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La desnudez. Notas sobre El ángel desnudo de Carlos Hugo Christensen

Spoilers

El cine clásico argentino ha explorado a lo lago de las décadas el género melodramático. Para recuperar algunos grandes títulos podríamos mencionar: Camino del infierno (1945) de Luis Saslavsky, La rubia Mireya (1948) de Manuel Romero, Deshonra (1952) de Daniel Tinayre, Más allá del olvido (1956) de Hugo del Carril y La casa del ángel (1957) de Leopoldo Torre Nilsson. Pero tal vez el director más emblemático del género haya sido Carlos Hugo Christensen, si bien su carrera comienza a fines de la década del 30, los títulos más notables de su filmografía han ocurrido en los años 40 con: Safo, historia de una pasión (1943) y Los pulpos (1947). Sin embargo, El ángel desnudo (1946) es su película más significativa y recordada.

Un hombre millonario pierde su fortuna y recurre a un escultor radicado en Brasil en busca de ayuda. El artista impone una condición para prestar el monto solicitado: que Elsa- la hija del hombre en apuros- pose desnuda delante de él. Está será la premisa principal que paulatinamente irá oscureciendo la trama. Christensen trabaja con los principios fundamentales del melodrama: la perdida de la virtud, la transgresión y la culpa. Pero lo que termina volviendo singular a la película es el tono audaz de Christensen y su gesto inaugural de poner en escena el primer desnudo- parcial- del cine nacional.

En el cine clásico de los primeros años la sexualidad es un tema tabú. El trabajo sobre el deseo y el encuentro amoroso siempre será sugerido, jamás representado. Luego de un beso apasionado la pantalla se oscurece; las medias finas sobre la cama serán indicador de que ha habido un encuentro sexual. Estas convenciones eran una forma de evitar la censura -y en algunos casos como en el de los Estados Unidos las normas esteban reglamentadas en el llamado código Hays-. El cine pretendía ser un ejemplo de moralidad, una suerte de escuela sentimental donde se premiaba la virtud y se castigaba la transgresión a la norma. El melodrama como género destinado principalmente al público femenino perseguía un fin pedagógico, un mecanismo más de la sociedad patriarcal para reforzar los roles históricamente asignados a la mujer.

El desnudo que Christensen pone en pantalla es fugaz: la protagonista deja caer su tapado y su espalda queda expuesta. La actriz Olga Zubarry cuenta: “… ese desnudo no existió. En ese momento no podría haber un desnudo […] Yo tenía una malla color carne muy adherida adelante y la espalda maquillada para que fuera del mismo color que la malla.” La anécdota permite conocer que aquel primer desnudo del cine nacional fue en verdad un falso desnudo. Aquella historia se vuelve extra-cinematográfica pero El ángel desnudo trabaja en su narrativa de forma profunda la desnudez femenina como problema, las normas y los pudores a los que debe someterse un cuerpo femenino en la década de los 40.

I.La oscuridad

Elsa festeja su cumpleaños número diez y seis. Su padre, ignorando las dificultades económicas continua con su estilo de vida lujoso y regala a su hija un auto y un viaje a Río de Janeiro para que disfrute en compañía de su tía y su novio. En Brasil Olga y Mario disfrutan en la playa. Una tarde en medio de un juego, la pelota se desvía y cae junto a los pies de un hombre. Su presencia desentona con el resto: es el único que lleva traje en la arena. Elsa se acerca y el hombre entrega la pelota perdida. El encuentro parece perturbar el rostro de la muchacha, su expresión cambia junto a la música que pierde su ligereza habitual para introducir un tono más grave.

Ese breve momento, en apariencia insignificante se volverá central en la trama. Elsa recibe una carta de su padre donde le confiesa que ha perdido todo su dinero- y su honor-, su última esperanza es recurrir a un viejo conocido que vive en Rio para pedirle auxilio. Elsa será la encargada de llevar la petición de su padre. Para su sorpresa descubre que aquel hombre que había conocido en la playa es el escultor al que su padre pide dinero. Un hombre oscuro, rodeado de estatuas y de un gran retrato de la madre de Elsa de quien ha estado perdidamente enamorado. La condición para el préstamo del dinero es sencilla: poder observar el cuerpo desnudo de Elsa, contemplar su belleza y juventud. El artista promete que no se aprovechará de la situación, simplemente se limitará a observarla como si se tratara de una estatua. Elsa llora junto a una estatua de una mujer desnuda y sale corriendo de la casa.

