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No todas las guerras son malas. Algunas son perfectas.

El fracaso es el mayor maestro.

Yoda

Hoy es domingo, y los domingos para mí son de películas. Lo he dicho incansablemente en mis notas, y si tengo la fortuna de tener algún seguidor de las mismas, me odiará por repetirlo. Hoy me desperté, me hice café, y lo primero que pensé es: ¿qué voy a ver hoy?

A veces esa respuesta se me impone sola haciendo otra cosa, y a veces se me planta en el comienzo del día. Lo que sí puedo asegurar, es que es siempre decido a partir de una certera sensación. A veces esa sensación me arrima un título, a veces un género, a veces un universo en particular. Otra particularidad de los domingos, que aún creo no haber compartido dentro de mi incesante fanatismo reiterado, es que no suelo desear ver nunca jamás tragedias o melodramas familiares. En general, necesito alejarme del mundo.

Hoy es domingo, y la respuesta al comenzarlo fue rotunda. Quiero ser parte de La Guerra de las Galaxias. Quiero ver su inicio. Quiero ver: “Star Wars Episode IV: A new Hope”

De qué trata

Es una broma. No voy a contar de qué trata. Si llegaste hasta aquí en tu vida, tenés que haber escuchado hablar de Star Wars. Creo que además de nuestro universo, debe ser el más popular de la historia del ser humano. Probablemente esta nota tenga que ver mucho más con el impacto inicial. Con la invitación a la aventura, el llamado a un mundo nuevo en este domingo tan agraciado.

Quizás no hayas visto las primeras tres entregas, ya que si sos muy joven quizás no sepas que la saga comenzó con los episodios IV, V y VI (1977, 1980 y 1983). Siguiendo mi tendencia poco enciclopédica aunque intentando siempre ser respetuoso con la información compartida, estimo que hay aproximadamente 25 producciones (entre series y películas) del universo de Star Wars. Por ese mismo motivo, independientemente de cuántos años tengas, estoy seguro que habrás escuchado hablar de por lo menos una de esas producciones.

El fanatismo que ha generado dicho universo a lo largo de la historia es tan impresionante, que diga lo que diga, estaré en falta. Por lo cual, hablaré desde mi humilde subjetividad como un apasionado espectador de todas las producciones, sin ser un fanático.

Dirigida por George Lucas, no solo redefinió el género de ciencia ficción, sino que también revolucionó la industria cinematográfica. La narrativa del Episodio IV "Una Nueva Esperanza" combina elementos arquetípicos del viaje del héroe, tal como lo describe Joseph Campbell.

Sentarse en el sillón y darle play a la aventura que, como casi todos los contenidos de Star Wars, podrán encontrar en Disney +. Que placer. Siendo un rotundo camino del héroe, a través de probablemente la épica más impresionante de todos los tiempos, fiel al paradigma narrativo de la época, el Episodio IV aclara concretamente quiénes son los buenos y quiénes son los malos en su típica pantalla de inicio. La Rebelión son los buenos, y el Imperio los malos.

Utilizo como ejemplo el del Imperio Contrataca (Episodio V) para recordar el típico comienzo de las películas.

Con el paso de los años, hasta la actualidad, los relatos han mutado en muchos sentidos. Entre ellos, inclusive en el género épico, la bondad y la maldad se han relativizado. Los protagonistas y los antagonistas se han complejizado, y nada es tan bueno como nada es tan malo. Pienso en la serie The Acolyte, la última entrega del universo Star Wars (pésima serie), que trata sobre tiempos previos al del Episodio IV donde los Jedis parecieran intentar monopolizar el uso de “la fuerza” y la fe en la misma. Es incluso quizás el único punto interesante de The Acolyte, ya que esa suerte de germen jesuita colonizador de los Jedis los quita del lugar pulcro del héroe perfecto.

