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Marketing mata Slasher

In a violent nature puso en evidencia que vender una película como “única” puede destruirla despiadadamente

El debut cinematográfico del canadiense Chris Nash logró su estreno a principios de este año como parte del programa “Midnight” del Festival de Sundance. Producida y distribuida por Shudder, llegó a las salas de Estados Unidos y Canadá a finales del mes de mayo. De su estreno en Argentina nada se sabe. Sin embargo, la promoción del film en redes y páginas especializadas logró implantar un entusiasmo especial y desmedido. Desde hace meses queremos ver LA película que nos mostrará un slasher contado íntegramente desde el punto de vista del asesino.

Con una influencia decisiva de Friday the 13th (1980) de Sean S. Cunningham , el film de Nash cuenta la historia de un asesino que renace, o sale de su “tumba”, con el objetivo de eliminar a un grupo de jóvenes que, de excursión por el bosque, se quedan con el relicario de su madre muerta. En su búsqueda, no duda en cortar, reventar, mutilar, destrozar y agujerear a todo ser humano que se le cruce.

Queda claro desde la sinopsis del film que In a violent nature será bien recibida por cualquier amante del slasher y por todo aquel que se interese en la teoría del subgénero. En este caso, la experiencia que la película propone sería doblemente gratificante: sentir el placer de disfrutar una película de terror y, además, reflexionar sobre las estructuras formulares que se han venido consolidando desde los primeros slashers de la década de los ochenta. En este sentido, In a violent nature no solo es una película para ver sino para usar como excusa de un posible ejercicio teórico, considerando las posibilidades que el subgénero ofrece, los nuevos caminos por explorar y el rol del marketing en la promoción de las películas.

Mucho se escribió sobre las fórmulas del slasher. Desde los planteos iniciáticos de Carol Clover hasta las teorías del Richard Nowell en su libro Blood Money o Martin Rubin en Thrillers, la academia se esforzó por abordar el terror desde un subgénero que disfruta de lo formulaico y que se regocija no solo en el respeto a sus fórmulas sino también en su subversión. El Slasher nos legó todo un vocabulario que, lejos de ser de nicho, forma parte del lenguaje cotidiano de cualquier fanático del terror. Trauma, adolescencia, consumos problemáticos, lugares aislados, asesinos implacables y chicas finales que logran sobrevivir al mal personificado son algunos de los tópicos centrales de estos films que Chris Nash tiene en cuenta.

Lejos de romper las fórmulas, o de deconstruirlas, Nash las evidencia y las pone en valor. Hay trauma, hay espacio alejado, hay asesino que vuelve, hay jóvenes en situación de ocio, hay una masacre, una persecución y una chica que al final se salva pero cargará para siempre con el trauma de la experiencia. Entonces, es necesario reconocer que el valor del film no está en ser una propuesta rupturista, en lo que a la adopción del punto de vista del asesino refiere, sino más bien en ofrecer un slasher que respetando las normas le resulte más realista al espectador.

Mirar por encima del hombro ajeno

Una de las estrategias centrales de promoción de In a violent nature fue la de ofrecer una novedad respecto al grueso de la producción de los slashers: observar la masacre desde el punto de vista del asesino. Esto pasa por alto que gran parte de los slashers, incluso los fundacionales como Halloween (1978) de John Carpenter, le dieron al espectador la posibilidad de observar por momentos lo que el asesino vé. Si esta premisa de venta fuera cierta, que no lo es, implicaría aceptar que la historia que vamos a ver está desprovista de toda neutralidad, que lo que se nos va a contar está profundamente atravesado por el modo de ver el mundo de un personaje en particular. Si In a violent nature es vendida como la primera en ofrecer íntegramente el punto de vista del asesino entonces deberíamos ofrecernos a la experiencia de su visionado, mínimamente, dudando. Mirar una vez más Sleepaway Camp (1983) de Robert Hiltzik, y repensarla desde esta premisa, le daría aún más peso a este argumento.

En lo que refiere a esta cuestión, hay dos puntos para resaltar. En primer lugar, la propuesta de observar la historia desde la óptica del asesino resulta interesante. Sin embargo, el recurso que emplea Nash para lograrlo es el de ubicar la cámara detrás del asesino de manera recurrente, lo que nos da una visión parcial de los acontecimientos ya que nos limitamos a observar lo que podemos ver desde su posición. Es un punto a favor que no caiga en el uso de la cámara subjetiva, recurrente en el subgénero, pero juega en contra que el ángulo de visión se limite a eso ya que la sensación constante del espectador no es la de ver a través suyo sino la de ver detrás suyo. Esta distinción, lejos de ser un artilugio del lenguaje, revela una de las fallas del film. El punto de vista no refiere al ángulo de visión sino a la intención de lograr un relato intimista atravesado por el modo de ver de un personaje. Si bien el uso recurrente de planos estáticos y de larga duración que muestran el deambular del asesino colaboran en la intención de generar un relato intimista que le permita al espectador conectar con el asesino la mayor parte del tiempo sin interrupciones, para que el film pueda ser definido plenamente como la historia contada desde el punto de vista del asesino se vuelve necesario el uso de otros recursos que Nash no emplea. La elección de los ángulos y el encuadre favorece el vínculo entre espectador/asesino pero esta relación que lentamente se construye, rápidamente se destruye cuando decide abandonar, injustificadamente, el seguimiento de su personaje central.

