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Cómo deconstruir el slasher: La genialidad de 'IN A VIOLENT NATURE'

¿Se puede empatizar con un loco maniático? En la primer película del director Chris Nash tenemos un inicio que en sus primeros segundos puede descolocarnos de entrada: un collar es arrebatado por un grupo de jóvenes de lo que parecería ser un tubo clavado en la tierra, dentro de una pequeña cabaña abandonada en el medio del bosque, desatando el renacimiento de una "bestia dormida bajo tierra". El director juega con el tiempo y con nuestra paciencia para meternos en una experiencia inspirada en la inmersivo de los videojuegos narrados en primera persona. La cámara se posiciona siempre detrás de él (o a los costados) de manera que por un extendido tiempo no le podamos ver el rostro; el director prefiere que como audiencia lo acompañemos en este extraño viaje como testigos.

Luego de varios minutos inmediatamente las preguntas comienzan a resurgir así como la criatura semi humana lo hizo segundos atrás: ¿Quién es? ¿es siquiera humano? ¿nació ahí, murió ahí? Las respuestas no serán fácilmente dadas pero si aprenderemos algo acerca de esta brutal maquina de matar que parece ser el primo de Jason Voorhees a lo largo de los 90 (casi) perfectos minutos de ‘In A Violent Nature’. Pero lejos de analizar los diferentes apartados técnicos/artísticos que ensalzan a esta experiencia POV, creo que es determinante resaltar lo único que la convierte en una original y refrescante propuesta para el cine de terror.

Antes que nada, tengo que admitir que esta película provocó algo en mí que hace tiempo no me sucedía: tenerle terror absoluto y fobia a alguna situación muy específica. Si de chico haber visto Tiburón me hizo tenerle miedo al mar (y hasta las piletas), o de adolescente haber visto Lake Mungo me generó pánico existencial por la oscuridad y los fantasmas, debo admitir que he creado uno nuevo: oficialmente ahora se me hacer casi imposible acampar o instalarme en una cabaña remota en el medio del bosque. Probablemente sea por lo que la hace única a esta película. Y es que el hecho de cambiar el punto de vista es una de las claves para entender no sólo su originalidad, sino también como ha ido fluctuando la mentalidad del espectador a lo largo de los años.

Si antes la clave para considerar bueno a un slasher se encontraba en empatizar con la víctima, ahora parece ser que estar del lado del villano es lo que atrae. ¿Eso habla sobre nuestras depravaciones o sobre nuestra falta de empatía actual en la sociedad? ¿Por qué querríamos “entender” al asesino, existen motivos para hacerlo? En esta gran deconstrucción del slasher todo se desata por el collar que mencionaba al principio. La película nos entrega esporádicamente detalles de quien es este pseudo-humano/cuasi-zombie y porqué hace lo que hace, viajando junto a él a través del ominoso y bello paisaje sin la necesidad de ninguna música tenebrosa que suene de fondo mientras destripa a los protagonistas.

Pero aparte de su ingeniosa narrativa, uno de los aspectos más interesantes que se pueden encontrar en ‘In A Violent Nature' es la violencia, ya que esta acompaña orgánicamente el elemento estructural. Es brutal, es fría, es demasiado retorcida (en el buen sentido para aquellos amantes del gore) y hasta se podría decir que está meditada. Nuestro protagonista no representa la estupidez burda del clásico asesino, sino que forma un esquema, lo analiza, y después de varios minutos, lo ejecuta: no existe otro propósito para él que matar a cualquiera de las personas que estén involucradas en la “quita” de ese collar.

El peligro se encuentra ahí, en donde menos lo esperamos, y eso la hace efectiva. Ponernos en la piel del asesino, así como lo hicieron títulos como 'Angst' o la más reciente ‘The House that Jack Built’ de Lars Von Trier nos permiten dejar de lado nuestros miedos para poder verlos a través de los ojos del victimario. ¿Podríamos justificar el accionar de estas personas ahora que sabemos porqué cometen estos asesinatos? ¿Hay cierta moralidad que entra en juego o no deberíamos permitirla?

Sin entrar en spoilers, existe una razón mucho más “lógica” detrás de todas las matanzas pero no creo que sea lo que destaca a la película. Es más, creo que de haber cambiado algunos detalles de lugar en tiempo y forma, estaríamos ante una película de terror sencillamente perfecta. Como si el mismísimo John Carpenter hubiese decidido seguir con ese plano POV del inicio de Halloween (1978), en donde el pequeño Michael Myers asesina a su hermana, y contase todo el relato desde el punto de vista del despiadado asesino. Claro, las secuelas no habrían tenido sentido y todo el culto universal a este slasher prácticamente nunca habría sentido. Pero aplaudo la decisión de Nash, ¿quien sabe? Quizás esto marque un precedente para el cine de terror y tengamos la continuación en un par de años, o puedan surgir nuevas ideas inspiradas en este próximo clásico de culto.

POR JERÓNIMO CASCO

4 de JULIO del 2024, 15.53 PM | UTC-GMT -3


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