Gremlins (1984) y Gremlins 2: The New Batch (1990) - Dos Obras Maestras Icónicas y Desquiciadas.

En el vasto universo del cine, pocas criaturas han dejado una impresión tan duradera y contradictoria como los icónicos Gremlins de Joe Dante, y pocas películas he disfrutado tanto como las dos entregas de esta hermosa saga llena de ternura, violencia, terror, meta referencias y locura. Memorízate las 3 reglas y acompáñame a repasar este par de peliculones.

Los Gremlins (1984) - Un cuento navideño nada típico.

Que el adorable y apachurrable Gizmo no te engañe, Los Gremlins (1984) es muchas cosas más que un simple peluche, y entre ellas, es definitivamente una película con huevos. Joe Dante hace algo casi inexistente en la actualidad del entretenimiento: tratar a los niños, la audiencia objetiva de su obra, como seres pensantes, que merecen tanta calidad como cualquier otro espectador, y sobre todo, que pueden (y deben) sentir terror. Utilizando todos los recursos a la mano, el director construye muchas secuencias que mezclan la comedia con el horror a la perfección; algunas las cuales si llegan a generar suspenso y legitimo terror por las situaciones presentadas y el fuerte contenido violento plasmado en ellas, que sin embargo nunca llegan al mal gusto ni al shock barato. Esto es compensado con escenas divertidísimas de los Gremlins envueltos en un sin fin de situaciones exageradas, cómicas e insanas, repletas de gags ingeniosos donde domina el humor negro y acido, que revierten su imagen terrorífica para convertirse en algunos de los antagonistas más carismáticos de la historia del cine. Este tratamiento mutable a los villanos principales dota a la obra de una variedad tonal muy interesante, que la vuelve impredecible pese a su relato estar estructurado bajo un modelo clásico tradicional. Estas icónicas criaturas logran cautivar al espectador desde su enternecedora primera forma hasta su caótica y monstruosa metamorfosis, gracias a sus excelentes diseños y un trabajo de efectos prácticos y marionetas de otro mundo, que envejeció como el vino.

Hay algo genial en ese tipo de escenas, como cuando las criaturas modifican la silla salvaescalera para lanzar a una señora por la ventana, o la larga secuencia que toma lugar en un bar. Esa energía tan brillantemente manifestada de una caricatura de los Looney Tunes inestable que cobro forma física, con toda su violencia y surrealismo inherente, pero no perdiendo nunca el foco. Esa sensación de que estas viendo una película hecha con amor, con todos los apartados perfeccionados para ofrecer el mejor trabajo posible. Tomar una premisa relativamente tonta y hacer con ella una película simple, pero tan increíblemente divertida y bien realizada, es lo que hace un genio de la dirección, que ama lo que hace y ama el cine, y sabe aprovechar todas las posibilidades que le ofrece el medio para contar una historia, y más cuando esta acompañado de gente de la talla como el grande del cine familiar Chris Colombus en el guion, hasta el maestro Steven Spielberg en la producción (con su estilo siendo muy palpable en la película).

Como Joe Dante usa a estos bichos desquiciados para dar un mensaje, y subvertir expectativas.

Sin dejar nunca la diversion de lado, Joe Dante es capaz de golpear a la sociedad americana de la época como Rayita con la topadora a la casa de los Futterman, criticando de forma sutil pero aguda la irresponsabilidad humana, la explotación, y el consumismo desenfrenado, que es capaz de destruirnos a nosotros mismos si se sale de control y jugamos con sus reglas para nuestro beneficio. Hasta podría argumentarse que subvierte hábilmente los roles de genero, con el papá que provee a su familia nuclear siendo un inventor fracasado con poca autoridad, y el hombre protagonista presentado como un idiota que no paga las consecuencias de sus acciones que fueron plenamente responsables del debacle, mientras su madre y Kate, su interés romántico, son las que se alzan como personajes mas fuertes, capaces de saltar a la acción y defenderse por su cuenta (la escena de la cocina es magistral).

