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La inmortalidad del último género: lo falso también puede ser verdadero.

“A veces empiezo una frase y no tengo ni idea

de hacia dónde va. Solo espero averiguarlo

por el camino.”

Michael Scott, “The office”.

El paso del tiempo ha deformado el tradicionalismo de los géneros duros, aristotélicos. Inclusive ya se habían transformado popularmente gracias a los videoclubs y las definiciones inmediatas, y en ese curso continuamos al elegir como espectadores qué ver en las plataformas.

Sin embargo, ¿no les sucede que hay contenidos que parecieran mal categorizados? ¿O qué dicho género lo identifica, pero muy parcialmente? Quizás no exista un responsable. No creo que haya un profesional detrás de esa elección que este haciendo mal su trabajo. Quizás ya no alcancen los géneros para definir su contenido.

Nada de lo que hemos visto a lo largo de nuestra vida ha pertenecido a un solo género. Quizás nunca haya habido un relato en la historia del cine que fuera de un solo género puro y duro. Seguramente este exagerando, y hasta quizás este mintiendo, pero quiero probar un punto. La convivencia entra las tramas que se anudan o entrelazan para sostener una película (o serie), permiten hacer convivir distintos géneros. Algunas convivencias son mejores, y otras peores. Pero el simple paso del tiempo, la evolución del gusto de los creadores y sus intenciones, y el desarrollo inclusive de un espectador más curtido, ha llevado al relato audiovisual a borrar las fronteras entre los géneros.

Si bien siempre se sirve en general un relato clásico de las reglas básicas del género predominante de su relato, y lo utiliza como un puntapié, luego esa firme estructura es la que le permite flexibilizarse y recorrer otros géneros. Y hay un género en concreto que al combinarse con otros, tras años de experimentación y fidelidad del espectador, ha dado a luz a un nuevo género. Ingreso sí ahora en el terreno fangoso de definir con mis palabras. La utilización del género “documental” para hacer una ficción, ha dado origen al mockumentary.

Acortando la reflexión

Un mockumentary es un falso documental. Descubro haciendo esta nota una obviedad del inglés: “Mock” es burlar. El propósito es entonces el uso de la estructura del documental para doblar o potenciar su propósito esencial hacia la ficción. Para no indagar demasiado en cuestiones históricas o filológicas y que la nota sea un escopetazo en el alma, reduciré el espectro a algo más específico.

Dentro de mi escasa memoria como espectador, el mayor éxito del falso documental ha sido al ser combinado con el terror y con la comedia. La primera alianza tuvo un boom muy específico en el tiempo, y si bien no ha muerto, pareciera haberse agotado. En 1999, The Blair Witch Project instaló en boca de todos la novedad de una experiencia única, y desde entonces la industria exprimió la fórmula hasta prácticamente agotarla. Desde ya, como todo, ya habrá de volver renovada.

Comprendo la razón por la cual el falso documental combinó tan bien con ficciones extremas como el terror donde lo hipnótico, lo adictivo está en ser testigos y casi protagonistas de una experiencia peligrosa, probablemente paranormal, pero en la que sí o sí (afortunadamente) sobreviviremos.

Sin embargo ¿qué es lo que combina tan bien entre el falso documental y la comedia? ¿En qué consiste este maridaje perfecto, que, aunque pasen los años sigue triunfando?

La comedia documental (?)

La idea del fenómeno documental es acercar a los espectadores la sensación de estar siendo testigos de la realidad. Algo similar debe suceder en dicho fenómeno con el éxito de los realities. Algo similar debe suceder con la gente y las redes sociales. Los stories, los vivos de Instagram ¿Qué es lo que nos motiva tanto acercarnos a espiar la vida del otro?

En 1982, Rob Reiner dirige This is Spinal Tap, un falso documental sobre el grupo de rock inglés Spinal Tap. Algunos lo consideran el primer mockumentary. Desde ya, la banda no existe, y está formada por un grupo de actores: Michael Mckean, Christopher Guest, y Harry Shearer. Los tres actores y músicos efectivamente tocan y cantan todas las canciones, sosteniendo hasta el hartazgo la sensación de que estamos viendo un documental. Y es Christopher Guest, quien con algunos de esos actores y luego ampliando el grupo de trabajo, repetirá (con alguna que otra modificación) el elenco y realizará otros tres recomendables mockumentaries: Waiting for Guffman, Best in Show y A Mighty Wind. Tres años después de la última, con el mismo equipo de actores, hizo For your consideration, donde no se centra en el mockumentary pero sí continúa experimentando con el formato en algunas escenas. Para a quienes les interese indagar, la primera trata sobre la preparación de una obra de teatro que hace un pequeñísimo pueblo de Estados Unidos creyendo que vendrán a verla desde Broadway; la segunda es sobre un muy popular concurso de perros; la tercera sobre la reunión de un grupo de folk en un pueblo para conmemorar a un promotor recién fallecido.