La segunda cuestión a resaltar es la que pone en evidencia que la idea de ofrecer un slasher desde el punto de vista del asesino que In a violent nature propone no es más que una estrategia promocional que, en el film, se desdibuja rápidamente. El objetivo de Nash de ofrecer un slasher diferente que relegue a la subtrama la historia de los jóvenes que serán perseguidos y asesinados privilegiando la historia contada desde el punto de vista del asesino sólo se concreta en un plano teórico e ideal. Si bien es acertado que sepamos poco de los vínculos entre los jóvenes o de la historia de la final girl, interés central de la mayoría de los slashers, por momentos peca al brindarles más atención de la que se merecen considerando que, para el film, son meramente una subtrama. Caprichosa e injustificadamente, la cámara abandona al asesino en múltiples ocasiones, negándole al espectador su visión de los acontecimientos a cambio del empleo de largas secuencias en las que observamos a jóvenes que desconocemos, y con los que tampoco empatizamos, correr y escaparse de los ataques del asesino. Un ejemplo claro de esta cuestión es la secuencia final. Por algún motivo, Nash logra que no tengamos ganas de estar ahí, que no nos interese ver lo que está pasando, generando en el espectador una ansiedad creciente que nada tiene que ver con un buen manejo del suspenso. Esa sensación de ansiedad y urgencia responde a las ganas de un espectador que quiere estar en otro lado, viendo qué hace el asesino cuando todas sus presas ya no están a su alcance.

Anular el hype para repensar la experiencia

De todas las puntas de lectura que podrían haberse tomado para analizar In a violent nature la cuestión del cambio de punto de vista tradicional del slasher es la menos oportuna, porque rápidamente falla como recurso y deja al espectador esperando algo que le prometieron y que no va a encontrar. Es en la construcción de un entorno realista donde Nash ofrece un nuevo abordaje del subgénero.

En un contexto donde películas como Final Girls (2015), Happy Death Day (2017), Freaky (2020) o Totally Killer (2023) cruzan las formas del slasher con viajes en el tiempo, días que se repiten o viajes al pasado, In a violent nature construye una propuesta diferente que privilegia el abordaje del subgénero desde una óptica realista.

Al servicio de esto último está el modo en que trabaja sobre el plano sonoro y el uso de secuencias de larga duración que le ofrecen al espectador una experiencia a cuenta gotas. En las primeras secuencias, el director deja en claro que en In a violent nature es más importante escuchar que ver o, incluso, intuir antes que mostrar. La ausencia de música y el registro del sonido ambiente determinado por el crujir de las ramas en el bosque o las voces de personajes que están cerca pero no podemos ver, serán las estrategias que se pondrán al servicio de la construcción de un slasher marcado por el realismo. Esto es acompañado por el uso de angulaciones que recortan parte de los cuerpos de los personajes dejando en evidencia su falta de interés por el desarrollo argumental de quiénes serán las víctimas. El uso de planos estáticos de larga duración e incluso la ausencia de personajes en estas secuencias, privilegian una construcción ambiental que se produce desde la idea de espera y de vacío. Nash le exige al espectador paciencia y contemplación atenta. Si bien el uso del gore extremo en los últimos asesinatos parece entrar en detrimento de esa sensación de tensa espera que había logrado generar, la calidad visual del film no pierde fuerza convirtiéndose en uno de sus puntos centrales a resaltar. Hay mayor ganancia en su propuesta de construir un “slasher ambiental” que en la adopción de un punto de vista que rápidamente deja de ser del interés del espectador y del director.

Si fuéramos capaces de hacer el ejercicio de borrar de nuestra memoria la idea de que el film es el primero que propone una slasher íntegramente contado desde el punto de vista del asesino, entonces la riqueza y el valor de la película sería diferente. Podríamos juzgarla por lo que efectivamente es y no por lo que el marketing quiere que sea.

Términos como cine de autor, cine experimental, cine minimalista o la primera película que… aparecen una y otra vez en medios de crítica especializada para hablar de algunas de las propuestas del cine de terror de los últimos diez años. Es como si hoy no fuéramos capaces de ver cine sin esperar menos que una experiencia única o una propuesta elevada. Sorprendentemente, el apego a las fórmulas se convirtió en mala palabra. Lo que In a violent nature viene a poner en evidencia es la forma en que inflar, sobre explicar o categorizar una película puede atentar directamente contra su experiencia espectatorial, desviando la atención de lo que efectivamente viene a proponernos.

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