El director subvierte lo que cabría esperar de una película así, alejándose fervientemente de lo que fácil pudo ser un cuento navideño típico y genérico cuyo único fin fuera la venta de peluches, para darnos en su lugar un relato irreverente, violento, demencial y absolutamente divertido que pervierte tradiciones y hace lo que quiere cuando quiere, y manera fenomenal en cada ocasión. Y por suerte, su secuela no se queda para nada atras.

Gremlins 2: The New Batch (1990) - Mas desfasados y mas autoconscientes.

En la primera película veríamos una escena grotescamente fenomenal en la que la madre del protagonista vencía a uno de los Gremlins metiéndolo al microondas y haciéndolo estallar; eso mismo hace Joe Dante aquí, metiendo la primera entrega en uno e iniciándolo, cocinando una secuela más deforme, desmesurada, psicótica y excesiva que su antecesora. Y aunque no logra ser superior, principalmente porque se pierde ese enfoque hacia el horror que hacía a aquella tan especial, a favor de una película más consistente tonalmente, Los Gremlins 2 hace lo que toda buena secuela debe hacer: darle un nuevo sabor a lo que nos gustó antes; agarrar lo bueno e icónico de la primera y expandirlo, explotar los conceptos establecidos, e introducir cosas nuevas y únicas.

Desde la primera escena, con los mismísimos Looney Tunes presentando el filme, Dante deja claro no solo el tono de la película y su inspiración en los personajes animados de Chuck Jones (algo que ya se notaba en la primera parte, y que terminarían volviéndose parte integra de su carrera tras dirigir la infravalorada película Looney Tunes: Back in Action (2003)), sino también que, nuevamente, hara lo que quiera en SU película, preparándonos para no esperar nada tradicional de su visionado.

Se nos presenta una trama absolutamente absurda que no tendría por qué funcionar, con una estructura en tres actos impredecible y que se tambalea sobre sí misma por su excéntrica cantidad de ideas, setpieces exageradas, y su irreverencia total a la hora de construir una narrativa. La poca lógica interna se desbarata para abrir paso al surrealismo pleno, proveniente esta vez no solo desde las criaturas, sus mutaciones y sus actos demenciales, sino también desde una autoconsciencia y metareferencialidad tangentes en toda la obra, que la acercan al terreno de un humor ácido (rozando el anti-humor) muy avanzado a su tiempo.
Esto es aprovechado mediante la implementación de increíbles rupturas de la 4ta pared, como la escena de Hulk Hogan hablándole al espectador y defendiendo la función de Los Gremlins 2 de los propios Gremlins, hasta chistes autoconscientes que fungen como gags que complementan la primera película, como la escena en la que Kate nuevamente cuenta su pasado traumático.

Esta metareferencialidad también es utilizada ágilmente para desarrollar sus temas, que van desde el consumismo en el entretenimiento, hasta la explotación de franquicias y la cultura de las secuelas.
En todo momento, la película sabe que es una película, y nosotros sabemos que lo es, y todos estamos aca para disfrutarla; sin pretensiones ni juicios, solo para deleitarnos con el espectáculo de marionetas, efectos prácticos, chistes, referencias, violencia...musicales... Gremlins araña... ¿Gremlins eléctricos?. Hay de todo.
Y como dije, no tendría por qué funcionar, pero gracias a la pasión y sinceridad de Joe Dante detrás de la camara, lo hace. Concreta una organicidad perfecta de todos los elementos como solo un fenómeno del séptimo arte podría, y a falta de ese componente terrorífico, lo compensa con una bestialidad de comedia que no dejara a nadie indiferente.

Conclusion.

Desde su debut aterrador y humorístico en 1984 hasta su expansión surrealista en la secuela de 1990, los Gremlins de Joe Dante han desafiado convenciones y han dejado una marca indeleble en el cine. Más que simples monstruos, estos personajes icónicos son un recordatorio del poder del cine para mezclar géneros, provocar risas y reflexionar sobre la cultura pop y la sociedad mediante una creatividad irreverente y sin limites. Las películas de los Gremlins son obras maestras, de forma totalmente no irónica, que deberían ser más valoradas como tal; para este tipo de divertimento tan puro en contenido, forma y artesanía existe el cine.