El semblante de Elsa antes tan luminoso comienza a ensombrecerse. Christensen trabaja con el contraste: el pasaje paulatino- pero sin retorno- de lo luminoso a lo oscuro. La expresión y la personalidad de la joven dará cuenta de este cambio, pero también los elementos de la puesta en escena: los exteriores luminosos serán reemplazados por interiores que se vuelven asfixiantes y por playas nocturnas desiertas con un mar agitado. El vestuario también dará cuenta de la transformación, los estampados son reemplazados por vestimentas poco estridentes y en ocasiones hasta lúgubres. La cámara también sufrirá una transformación, mientras que al comienzo sobresalía el uso de los planos medios ahora prevalecen los primeros planos, los acercamientos lentos al rostro de Elsa para registrar su expresión atormentada.

II.El secreto

En silencio Elsa está dispuesta a cumplir su destino. A soportar la deshonra que implica que su cuerpo sea observado por primera vez por un hombre que no es el que ama. El derrotero de Elsa se vuelve sacrificial, sola cargará con la exigencia secreta. En las llamadas telefónicas que mantiene con su padre jamás enunciará que hay una condición para que el envío del dinero sea posible. También esconderá la verdad a su tía y a Mario.

La culpa inunda a Elsa, pero se convence de que el destino de su padre está en sus manos y que deberá pagar con el precio de su vergüenza. La potencia del melodrama se despliega: el interior de Elsa está agitado como las olas del mar que constantemente inundan sus pensamientos. Aquello que atormenta, las palabras lascivas que la humillan resuenan en cada carta, el rostro odiado del artista la persigue como un fantasma. Christensen crea imágenes en las que conviven- a través del uso de la superposición- el presente con lo imaginado, lo interior con lo exterior. Una imagen que se vuelve tormento, que persigue a Elsa.

Elsa se despide de Mario una noche en la playa. Mario no sabe que es una despedida, el nombre de Elsa dibujado en la arena desaparece con una caricia del mar. Elsa dice a su novio: “hay que amarse en la tierra y antes de que sea demasiado tarde”. Luego de un beso apasionado, Christensen se demora en el mar agitado, en las nubes y en un hombre cantando una dulce bossa nova. Al recuperar a los personajes Elsa dice a Mario: “tuya en la vida y en la muerte”. ¿Acaso en esa elipsis ocurrió un encuentro amoroso entre los personajes? La conciencia y la aceptación del destino trágico parece ser lo que le permite a Elsa esa transgresión, traspasar el umbral de la castidad y entregarse a su amado antes de ser observada por un extraño.

Es medianoche, la puerta está entreabierta, Elsa ingresa con un tapado oscuro a la casa del escultor. Las sombras ocultan por instantes su rostro. La mirada del artista ocupa la totalidad de la imagen. Elsa deja caer su abrigo en el momento que resuena un relámpago e ilumina su rostro. El artista rompe su promesa, se acerca a Elsa y la besa. Se oye un disparo que suena como un relámpago, Elsa cae en brazos del artista, en la mano lleva un revolver. El mar se agita en la tormenta.

Elsa entrega su cuerpo en sacrificio. El sacrificio es doble: al exponerlo a la mirada de un extraño para salvar a su padre; al dispararse para no llevar consigo esa mirada no deseada. En el melodrama atentar contra la virtud- aunque sea contra la propia voluntad- siempre conduce a la culpa, a una carga imposible de sobrellevar. Lo traumático conduce a la muerte o a la locura. Tal vez la mayor transgresión de Christensen no sea haber llevado a la pantalla el primer desnudo femenino sino el de haber puesto en escena el suicidio de una joven. Presentar un personaje que acepta con resignación lo que entiende es su obligación pero que decide entregarse al hombre que ama antes de un último gesto desesperado.

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