pero todavía faltaba la pelea contra otro gigante, una corporación más o menos conocida llamada Disney. Pero eso, al menos por ahora, es otra historia.

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