Vuelvo al inicio, a mis ojos, a la experiencia. Intento utilizar esta vez numero 112 de haberla visto (es una exageración, no sé cuántas veces la ví), y juego a verla con los ojos de alguien de ese año. Juego a ser alguien que no vio todavía tanta evolución tecnológica que ha llevado inclusive a que en las últimas entregas algunos actores estén recreados por inteligencia artificial. Juego a no tener idea qué es lo que va a pasar. Y por algún motivo existencial del poder del ilusionismo cinematográfico, a los pocos segundos ya estoy transformado. Acompañado desde el comienzo por la magia del músico John Williams, lo primero que vemos son enormes naves flotando en el espacio exterior. Los primeros personajes en hablar, son robots: R2D2 y C3PO.

Uno habla en inglés, y el otro emite sonidos que solo C3PO comprende. Lo segundo que vemos, son disparos dentro de una nave que no suceden con armas típicas que disparan balas, sino que disparan lasers. Y lo tercero y probablemente más icónico de Star Wars, sale detrás del humo. Imponente, con una respiración profunda y dificultosa, hasta el día de hoy universalmente reconocible y parodiable, aparece una suerte de robot completamente negro. Comprendemos que su andar es de alguna forma humano. Detrás de él, todos lo obedecen. Y quienes se atrevan a desafiarlo, aún estando de su lado del Imperio, sufrirán las consecuencias del mayor uso de La Fuerza: su nombre es Darth Vader.

Luego de una sucesión de eventos, en tan solo doce minutos de película, habremos escuchado hablar en el idioma de los humanos (dentro de este universo es el inglés), idioma de androides, y una suerte de simpático idioma inventado propio de quienes luego conoceremos como los Ewoks. ¿Cómo puede ser tan adrenalínica, simpática, estimulante, llena de interrogantes pero a la vez tan clara una película en menos de quince minutos, habiendo hasta ahora planteado el funcionamiento de un mundo completamente desconocido?

Recién a los 18 minutos del relato, los dos robots a los que tan rápido aprendemos a querer, nos conducen al gran héroe: Luke Skywalker. A través de una muy curiosa estrategia narrativa, el relato no comienza con su héroe sino con sus mensajeros y quienes lo invitarán a la gran aventura. Conoceremos antes el detonante del futuro punto de giro del relato que hará que Luke acceda a aceptar la misión que cambiará su vida para siempre, que a quien está destinado dicho detonante.

De allí en adelante, junto a su mentor Obi-Wan Kenobi, uno de los personajes también más icónicos de la saga, Luke se aventurará hacia su pasado, hacia su destino, y hacia la auténtica insurrección. La de sus personajes, la de sus tramas, y la de la experiencia audiovisual del mundo. La combinación de elementos de fantasía, western, cine de samuráis y mitología en una epopeya espacial, fue verdaderamente un gesto revolucionario. Y no sabría como explicarlo, pero no importa en qué año veas Star Wars, esa revolución se siente. Aún viendo algo que sabremos viejo en su tecnología, lo podremos sentir novedoso. Imagínense lo que se debe haber sentido ver algo así en el cine en el año de su estreno. Pareciera que tal cuál acontece con sus personajes, al pensar en el enorme riesgo artístico que corrió George Lucas en su momento, no hay mayor revolución posible que el coraje. ¿Estaré siendo pasional y poco objetivo? Sin dudas. Pero intuyo que ese valor inexplicable que sucede en el arte cuando abraza a tanta gente, comprueba que además de lo técnico, tiene que haber una cuota de magia.

La claridad explosiva y espectacular de, al menos, esta saga inicial de Star Wars, es resultado de una orquesta. De un director y autor llamado George Lucas, y de una cantidad innumerable de profesionales al servicio de su visión. La empresa habrá tenido sus vericuetos como cualquier otra empresa, y muy probablemente si buscáramos en internet encontremos rumores de rispideces en el set. Sin embargo, la genialidad triunfó y tres películas, se volvieron historia. ¿La respuesta? No la tendremos nunca, y al menos jugaremos para toda la vida a intentar debatirla.

¿Cuál es el propósito de esta nota, si no fue ni una crítica ni nos acercó datos nuevos? Que ojalá sientas algo de lo que sentí hoy al despertar. El llamado a la aventura. El llamado de la Fuerza.

Chesi

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