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Revisitando BLADE RUNNER de Ridley Scott: ¿Que significa ser "humano"?

El lema que reza la enorme Corporación Tyrell como slogan de su marca es el puntapié perfecto para describir la verdadera esencia de una película en la que nadie creyó en su época, pero que sin dudas dejó una huella que a día de hoy es imposible de borrar. Tras crear una obra de terror cósmico capaz de hacernos sentir más solitarios que nunca en la inmensidad del espacio, Ridley Scott se embarcó en un viaje demasiado corto para profundizar sobre la naturaleza del ser humano al adaptar la obra “¿Sueñas los androides con ovejas eléctricas?”de Philip K. Dick, una que marca una inquietante predicción con nuestro presente.

En Blade Runner los replicantes (androides con apariencia humana y recuerdos implantados) tienen una caducidad de cuatro años, o por lo menos la tienen los Nexus 6, el último modelo. Esto quiere decir que tras ese lapso de tiempo desde el momento de la “concepción” automáticamente se apagan. En el acto final de la película, tras el inolvidable monólogo de Roy Batty, el agente de policía Gaff desafía nuestras nociones sobre lo que significa ser humano con otra icónica frase haciendo referencia a la relación amorosa entre nuestro protagonista y una replicante:

“Es una lástima que no sobreviva. Pero, de nuevo, ¿quién sobreviva?”

¿Quiénes somos verdaderamente? ¿Que es eso que nos distingue como “humanos” a diferencia de las demás especies? En la obra de Scott, que hoy cumple cuarenta y dos años de su estreno, existen ciertos atajos visuales como para poner en tela de juicio la dualidad que hay en entre lo que sería esa naturaleza humana y el aparatejo robótico de cada uno de los individuos involucrados en la historia: uno de los momentos clave es un plano, ni siquiera una escena, en donde con algo de sutileza el director desenfoca al personaje de Deckard y en sus ojos le coloca ese reflejo de color anaranjado que distingue la mirada de los replicantes. La pregunta permanece intacta, y cuarenta y dos años después del estreno sigue enloqueciendo a fanáticos de la saga y la ciencia ficción en general.

¿Era Deckard un replicante?

¿Acaso importa si lo era? ¿Que es lo que cambiaría en nuestra percepción sobre la obra? Y si se confirma que lo fuera, ¿cómo nos atraviesa como espectadores? ¿seguiríamos siendo los mismos? El poder de la metáfora en Blade Runner pasa de largo cualquier obstáculo que se nos presente: estamos inmersos en un mundo donde los robots no existen, solo la ilusión de serlo. A pesar de tener una fuerza desmedida e inteligencia suprema, los replicantes sienten igual que nosotros y se muestran como un reflejo de nuestra propia contradicción. Al igual que ellos, la incertidumbre sobre nuestro origen y nuestro futuro existe en cada uno de los seres humanos. ¿Hemos evolucionado o seguimos siendo aquel hombre de la caverna con la diferencia de que ahora tenemos un teléfono celular en la mano para comunicarnos y un revolver en la otra para defendernos?

Imagen del Story Pin

La intención de ese futuro que propuso Ridley Scott, en conjunto al director de fotografía Jordan Cronenweth y al diseñador de producción Lawrence G. Paull, era la de mostrarnos la soledad y la desidia del ser humano en contraste a la inmensidad caótica de una Los Angeles ambientada en el año 2019 y sumida por el desastre nuclear reflejado en el gris del cielo. En el paraíso de los dioses, que en la actualidad es puro sol y color, la única luz que existe son la de los neones, los cigarrillos y los coches voladores. Cinco años después de aquella visión podemos afirmar que estamos algo alejados de todo eso, pero no tanto.

Seguimos aprisionándonos unos contra los otros en las calles, así como en la escena de Deckard persiguiendo a la replicante Zhora para “retirarla”, seguimos construyendo juguetes para distraernos de la asquerosa realidad como lo hacía J.F. Sebastian (solo que los juguetes de ahora son virtuales), y así como casi toda la humanidad, muchas veces no entendemos nuestro lugar en el mundo, tal como lo siente Roy Batty, el líder del grupo humanoide. Nuestra fecha de caducidad no se encuentra impresa en un número de serie, pero lo que quizás es peor, es que esa ausencia de determinación temporal nos hace creer que viviremos para siempre.

POR JERÓNIMO CASCO

25 de JUNIO del 2024, 21.30 PM | UTC-GMT -3


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