Spinal Tap

Ha habido desde entonces muchas producciones tantísimos más populares dentro del género, como The Office, Parks and Recreation o Modern Family. Yo, personalmente, soy fanático de la primera. En este preciso momento, mientras escribo, llevo puesta una remera con una imagen de Michael Scott (para quienes no lo conocen y se están perdiendo la mayor felicidad de sus vidas, es el personaje de Steve Carrell en la serie). Sin embargo, el grupo de comedia que han desarrollado Christopher Guest y compañía, merece atención.

Incluyendo This is Spinal Tap de Reiner, las películas antes mencionadas y su elenco experimentan hasta el extremo con los límites entre la ficción y la realidad. La comedia está en las circunstancias y sus personajes, no en el código actoral. Y como si fuera un laboratorio, puede verse en el grupo de trabajo la curiosidad de la experimentación que probablemente va desde el guion a la improvisación. Puede sentirse de alguna manera que ellos han elegido el formato para jugar con él, poniendo a prueba incluso la plasticidad del mismo. Hay situaciones dentro de las películas que sí están al borde de romper la sensación de lo documental, siempre respetando sus reglas. Hay algunas donde incluso la cámara es más un recurso estético y pasan muchos minutos sin una entrevista a cámara (enorme característica del falso documental). Dentro de un rango naturalista, hay escenas dentro de algunas de las películas donde el código es llevado también a su límite, pero nunca se quiebra. Comprenden los límites de su estilo y lo respetan. Por ejemplo, This is Spinal Tap podría sin dudas ser un documental hecho y derecho. Desde ya que hay guiños de la dramaturgia donde se empuja a los personajes al extremo de lo patético y en esos rincones vive la manipulación de la ficción. Fuera de ello, el experimento es sostener de principio a fin la documentación de una realidad alternativa. Sin dudas podría pasar por un documental real (tal cual se experimentó con The Blair Witch Project). Todos hemos visto al menos algunas de las tantísimas series documentales que forman parte del boom del género documental en las plataformas, y comprendemos que tal cual lo sostiene la trillada frase, la realidad supera siempre a la ficción.

Parte de la obra de "Waiting for Guffman"

No todos los mockumentaries se han servido del mismo gesto hipernaturalista de la actuación. “Popstar” o “Seven Days in Hell”, del grupo The Lonely Island, entre otros, exacerban la parodia y la trasladan al código actoral. Se sirven de la estética del reality, de las True Hollywood Stories, o de la evolución del propio género documental, para también rejuvenecer al mockumental.

Si bien no puedo aferrarme a una respuesta, creo que quizás el triunfo del maridaje entre la comedia y el documental tiene que ver con la exposición de lo patético de los personajes. Con la posibilidad de conocerlos aún más en los detalles de su vida, acompañándolos en transformaciones menos epopéyicas que las que puede haber en una narración tradicional, pudiendo quererlos tal cual como son puertas para dentro. Y aunque este aspecto me parezca un poco menos romántico, también quizás tenga que ver con la posibilidad de reírnos impunemente de personas ficcionales protegidas por un guion. Como una especie de cuarto seguro, donde en vez de entrar a romper objetos con un bate para descargar las miserias de la vida, entramos a reírnos de gente que se parece a nosotros. Aunque quizás ya no importe proteger la ética de no reírse de personas reales, de no insultarlas, o burlarse. En este nuevo paradigma de las redes sociales, quizás todo sea constantemente un enorme documental, un reality infinido, y por ende el mockumentary tenga que plantear nuevas reglas de juego para sorprender a su espectador.

Tres de los personajes de “Best in show”

Lo amistoso del falso documental, del mockumentary, vuelve a muchos de esos contenidos, sean series o películas, algo para poder ver una y otra vez. Después de todo, no se puede negar que la ficción es uno de los reparos más maravillosos para sobrellevar las dificultades de la vida.

¿Podría haberse vuelto igual de exitosa y popular una fusión entre el documental y el melodrama, o la tragedia? ¿O un falso documental policial que suceda en un lugar como la Tierra Media? Desconozco la respuesta, pero el tiempo siempre estará a tiempo de sorprendernos una vez más.

Chesi

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