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The Bear: la cocina como refugio en el infierno.

Spoilers

El estreno reciente de la tercera temporada de The Bear en Estados Unidos ya está generando comentarios y expectativas. La posibilidad de verla está próxima (el 17 de julio en Disney+), y la noticia ofrece la posibilidad de practicar un repaso, así como intentar algunas consideraciones, acerca de la que es una de las mejores series de los últimos años.

The Beef

The Bear, serie creada por Christopher Storer, supo delinear un paladar loco, luego de ofrecer sus primeros ocho y breves episodios, tempestuosos y de ritmo frenético, con la cocina a punto de explotar, de manera literal y metafórica. De una manera brillante, la serie introduce de manera directa en la vida de su personaje central, Carmy Berzatto (en la estupenda interpretación de Jeremy Allen White), un cocinero de reputación labrada, que sin embargo decide volver a vivir en Chicago, para trabajar en el viejo comedor familiar. La primera temporada tuvo que ver con estos dilemas, como el reencuentro con su familia, amigos, y con el pleito nada fácil que todo esto le suscita a Carmy, porque hay muchas heridas emocionales; entre ellas, la pérdida de un hermano muy querido, cuya muerte guarda algún misterio.

Por otro lado, las deudas acucian a “The Beef”, el restaurant de barrio y familiar, en donde la manera de trabajar y de cocinar no tienen nada que ver con las que practica y entiende Carmy. Éste sabe sobre las formas refinadas, la jerga apropiada, el degustar cultivado; es decir, trabajó en uno de los restaurantes más importantes del mundo. ¿Cómo conciliar, entonces, tanta fricción?; pero, sobre todo, ¿por qué decide Carmy enfrentar tamaño castigo? Las heridas, parece, atraen como imán.

De este modo, el grupo “cocina adentro” que progresivamente se conforma, se vuelve una nueva familia, más allá de cuántos de los que allí estén compartan lazos de sangre. Entre ellos –Carmy opera como un disparador argumental de subtramas, sean suyas o protagonizadas por otros– destacan Sydney (Ayo Edebiri) y Richie (Ebon Moss-Bachrach); los dos ofician como extremos simbólicos, entre los que el chef se debate. La primera es la aprendiz, admiradora de Carmy, quien quiere ponerse al servicio de su maestro (aun cuando no tardará en reprocharle muchas decisiones, para volverse una compañera fundamental); el segundo es el primo de Carmy, tozudo y de hablar bruto, incapaz de escuchar nada distinto de lo que él piensa, convencido de continuar en la misma senda de comidas rápidas y características de “The Beef”. La miríada de personajes despuntará desde características variadas, ninguno es fácilmente predecible, mientras se debaten entre la convivencia forzada y las reglas acordadas (las de la cocina, como también otras, sociales y familiares).

Establecido el entorno y su locura -con Carmy siempre por explotar y sin embargo en tensa calma, mientras corta y pica con su cuchillo, dice y explica, es desobedecido y burlado, instruye, bufa, y enseña la necesidad de la palabra “chef”- la pesadilla se vuelve inevitable; y cuando todo esté cercano al estallido, un respiro que se escondía a ojos vista, no solo ofrecerá un detalle fundamental sobre el hermano muerto y su pasado misterioso, sino que también arrojará alguna luz sobre el motivo de las deudas contraídas, para permitir un salvataje. Como aparece dinero, el restaurante puede pensar en continuar. Allí, entonces, la nueva temporada.

The Bear

A diferencia del ritmo sostenido y casi insoportable de lo visto hasta el momento, los nuevos diez episodios de la segunda temporada se permiten una calma mayor. El montaje se relaja y aparece lo que no tenía lugar: el afecto. En Carmy, en Sydney, en Richie, en los demás. Pero no se trata de edulcorar el asunto, tampoco significa que The Bear elija una pátina almibarada, sino de indagar en otros costados, para nada resueltos, algo rotos y también luminosos. En su nueva tanda de episodios, la serie permite a sus personajes ir más allá de las fronteras de la cocina conocida, viajar a otras latitudes, por el mundo, a conocer otras personas, otros chefs, otras maneras de pensar el arte de cocinar.

