Dicen que las mejores ideas surgen de las preguntas más simples o mínimas, y creo que tal es el caso de la propuesta apocalíptica que derivó en esta saga que mezcla con una implacable y aterradora armonía ciencia ficción y suspenso. Pero no fue John Krasinski a quien se le prendió la lamparita de plantear un posible ocaso de la humanidad en donde somos invadidos por una raza alienígena que no puede ver, pero si oír absolutamente todo, no. Fueron los guionistas y colaboradores Scott Beck y Bryan Woods quienes, en conjunto a la adición de Krasinski más tarde, le dieron vida a este universo repleto de caminos por explorar.
Si existe algo que hace posible a que una saga como esta siga con vida, es sin dudas el factor humano. Con casi la misma dosis de emoción que las anteriores dos entregas pero un despliegue mucho más “grandilocuente”, el director Michael Sarnoski decidió presentar parte de la misma idea del prólogo de ‘Un Lugar en Silencio 2’ en donde se nos mostraba como aterrizaban estas criaturas para comenzar a destrozar todo a su alrededor, pero configurándolo en la que probablemente sea la ciudad más ruidosa del planeta: Nueva York. Si, la saga se expande y no sabemos cuál es el límite.
Paradójicamente la segunda película de Sarnoski que sirve como precuela es la más ruidosa de todas, pero no por eso deja de ser la menos impactante. Así como nuestro Jim de The Office nos introdujo en las vidas de la familia Abbott para mostrarnos cómo lidiaban con los problemas existenciales post invasión, en esta tercer entrega conocemos a Sam (interpretada por una enorme Lupita Nyong'o), una mujer con una enfermedad terminal que vive en un asilo, y que desde un primer instante parece ser demasiado reacia y poco amigable. La actriz, reconocida por su enorme capacidad para captar emoción genuina tan solo desde su rostro, es quien lleva las riendas (casi) en un 100% de toda la película.
Gracias al apoyo de un enfermero llamado Reuben interpretado por Alex Wolff (Hereditary, Pig), Sam logra salir del aislamiento y verse a si misma de vuelta en un lugar en el que los recuerdos le invaden. Una obra de títeres parece ser el lugar ideal en donde vemos como su corrompido tacto humanitario poco a poco va recomponiéndose. Con un poco de homenaje y algo de sarcasmo, le acompaña un “gato de asistencia” llamado Frodo que, como en muchas de las producciones recientes que involucran animales cuasi-protagonistas, resulta destacar más que los humanos y ser el gran atractivo de la cinta. ¿Que dice eso sobre nuestro sentido de humanidad?
El momento de la llegada de las criaturas se maneja con poca antelación (hay tan sólo unos lo que parece ser unos tanques de guerra y patrullas que suenan de fondo) y construcción de la atmósfera, algo que me hizo mucho ruido. Quizás si desde la puesta en escena se podría haber sugerido, o mostrado un un poco más del inminente peligro, todo ese después habría sido mucho más shockeante. Sin embargo, al expandir las posibilidades que ofrece esta invasión, el director decide darle más tiempo en pantalla a la horda de aliens, mostrándonos cómo se desarrollan y manejan estas criaturas: por ejemplo en una escena podemos ver que al parecer trajeron consigo una especie de huevo o caparazón en donde las crías se pueden quedar mientras ellos devoran a todo el mundo. Pero esa es toda la explicación que hay al respecto.
Podemos afirmar que los detalles siguen sin interesar realmente. Ya sabemos que estos monstruos letales no nos pueden ver, no nos pueden oler, pero si nos pueden escuchar a una distancia exagerada. Y ahí reside la clave del éxito de esta saga: la realidad es que vivir sin ruido parece ser prácticamente imposible para la humanidad. Ya sea por necesidad, por desahogo, por supervivencia o por deseo vivimos absortos en un planeta en el que respiramos sonido alrededor. Entonces, la pregunta existencial sería: ¿que pesaría más si nosotros mismos tuviéramos que vivir algo así, el instinto de supervivencia o todo lo demás con lo que vivimos hoy en día que inevitablemente hace ruido? La respuesta no es posible responderla ahora, pero Nueva York se presta como el escenario ideal para determinar que tan inteligentes podemos llegar a ser, o mejor dicho, que porcentaje de estupidez como especie podemos tener.
Para la suerte de Sam, tenemos al segundo protagonista que conecta con mucho carisma y empatía tanto con ella como también con el público. Eric (Joseph Quinn) es un estudiante de derecho con problemas de ansiedad y/o ataques de pánico que emerge del agua estancada en las escaleras del metro, y que tras conocer a un Frodo perdido, marca nuevamente el porqué de todo esto: la necesidad de conexión con el resto de los seres vivos es tan grande que cualquiera que fuesen las razones para conocer un poco más a los alienígenas poco importan. Eric y Sam se topan, y casi sin quererlo establecen un vínculo. La conexión entre los actores es innegable y francamente todo un acierto. Si existe un requisito excluyente para poder pertenecer a la franquicia es ese: química.
Con Reuben ya fuera de la ecuación, Day One nos propone una suerte de road-movie por las asoladas calles de la ciudad que nunca duerme (y que ahora nunca hace un ruido) para meternos de lleno en una historia simple, que recurre al suspenso como gancho narrativo y a la supervivencia como su hilo. No hay muchas vueltas, giros de guion ni muestras de grandiosidad rebuscadas. ¿Quién las querría? Es una mujer, un hombre y un gato recorriendo la ciudad. Pero, ¿adonde quieren llegar? Resulta que Sam viene diciendo desde el inicio que quiere ir a Patsy's, una pizzeria que es famosa por ser la precursora del estilo “neoyorkino” de pizza. Cuando veía a Lupita repetir una y otra vez ese lugar, me hizo acordar inmediatamente a una película bastante desconocida llamada El Cazador, en donde Guy Pearce persigue desesperadamente un auto que le robaron sólo para enterarnos al final el porqué de su accionar. Si la vieron, saben de qué les hablo y qué pueden esperar de todo esto.
PD: Uno de los datos que pude notar en los créditos finales, y que quizás pase como poco relevante pero si bastante interesante, es que por tercera ocasión uno de los productores es Michael Bay. ¿Será que la franquicia se inclinará por las demenciales explosiones y el juego al ridículo característicos del famoso realizador en las próximas entregas? Esperemos que prospere la calidad y no sólo el hambre de dinero.
POR JERÓNIMO CASCO
4 de JULIO del 2024, 01.38 AM | UTC-GMT -3
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