De este modo, todo lo vivido y recopilado será traído de vuelta a la nueva cocina del nuevo restaurant, porque, por fin, el viejo “The Beef” cambiará de nombre: ahora será “The Bear”. Y como debe ser, el tiempo apremia, la fecha de apertura está próxima y el menú es solo una de las muchas preocupaciones que acucian a la habilitación del lugar. Así las cosas, la paciencia troca lento pero seguro en premura, para que la serie recupere, aun cuando su inicio parecía no quererlo, su frenesí.

Ahora bien, en los diez episodios, uno de ellos juega como bisagra y es fundamental. No casualmente es el sexto, parte a la temporada en dos, tiene el doble de duración, y está ambientado en una delirante noche navideña de la familia Berzatto, en aquellos tiempos cuando Carmy aún vivía en su casa, aprendiendo de la cocina de mamá, pero no por ello menos apresado por los designios familiares. De su hermano, la serie ya había ofrecido “instantáneas” y detalles, pero aquí (interpretado por Jon Bernthal) lo no dicho aparece desde la faceta íntima, la de la cena familiar y la celebración compartida. Como sucede en estos casos, basta la sorna de algún comentario para que la risa forzada o simulada tuerza en catástrofe. Así como en las experiencias de cocina a las que Carmy parece estar, nada casual, tan acostumbrado. Por si fuera poco, el episodio en cuestión ofrece la colaboración actoral de (grandes) nombres no previstos, que inciden en el brillo que la serie se ganó. En este sentido, las participaciones de Jamie Lee Curtis como la madre de Carmy, y Bob Odenkirk como su tío, dicen de manera ejemplar. Verlos interactuar en la mesa familiar es un regalo que se le ofrece al espectador, y hace que este capítulo sea una de esas piezas audiovisuales que vale atesorar. Su desenlace es indecible, hay que verlo, para descubrir hasta qué límites puede llegar el desbarajuste, y contra cuáles temores, en última instancia, está lidiando Carmy en su vida.

Finalmente, el restaurante llegará a abrir sus nuevas puertas, y de esta manera ofrecerá también nuevos desafíos. En el camino se aprendió mucho, se calmaron los temperamentos, se pudo dar lugar a los afectos, todas cuestiones que sin embargo pueden otra vez volar por los aires. La atención afectiva, por ejemplo, puede por fin tener lugar en Carmy, en la restitución de su vínculo con Claire (Molly Gordon), alguien con quien sucedió también algo, y tal vez por eso mismo -y tanto más- la decisión de éste de irse a vivir y trabajar en otro lugar. Pero los afectos tiran tanto como los dolores, entre unos y otros, Carmy decide su porvenir mientras afecta el de quienes le rodean.

¿Se puede hacer equilibrio con todo? ¿O al elegir una de tales instancias -¿el trabajo sobre el amor?, ¿el amor sobre el trabajo?- las otras inevitablemente se resienten? La cocina de The Bear se vuelve metáfora de mucho más y opera como un caldo de cultivo interno, de gusto variable, para cada uno de los personajes (y espectadores) que por allí transiten. Es un refugio, pero también un infierno.

Sobre la tercera temporada, desde luego que habrá mucho para decir. Así será, y en breve.

The Bear (2022- ). Serie creada por Christopher Storer. Dirección: Christopher Storer, Joanna Calo, Ramy Youssef. Guion: Christopher Storer, Joanna Calo, Catherine Schetina, Alex O’Keefe. Fotografía: Andrew Wehde, Adam Newport-Berra, Chloe Weaver. Música: J.A.Q., Johnny Iguana. Montaje: Joanna Naugle, Adam Epstein, Nia Imani, Megan Mancini. Intérpretes: Jeremy Allen White, Ebon Moss-Bachrach, Ayo Edebiri, Abby Elliott, Lionel Boyce, Liza Colón-Zayas, Oliver Platt.

Leandro Arteaga

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